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Un recuerdo imborrable: los coches de plaza

Fue el primer medio de transporte  público de pasajeros. No tenían tarifas oficiales. Era a voluntad. Hubo 84 cocheros inscriptos en el municipio. En 1920 crearon un reglamento que los comprometía. En 1981 la Municipalidad los eliminó de las calles.

Por Johnny Díaz
| 19 de noviembre de 2018
1940. Los coches de plaza eran un medio de transporte esencial de San Luis. Las familias lo utilizaban asiduamente para trasladarse de un punto a otro. Fotos: Archivo Histórico.

Las polvorientas calles de San Luis que quería despegar de su letargo social y económico, encontró en los coches de plaza, una fuente laboral, una manera distinta de vivir. Los cocheros, no tenían una tarifa oficial, recibían un  pequeño aporte que podía ser más o menos, según la generosidad de quienes lo utilizaban.

A fines del siglo XIX y a principios del siglo XX, fueron la edad de oro de los coches de plaza. Llegaron al país, a mediados del siglo XIX, se llamaban “Victorias”. Fueron traídos por la alta sociedad argentina y no se ha encontrado un registro oficial de cómo llegaron a San Luis donde se convirtieron en el primer medio de transporte público de la ciudad.

Según la historia, el primer cochero de San Luis fue don José María  Alcaraz que vivía en la esquina de San Martín y Balcarce y dejó su trabajo de cochero, al ser nombrado empleado de maestranza en  el Gobierno de la Provincia.

Su coche pasó a manos de sus sobrinos; Timoteo Secundino Suárez y Luis Suárez (Los Chocas) que vivían en calle San Martín al 1300 casi avenida España. Julio Luis Gatto, sobrino de los hermanos dice que en su casa, los domingos se juntaban varios cocheros a comer asados, jugar a las cartas y pasar una buena tarde. 

Gatto hace referencia de que a Timoteo Suárez le decía papá, y a Luis; Tata, y que en una oportunidad les preguntó cuánto cobraban por un viaje, la respuesta no se hizo esperar; "Nosotros no cobramos, m'hijo, trabajamos a voluntad de quienes nos piden que los llevemos". 

Los Suárez tenían bien delineadas sus tareas, en el día trabajaba Timoteo y de noche, Luis, que se encargaba de trasladar a clientes fijos, profesionales de la medicina, abogados y vecinos de la alta sociedad al Jockey Club o a los lugares más finos de esa época. Por lo que cuando uno de ellos dejaba de trabajar, el otro preparaba un caballo fresco para "atar", y a la "oración" encendía unos grandes faroles que funcionaban a querosene. 

Pascual Argarañaz -un cochero de ley- solía recordar que muchos viajes tenían por destino final  el  hospital, la sanitaria, la cancha Colón, la estación de trenes o la terminal de ómnibus que estaba en la calle Chacabuco entre Pringles y Belgrano.

Los cocheros -como se los denominaban- hacían una pequeña diferencia los días sábados  y domingos  cuando eran contratados para un casamiento o un cumpleaños de 15 o un aniversario o cuando las familias salían de paseo.

También eran utilizados en acompañamientos a cementerios: "Cuando había un fallecimiento, los coches de plaza eran parte del acompañamiento y se ubicaban detrás del coche de duelo". Dicen. 

Con el tiempo y vaya uno a saber porqué, los coches de plaza adquieren el nombre de mateos tal vez por la influencia de la gente de Buenos Aires, un dato que no pudo ser corroborado, pero para los sanluiseños, siempre fueron coche 'e plaza.

Eran tan populares y casi únicos  que también se usaban mucho las noches donde la juventud salía a dar serenatas, una vieja tradición provinciana donde un grupo de jóvenes (siempre había uno que tocara algún instrumento), se reunían para salir a saludar a una  amiga o amigo interpretando un tema. Eso se llamaba "dar una serenata". 

Esos viajes se hacían por los general los viernes o sábados. Argarañaz recordaba: "Una vez me contrataron para llevar unos músicos del bar 'Las Tres Perdices' de la avenida Lafinur hasta otro despacho de bebidas; 'El Farolito' en el Pueblo Nuevo, fueron cantando todo el viaje, la poca gente que andaba a esa hora nos miraba y aplaudía. Son hechos imborrables". Decía.

Los recuerdos se van apilando, como aquellos que escribió María Esther Rosales de Orozco en Sembradores haciendo referencia a estos hombres que fueron los artífices del transporte en San Luis, como el caso de Jesús Barroso que  era contratado para  las noches del corso, en carnaval, para llevar señoritas, que arrojaban flores, serpentinas, papel picado, eran esas noches de color y movimiento. 

O el caso de Cipriano "El Ñato Embrollón" Sosa, que había nacido  en Carpintería y en su casa de Belgrano y General Paz, reparaba su coche o herrar a sus caballos, tareas que realizaba con otros cocheros amigos. 

Contaban que cuando subían los pasajeros a su coche, les preguntaba ¿quieren ir en primera o en segunda clase? Si le respondían en primera, los hacía pasar al pescante, junto a él (generalmente eran los chicos, los niños, que gozaban de “ese privilegio”).  

Otro que marcó una época fue José Nemesio "Pepe" Torres que tenía una particularidad, siempre ataba a su carruaje dos caballos; "El Chino" y "El Negro", muchos de sus viajes era a Los Sauces del  El Chorrillo, San Roque y La Quebrada de los
Cóndores, también a la escuela de la familia Cantisani, para tocar la guitarra con Imperinato y Gil.

Según los registros, hubo 84 cocheros de plaza inscriptos oficialmente para desempeñar esas tareas. 

También hubo otros que no alcanzaron o no pudieron hacerlo pero la lista está compuesta por  José María y José Luis Alcaraz, Ricardo, Martín y Juan Carlos Álvarez, Pascual Argarañaz, José y Martín Bustos, Don Agapito, Vicente Berardi, Gerónimo Gregorio Barrera, Jesús Barroso, Guillermo, Antonio y Gregorio Ballerino, Cruz Camargo, Juan Cucuruto, Rosario y Mariano Constanzo, Secundino Chávez, Carmelo Duvara, Basilio y Luis Domínguez, Teodolito y Wenceslao Escudero,  Rudecindo "El Chiñe" y Anselmo Fernández, Idelfonso Garraza, Juan, Carlos, Alberto y Martín Giménez.

Juan Agustín y Martín González, Juan Cruz Guevara, Juan Imperinato, Ramón y Sinecio "El Sapito" Jofré, Marcelo Herrera, Eulalio y Mario Lucero, Domingo Lima, Severo Miranda, Ricardo, Juan y Domingo Morales, Crisóstomo Morcón, Bartolomé Moyano, Domingo Naso, Ramón Alejandro y Félix Natel, Vicente Nadín.

Salvador Nicotra, Adrián Orozco, Ricardo Ortiz, Marcos Pardo, Ciro Páez, Juan Presti, León Riera, Julio "El Rana" Suárez , Ramón Rosales, Aureliano Rúa, Luis, Crescencio, Timoteo Secundino, Agenor, Rosas y Blas Suárez, Pedro Celestino Sosa, Juan, José, Baudilio, Guillermo, Gregorio, José y Nemesio Torres, Ruperto Tapia, Luis Videla, Ernesto Varas, Carlos Varas, Odel Camargo, Agustín Salinas  y Martín Orozco.  

También estaban; "Gabotito", "Pancho" Cura,  Juanillo, Federico y "El Gallo" Ochoa, Juan Pinella, Marcos Pardo, "El Negro" Martínez, "El Tábano" Villegas, Fotti, Juan Lemos, "El Flaco" Bustos. 

"Pancho" Flores,  Juan Eusebio Lagos, Regino y Poleto Salinas, "Pato" Paredes, Cipriano "El Ñato Embrollón" Sosa, "El  Diablo" Ponce, Los hermanos Molina (El Petiso, Cata, Toribio, Rita y José Alfredo) y Secundino Heredia.

Había una particularidad en estos medios de locomoción de añoranza, para las fiestas patrias o festejos navideños, adornaban el carruaje y a los animales, una actitud muy bien vista por los usuarios.

La caja de los recuerdos parecería que está abierta, el conductor de "Noches de Serenatas", un programa radial que hace referencia a la actividad de los cocheros de plaza desde 1965, dice que en 1920, supo tener en sus manos, un documento que hablaba de los cocheros de plaza: un estatuto donde destacaban; horarios, lugares de paradas, derechos y obligaciones del conductor porque muchas veces el dueño no era el conductor. 

Lamentablemente en 1981, en la gestión municipal de José María Porrini, mediante una ordenanza municipal, eliminó los coches de plaza, aduciendo que su tránsito por la vía pública "afeaba" el centro y dejando sin trabajo a muchas familias sanluiseñas. 

Un trabajo que era una tradición en San Luis  que se hacía por lo que se sentía más allá de las ganancias. Un final abrupto e inesperado para una pintoresca tarea laboral.

 

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