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La “araña gigante” de Bajo de Véliz, entre confusión y fascinación

Fue hallada en los 70, a unos 30 kilómetros de Santa Rosa del Conlara -al norte de San Luis-, un fósil que fue clasificado como el arácnido más grande que alguna vez caminó por el planeta. Un cuarto de siglo después, la recuperación de otro resto similar rectificó la apreciación inicial y estableció que ambas piezas pertenecían a un escorpión acuático que habitó en un ambiente de lagos y ríos.

Por Hernan Silva
| 22 de agosto de 2017
Gentileza: UNSL

Canteras de piedra laja. Pocos rasgos tan comunes de un paisaje puntano. Pero hay una en Bajo de Véliz, a unos 30 kilómetros de Santa Rosa del Conlara, que de común no tiene nada. Su riqueza es infinita. Su valor no se contabiliza en dinero, sino en algo mucho más importante: conocimiento. Entre los pliegues de las rocas permaneció oculto durante una noche eterna un tesoro paleontológico de unos 300 millones de años de antigüedad que en 1980 estremeció al mundo. Una investigación aseguraba que había sido hallado el fósil de la araña más grande que alguna vez había caminado por el planeta. Otro descubrimiento en el mismo sitio, y publicado un cuarto de siglo después, rectificó esta interpretación inicial y determinó que las piezas no correspondían a un arácnido descomunal, sino a un invertebrado acuático similar a un escorpión, que habitó lagos de zonas boscosas y frías. Más allá de la rectificación, los restos de Bajo de Véliz poseen una relevancia enorme: son los fósiles de animales más antiguos conocidos en la provincia y pertenecen a una fauna única en el mundo.

 

El yacimiento de Bajo de Véliz está emplazado en una depresión del terreno de doce kilómetros de longitud por uno de amplitud. El afloramiento está constituido por rocas de tonalidades oscuras y que manifiestan perfiles de un espesor que alcanza hasta veinte metros. Para el ojo lego la cantera tiene pocas que llamen la atención. No es el caso de los científicos. Ya desde principios del siglo pasado especialistas alemanes y argentinos mostraron interés en la zona y realizaron descripciones detalladas.

 

Los investigadores determinaron que las rocas del afloramiento se formaron durante los períodos Carbonífero (de 360 millones de años y hasta 300 millones) y Pérmico (300 millones a 251 millones de años), por la acumulación de partículas de limo y arena de ríos y lagos. De la misma edad geológica, también encontraron los primeros restos paleontológicos: alas de insectos como libélulas y de arañas de características (y dimensiones) muy parecidas a las actuales. Un aperitivo de lo que estaba por venir.

 

El doctor en geología de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL), Jorge Chiesa, quien dirige equipos que hoy analizan el yacimiento de Bajo de Véliz, señaló que en algún momento de la década del setenta la familia Servini, que explotaba la cantera (el emprendimiento finalmente quedará paralizado, primero porque deja de ser rentable y después porque a fines de los años noventa es declarado parque provincial), concretó el hallazgo de la impresión de la “araña gigante”, un animal que parecía salido de una pesadilla y que manifestaba una longitud de cincuenta centímetros.

 

“El geólogo Mario Hünicken se entera de la araña cuando está en Santa Rosa. Él solicita el fósil para estudiarlo y publica un trabajo científico. La pieza va a la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba, que es el lugar en el que se encuentra ahora”, señaló Chiesa.

 

Hünicken (1926-2013), un geólogo riojano que se recibió en la Universidad de Córdoba, analiza el ejemplar y lo define como una araña gigante, la de mayor tamaño alguna vez encontrada. Para fundamentar su clasificación, el especialista destacó el tamaño del caparazón, los ojos y la gran estructura circular que interpretó como el abdomen del ejemplar. También halló indicios de pelos delgados. Su trabajo, publicado en 1980, tuvo una resonancia casi inmediata. En el transcurso de pocos años, museos de Estados Unidos, Europa de varias provincias argentinas se apresuraron por exhibir en sus salones réplicas del resto puntano.

 

Sin embargo, algunos aracnólogos subrayaron desde el principio que había rasgos anatómicos de la Megarachne servinei (el nombre científico acuñado por las dimensiones y el apellido de la familia que encontró el fósil), como ornamentos y suturas inusuales en el caparazón, que eran incompatibles a los de una araña. Las dudas permanecieron en segundo plano, hasta que en la misma cantera de Bajo de Véliz es exhumada otra pieza que obligará a reescribir los libros de la paleontología.

 

En 2005 un equipo de especialistas encabezado por el paleontólogo y aracnólogo británico Paul Selden publica el descubrimiento de un segundo espécimen de Megarachne, hallado en la misma cantera del primer ejemplar. La observación cuidadosa de sus características arriba a un dictamen concluyente. Era insostenible incluir ambas piezas dentro de la familia de los arácnidos y establece que en realidad son euriptéridos, una clase de animales acuáticos conocidos también como escorpiones marinos. Estos invertebrados estuvieron entre los depredadores más importantes de su tiempo y se extinguieron al final de la era Paleozoica. Los hallazgos de euriptéridos de Bajo de Véliz son considerados como los más completos encontrados hasta ahora en América del Sur.

 

A pesar de la constatación que este invertebrado no era una araña gigante, la nomenclatura científica no fue modificada, un símbolo quizá de la fascinación y el temor por las arañas que siempre acompaña al ser humano. “Esto se presta a la confusión, porque la Megarachne es un euriptérido. Es un escorpión marino que también habitaba en aguas continentales”, aseguró la geóloga Johana Fernández, quien realizó un estudio de la flora y el ambiente de la formación Bajo de Véliz para su tesis de licenciatura.

 


Reconstrucción hipótetica sobre cómo era la criatura

 

Los científicos cuentan hoy con un pantallazo de cómo era el hábitat del euriptérido. “Era un ambiente lacustre o de lagos, del que nosotros ahora sólo vemos una pequeña porción. También hay un ambiente fluvial, con ríos que desembocaban en lagos. Por lo que se puede reconstruir que fue un lago de una profundidad considerable, y muy carbonoso”, señaló Gabriela Castillo Elías, doctora en Geología. Los especialistas puntanos aseguran que es altamente probable encontrar más fósiles en la zona.

 

 Bajo de Véliz es una ventana única a un pasado muy distante en el que ni siquiera habían aparecido los dinosaurios. Los geólogos señalan que la declaración del yacimiento como parque provincial fue un paso muy importante para protegerlo, al dotarlo, por ejemplo, de una vigilancia permanente. Pero advierten que aún falta desarrollar una infraestructura y un sistema jurídico que permita estudiar y mostrar las piezas bajo condiciones adecuadas, y para impedir así que las colecciones se dispersen o sean trasladadas a otras provincias.

 

Chiesa cree que el mejor camino es crear un museo en Santa Rosa con las comodidades necesarias para que los científicos puedan realizar sus investigaciones in situ y para que la localidad obtenga un beneficio de esta riqueza paleontológica. Citó como modelos a seguir el museo Egidio Feruglio (Chubut), o, mejor aún, el que funciona en Solnhofen, Alemania.  Dijo que el edificio ubicado en la región de Baviera, que exhibe  entre otras piezas de notable relevancia un ejemplar con características intermedias entre un reptil y un ave, cuenta con una supervisión técnica profesional durante las 24 horas y está protegido por una legislación que obliga a que todos los restos encontrados permanezcan en esa localidad.

 

“El segundo fósil descubierto de Megarachne lo tiene una mujer, la viuda de Guido Pollini (el hombre a su vez había recibido el resto de su padre). Está en exposición en su comedor. Cualquier turista que quiera verla tiene que golpear y ahí recién puede observarla y analizarla. Yo mismo estudié, fotografié, y comparé el resto con el de Córdoba, pero todo lo hice siempre en esa casa. Es algo curioso, pero a la vez complicado”, señaló Chiesa.

 

Los especialistas coinciden en que la creación de un museo con una infraestructura acorde representa una medida imprescindible para recuperar del segundo espécimen de la Megarachne que está en la casa de la familia Pollini y exigir la restitución del ejemplar original descrito por Hünicken, en poder de la Academia Nacional de Ciencias de Ciencias de Córdoba.

 

“Esto es un patrimonio de todos los sanluiseños, que necesitan de un ambiente en el que tiene que tener una humedad y una temperatura particular. Son objetos muy valiosos que tienen millones de años y por tenerlo en tu casa lo podés arruinar”, advirtió Castillo.

 

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