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Cuando dormir bien se convierte en una utopía

En la Argentina, el 40% de las personas experimentan problemas a la hora de descansar. Profesionales contaron cuáles son las causas y las consecuencias de no pernoctar en cantidad y calidad. 

Por redacción
| 30 de julio de 2017
Infografía: El Diario

En la película “El maquinista”, el actor Christian Bale protagoniza a Trevor Reznik, quien padece por un año de insomnio. Un problema que le oculta a los demás y que le ocasiona alucinaciones. Su fatiga se refleja en su cuerpo (está casi desnutrido), en su rostro pálido y ojeroso, y en su trato hacia sus compañeros de trabajo. La relación empeora cuando uno de ellos pierde por accidente un brazo y Trevor resulta involucrado. Saltando las exageraciones de la trama, el protagonista sufre de un trastorno de sueño. Al igual que, según profesionales consultados,  el 40 por ciento de la población del país. Las causas que lo provocan son múltiples y sus consecuencias también. El Diario de la República dialogó con un doctor en psicología y un psiquiatra, para conocer cómo afectan a la población y cómo tratarlos. 

 

“A nivel internacional, hay estudios que plantean que la gente duerme cada vez menos. O cada vez más y peor. Cuando uno pernocta muchas horas y se levanta y siente que el sueño no es reparador, hay un problema en la calidad, que no es lo mismo que cantidad”, explicó Carlos Arias, doctor en Psicología de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL). “Lo peor que te puede pasar, es querer y no poder dormir. Porque eso se va a trasladar a todo el accionar de tu día”, continuó.

 

El doctor definió a los trastornos, como cualquier alteración, ya sea en el establecimiento del sueño, en la calidad o en la duración, que afecta a las personas de manera diferencial según la edad que tengan. Según la Academia Americana de Medicina del Sueño, hay seis trastornos principales: el insomnio; los trastornos respiratorios (ronquidos, apneas y asfixias); las hipersomnias (dormir durante el día); las alteraciones de los ritmos circadianos, las parasomnias (sonambulismo, terrores nocturnos y pesadillas); y los movimientos anormales durante el sueño (calambres, bruxismo y síndrome de piernas inquietas, entre otros). (Ver página 3).

 

“En la Argentina, el 40 por ciento de la población ha experimentado dificultades para dormir. En un tercio de los pacientes se trata de un trastorno grave que necesita un tratamiento. Los resultados son muy evidentes. Vemos a personas con excesiva somnolencia diurna, con cambios de ánimos que van del humor a la tristeza o la irritabilidad. También ansiedad o  depresión y aumento del estrés”, comentó el médico psiquiatra Cristian Gonzalo Mayor.

 

¿Pero cómo una persona llega a no poder pegar un ojo, o al contrario a no poder abrirlos al otro día o a sufrir intervalos?. Las respuestas son varias y dependen de cada individuo. Arias dio como ejemplo algunos rubros laborales, donde los empleados trabajan de noche o tienen turnos rotativos.

 

“Cuando oscurece, se comienza a secretar melatonina, que es una hormona antioxidante que le comunica a todo el organismo que es de noche. Entonces baja la actividad metabólica, la temperatura corporal desciende un poco y eso ayuda al establecimiento del sueño. Las células durante la noche reparan los tejidos y crecen.  Si vos comparás a una persona que hizo 20 años trabajo diurno, con una que hizo nocturno, o turno rotativos, te vas a dar cuenta en la piel. Está envejecida, porque el período reparador es el nocturno. De todas formas, la necesidad de sueño se va modificando durante la vida”, expuso.

 

Ambos profesionales coincidieron, en que, así como un recién nacido pernocta 16 horas, a los 4 y 5 años los niños bajan a 12 horas. Luego a los 12 y 17 años descienden a 9 horas. Ya de adultos la franja es de 8 horas y en mayores de 60 años,  entre 6 y 7 horas. Arias agregó, que por lo general, se habla de que la mayoría de las personas necesita 8 horas de promedio, pero sostuvo que eso varía.

 

“Hay personas que duermen 6 horas y están muy bien y otras que con 8 no les alcanza. Necesitan más. Depende de cada uno. En los niños el sueño es muy importante, porque durante ese período se desarrolla -por ejemplo- el cerebro, las conexiones nerviosas”, dijo el doctor. “Los adultos mayores sufren más, y esto es porque  el envejecimiento afecta a la amplitud de los ritmos biológicos circadianos (son los cambios físicos, mentales y conductuales que siguiendo el rango de 24 horas responde a la luz y a la oscuridad del ambiente).  Al acortarse, se levantan más temprano, aún si se acostaron tarde”. Los jóvenes en cambio tienen una tendencia hacia la vespertinidad que tiene su inicio en la pubertad, apuntó el psicólogo. Se acuestan tarde y se levantan tarde, por lo que no todos son productivos en la escuela en las primeras horas de la mañana. Ligado a ese aspecto detalló que las personas tienen cronotipos, que son patrones biológicos de conducta y activación temporales. Aproximadamente, el 60% de la población posee una neutralidad circadiana (colibríes), mientras que el 20% son matutinos (alondras) y el otro 20% son vespertinos (búhos).  

 

Los factores rutinarios conforman otros de los tantos factores que repercuten en el sueño. Arias dictó algunos tips para evitarlos, como no tomar cafeína 10 horas antes de ir a la cama, nada de comidas ni alcohol (3 horas antes), evitar las pantallas 2 horas antes y no aplazar las alarmas. Aconsejó ingerir leche tibia, té de tilo, valeriana o cualquier otra tisana relajante, tratar de hacer ejercicios de relajación y leer algún libro o revista antes de apoyar la cabeza en la almohada. Para los trabajadores nocturnos o rotativos, las sugerencias son distintas. Priorizó el uso de lentes oscuros para esquivar los primeros rayos de sol hasta que llegar al hogar, oscurecer la habitación con cortinas gruesas, aislar los ruidos externos.

 

Escrito por Julieta Franco (jfranco@grupopayne.com.ar)

 

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