SAN LUIS - Domingo 19 de Mayo de 2024

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Décimas para un rey, el recuerdo de Ricardo "El Cascarudo" Domínguez Arancibia

El hijo del inolvidable folclorista recuerda a un músico fundamental para el desarrollo de la tonada puntana.

Por redacción
| 17 de septiembre de 2017
Un animal de la guitarra. "El cascarudo" se ganó su apodo en una pelea.

La entregas de viviendas en el barrio Jardín San Luis llevaban consigo la prolijidad de un barrio nuevo. Todas las casas eran iguales, la falta de verde y de lugares diferenciados hacían al por entonces nuevo barrio algo uniforme a la vista.

 

Un hombre robusto, de pelo oscuro y peinado de manera prolija, con singular simpatía en su cara se acercó a un vecino con el primer baño del sol y le preguntó si no sabía dónde vivía Ricardo Domínguez Arancibia. Sorprendido, el vecino respondió: "Pero si usted es Ricardo Domínguez Arancibia".

 

Sin perder la parsimonia ni la vertical, Ricardo Domínguez Arancibia, alias "El Cascarudo", figura insigne y limítrofe del folclore cuyano, replicó: "Pero yo pregunto dónde vive, no quién soy".

 

Las fachadas idénticas del nuevo caserío y los vestigios de una larga guitarreada desorientaron al dueño de casa y conformaron en la que es posiblemente la anécdota más conocida del “Cascarudo”.

 

Ricardo nació, creció y murió en San Luis. Su poesía y su música marcaron el folclore puntano para siempre y, quienes lo recuerdan, destacan su simpatía y su generosidad. Por supuesto que su recuerdo está rodeado de anécdotas.

 

Parte de su formación fue en un colegio internado de Villa Mercedes. “En la escuela se agarró a pelear con un compañero, él era buenísimo pero calentón, se cayó al piso y se defendía con los pies y las manos. Los que lo estaban mirando dijeron: 'Mirá, se parece un cascarudo'. Y así le quedó ese apodo”, recordó el hijo del folclorista, que lleva el mismo nombre y un apodo acortado: “El Casca”.

 

Domínguez Arancibia era nieto de Ricardo Arancibia Rodríguez, a quien no llegó a conocer, pero fue el primer poeta de la familia. Arancibia Rodríguez fue el autor de “Viva San Luis” y el padre de Mireya, la mamá del “Cascarudo”. Sus tíos fueron Rafael “El Chocho” Arancibia Laborda y Jorge “El Flecha” Arancibia Laborda, ambos guardan en su legado grandes temas de la música popular de San Luis: “El tordo viejo” y “A las sierras de San Luis” son algunas de ellas.

 

“Mi papá empezó de bastante chico con la música. Estaba siempre con sus tíos y me decía que era muy difícil estar rodeado por dos personas talentosas como ellos. Lo difícil era hacer su estilo”, dijo Ricardo al hablar de su padre.

 

Su música habló de San Luis, de sus amigos, de su familia. Todo lo que encasilla dentro del afecto del poeta y músico puntano. Al respecto su hijo señaló: “Mi papá tenía una cualidad, le salía la música y después la letra. Siempre andaba con un grabador, para no olvidarse nada”.

 

Con Lucía, la esposa de Ricardo, se conocieron gracias a Teresita, la hermana del “Cascarudo” y musa de la canción “¿Dónde estará Teresita?”. "El Cascarudo" le confesó a su hermana que le gustaba su amiga y ella lo ayudó a conquistarla. Tiempo después, Lucía se enteró que Ricardo era más chico que ella y descubrió una mentira piadosa que casi les cuesta la relación.

 

Ricardo fundó la Asociación Puntana Encuentro de los Cuyanos y luchó por darle el lugar que merece la música folclórica de San Luis. “Mi viejo decía que había que hacer un semillero para que todos los músicos siguieran. Apreciaba a los músicos jóvenes porque ellos cuidaban lo especial que tenía San Luis, la tonada, lo cuyano. Sostenía que había que apoyarlos y cuidarlos”, destacó “El Casca”. 

 

Julio Salazar, cantante de Algarroba.com, al hablar de Domínguez Arancibia, lo hace con el tono de voz firme, con la combinación justa de orgullo y admiración: “Yo iba con mi papá a los asados de Luis Muñoz y ahí me enseñaron las primeras canciones. Era un tipo fantástico, era muy espontáneo y yo trato de llevar eso al escenario, es un referente. Uno de mis mentores”.

 

“El Cascarudo” se mantiene vivo en la música puntana. No existe cogoyo donde no se lo invoque y se brinde en su honor. El rostro de su hijo al hablar de él denota orgullo y el amor único hacia su padre. “Mi viejo para mí era un ídolo, un amigo, compañero, muy bueno. Era especial, tenía lo suyo como cualquier padre. Era una persona con la que podías charlar de cualquier cosa, de todo sabía un poco. Le encantaba leer, me acuerdo que todo le preguntaba a él, desde lo que no sabía, hasta una palabra que no conocía”, recuerda Ricardo

 

El folclorista era malcriador de su nieto, quien también lleva su nombre. “Él tenía que llevar a mi hijo a la guardería. Un día fui a pagar la cuota y me dijeron: 'Ese nene vino una sola vez'. Cuando fui a preguntarle a mi papá me confesó que no lo había llevado nunca y que se quedaba con él todas las mañanas”.

 

Detrás de cada historia de su vida, hay una anécdota para recordarlo y aún cerca de sus últimos días, Ricardo padre no perdió su carisma, ni la sana costumbre de no perderse una sola guitarreada a la que lo convocaban.

 

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