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La fórmula perfecta en la que todos ganan

Los encuentros arrancaron en mayo, con la idea de ayudar al eslabón más débil de la cadena a comercializar sus producciones. Y también para aliviar el bolsillo de la gente.

Por Marcelo Dettoni
| 23 de diciembre de 2018

Empezaron con timidez, allá por mayo, como para probar. La Feria de Pequeños y Medianos Productores fue una apuesta del entonces Ministerio de Medio Ambiente, Campo y Producción (hoy Ministerio de Producción) con un objetivo que debería tener todo Estado: ayudar a los que menos tienen, a las pequeñas economías familiares de subsistencia en lo más difícil que les toca enfrentar, la fase de comercialización.

 

Pero ese tanteo rápidamente se convirtió en una política de Estado, porque las ferias pegaron fuerte, tanto en San Luis como en Villa Mercedes, y comenzaron a ser citas obligadas de compra para los vecinos. Entonces la bola se hizo gigante y cada vez creció más, hasta redondear un medio año espectacular, que se cierra con más de 45 mil visitantes y una cifra superior a los 800 pequeños productores anotados en el registro, ávidos por participar de cada uno de los encuentros.

 

En su mayoría son productores del interior provincial, con pocos canales de venta a la mano, por lo que ofrecerles de manera gratuita un espacio, y en algunos casos también facilitarle la logística para el traslado, es invaluable para ellos. En ese sentido, la feria no podía fracasar. Además, es una iniciativa que fomenta el agregado de valor en origen, porque siempre es mejor vender la mermelada que los duraznos recién arrancados del árbol, o el queso saborizado que la leche extraída de la vaca o de la cabra sin procesar.

 

Pero las dudas giraban en torno a la continuidad, la respuesta del público y la calidad de la oferta. Las respuestas a las tres llegaron rápido con una aprobación enorme. La feria comenzó a rotar entre San Luis y Villa Mercedes sin detenerse nunca, la gente llenó cada uno de los espacios y se dio cuenta rápido de que le convenía comprar porque los precios eran muy convenientes, y la calidad de los productos siempre fue impecable, porque además contaron con la fiscalización del ministerio, a través del Laboratorio del Campo y del Programa de Control de la Producción Primaria (ex Cosafi). El primero hizo cientos de análisis a las producciones cárnicas y lácteas que pudieran amenazar la salud pública con enfermedades zoonóticas como la brucelosis o la triquinosis; en tanto que el programa que conduce Luis Giménez trabajó para asegurar la trazabilidad y el estado de las mercaderías que se ponen a la venta.

 

Un largo camino

 

Martín Rodríguez es el jefe del Programa Producción Agropecuaria y Arraigo Rural, y uno de los coordinadores del equipo ministerial, que como bien define, es "interdisciplinario". El funcionario recordó que "la idea original la propuso el ministro (Sergio) Freixes, quien quería darles un espacio a los pequeños productores para facilitarles las ventas, y que los consumidores pudieran comprar a un precio diferencial".

 

En la primera feria, reunieron a 100 productores en el Parque de las Naciones, muchos de los cuales llegaron a las 18, el horario de cierre, sin mercadería, sinónimo de que habían excedido las expectativas iniciales. "La feria genera desarrollo en las economías regionales, ya no existe más la limitante de la falta de posibilidades para comercializar. Ahora aún los que viven en los parajes más alejados saben que vienen y venden, es un estímulo para producir más", reflexiona Rodríguez, quien aseguró que "el cuello de botella siempre fue la comercialización, porque la mayoría no tiene escala como para salir al mercado y entonces no tenían continuidad, y además viven a distancias largas de los centros urbanos, entonces también los ayudamos de manera gratuita a trasladarse ellos y sus mercaderías".

 

Enseguida armaron la segunda en el Parque La Pedrera y así fueron mechando San Luis y Villa Mercedes, que también agregó el Parque Costanera en la última, que fue un gran éxito. "Ya hay más de 800 productores registrados, obvio que no pueden ir todos a la vez a una feria, los vamos rotando, pero ellos se tienen que ir preparando, porque depende del volumen de materia prima que tengan para ganarse su lugar. Así se fomenta el valor agregado", agrega el funcionario, quien resalta que no hay presiones de parte del Gobierno: "Cada uno pone el precio que cree conveniente, aunque nosotros los asesoramos porque hay un equipo que compara los valores con los de mercado, para que ninguno se exceda y pierda ventas".

 

"En un día de feria los productores venden lo que producen en un mes", dice Eugenia Cantaloube, jefa del Programa Industria y Agroindustria y otra de las patas en las que se apoya la organización. Ella también destaca la interacción continua entre los propios productores, lo que termina ayudando a cerrar nuevos negocios: "Generamos un círculo virtuoso. En ferias anteriores nos visitaron proveedores de frascos o etiquetas, quienes finalmente lograron venderles a los feriantes de manera comunitaria y a bajo costo. Otro ejemplo fue el de un productor de duraznos de Nogolí, que tiene producción ociosa y  le venderá a un fabricante de dulces".

 

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