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“El humor gráfico me sirve para explicarme el mundo”

El hijo de Caloi dice que no le pesa la figura de su padre y que encontró en el dibujo la forma de hacer su duelo. En una charla exclusiva con Cooltura, habla de cómo encontró su camino en el mundo de la historieta, de su incursión en la poesía y de las canciones.

Por Juan Luna
| 24 de diciembre de 2018
Juan Matías Loiseau, no le teme a la figura de su papá en su profesión, aunque en algún momento quiso rebelarse para encontrar su propio estilo. Foto: Héctor Portela

En las viñetas que dibuja Juan Matías Loiseau, los personajes se sientan en el diván con frecuencia, dialogan sobre el amor, intentan ponerle nombre a sus dolencias y exponen sus miedos, casi siempre con una dosis justa de humor. Hablan poco, pero cada palabra que aparece en los globitos dice mucho. Tampoco abundan los objetos y muchas ve - ces basta una luna para representar un paisaje completo. Casi todo está teñido de colores pasteles, aunque a veces la escala de grises se hace imprescindible.

 

“Tute”, apodo que lo acompaña desde la infancia y seudónimo con el que él mismo se reconoce, se parece mucho a su obra. A sus 44 años, el humorista gráfico bonaerense ya tiene un nombre y peso propio dentro del mundo de la historieta y él lo sabe. En una charla exclusiva con “Cooltura”, repasa su ya larga carrera con trazos sim - ples, aplica las metáforas justas y cada tanto remata con un chiste a medida. Cuenta sobre su incursión en la poesía y de cómo conquistó un sueño de hacer música con su reciente disco “Canciones Dibujadas”. Tampoco le escapa a hablar de sus preocupaciones y de cómo encontró en el papel el antídoto para asimilar la muerte de su padre, el mítico “Caloi”.

 

Con su último libro a punto de salir a la luz (“Diario de un hijo” de Editorial Sudamericana), al que denomina “un duelo dibujado”, dice que no le teme a la figura de su papá en su profesión, aunque en algún momento quiso rebelarse para encontrar su propio estilo y terminó por aceptar que la suya era una influencia natural y necesaria, una de las tantas herencias que le dejó el creador de Clemente, que se le nota en la simpleza y riqueza de sus tiras, pero también en las comisuras del rostro, la distribución de la barba y la forma del cabello.

 

—¿Tute o Juan Matías?

 

—Tute, para todo el mundo. Menos para mi vieja que me puso el nombre y como buena madre defiende el nombre con el que me bautizó. Yo creo que si me decís Juan Matías, por ahí no me doy vuelta. Me dicen ‘Tute’ desde la primaria, estoy muy acostumbrado. Cuando tuve que elegir una firma artística, ya la tenía muy a mano.

 

—¿Qué es “Diario de un hijo”?

 

—Es un libro que terminé hace poco, que sale en diciembre a través de Sudamericana. Es una autobiografía dibujada, en la que cuento la relación con mi viejo desde mi nacimiento hasta su muerte.

 

—¿Y qué relación tenías con tu viejo?

 

—Nací en una casa de artistas. Con un padre humorista gráfico, una madre artista plástica, fuimos muy estimulados artísticamente. Mi hermano es músico, mi hermana es cineasta y fotógrafa, y yo soy dibujante. Al que salía abogado lo echaban a patadas (risas).

 

Este libro se centra en la relación con mi viejo. A partir de su muerte (N de R: falleció el 8 de mayo de 2012) surgió esta necesidad de dejar dibujada nuestra historia. Fundamentalmente pensando en Olivia, que es mi hija más chiquita, que no llegó a conocerlo. Un poco por eso y otro poco porque de alguna manera fue un duelo dibujado. Hice el duelo pensando y dibujando este libro.

 

—¿Cómo definirías tu vínculo con él?

 

—Si tuviera que decírtelo en una síntesis apretada, diría que fue una relación entrañable, tuve una muy linda relación con él, en la que hubo muchas coincidencias, afinidades, muchos momentos compartidos y mucho disfrute.

 

—¿Y con su obra como te llevás?

 

—He pasado por distintas etapas. Al principio tuve mucha influencia de él, una influencia buscada y negada al mismo tiempo, una influencia necesaria psicológicamente porque me daba mucha seguridad parecerme a él o que nuestros dibujos se parecieran.

 

Aprendía muchísimo, era de una admiración e idealización desmedida, incluso.

 

Después, tuve una necesidad contraria, de despegarme de él, de encontrar mi propia forma, mi propio estilo, mi propia voz. Una necesidad de pelearme mansamente, porque mi rebeldía fue bastante suave, pero con la firme necesidad de distanciarme, de encontrar mis propios mundos, y mis formas de abordarlos, de expresar lo que me pasaba, lo que sentía. Esa fue una etapa difícil y larga en la que tuve que encontrar mi propio camino, pero afortunadamente lo encontré.

 

Y después, si tuviera que dividirlo en tres partes, hubo una última etapa en la que logré un estilo personal, bien diferenciado del de mi viejo. Y sentí algo muy lindo que fue su admiración. Como si de pronto se hubieran invertido los roles o al menos se hubieran equiparado. Por primera vez, después de tantos años de admiración, que es lo más lógico y esperable con semejante figura, encontraba por primera vez su genuina admiración, no el orgullo de padre que es automático casi, sino la genuina y verdadera admiración de encontrar formas de resoluciones gráficas e ideas mías que él no tenía, y que le interesaban y le gustaban. Eso fue algo lindo de sentir.

 

—¿Cómo y cuándo te das cuenta de que encontraste tu camino?

 

—Es un proceso, no hay un momento. Hubo un momento que lo forcé y produje una serie de cambios pirotécnicos y artificiales, que me dejaron rápidamente en la vereda del frente de mi viejo pero también de mí mismo, porque ese dibujo no me representaba. Ahí volví al camino de esta influencia natural y tomé un camino más largo, sin atajos, pero que hay que recorrer que es el de la maduración.

 

A veces uno llega antes o después, pero es un camino que hay que andar. Eso se fue modificando lentamente con el tiempo hasta dejarme a una distancia prudencial.

 

—¿Te molesta ser referenciado como el hijo de Caloi?

 

Honestamente ya pasa poco que me referencien como el hijo de Caloi. Lo dicen, pero viene después. Esa etapa pasó y mi viejo hacía una humorada con eso. Decía: ‘Antes vos eras el hijo de Caloi, y ahora yo soy el papá de Tute’. A veces me hacen entrevistas y me sorprende que no me pregunten nada de mi viejo, y que no hagan referencia a él. Pero a mí me encanta hablar de mi viejo y que siga circulando.

 

—Ahora que hablamos un poco de tu estilo en la historieta, quiero preguntarte por los recursos gráficos. Por ejemplo, ¿cómo decidís los colores?

 

—El dibujo te pide lo que precisa. A veces te pide color o a veces pide quedar en blanco y negro, y a través de ese “blanconegrismo” hay una expresividad distinta. Hay páginas que por un tinte más melancólico o poético, les sienta mejor el blanco y negro que el color.

 

Después creo que en general en la elección de los colores, uno tiene una paleta y unas tonalidades con las que se siente cómodo y representado. Yo me siento cómodo y representado con esta paleta de colores pasteles, mucho más que con los colores más chillones, que a veces intento usarlos y los siento un poco ajenos.

 

 

"Con mi padre (Caloi) tuve una relación entrañable, hubo muchas coincidencias, afinidades y mucho disfrute".

 

 

—¿Y la síntesis cómo se logra?

 

—La síntesis es un camino. Es una búsqueda consciente de mi parte, para lograr expresar mis ideas con la menor cantidad de líneas posibles y lograr que se produzca el humor con la mayor economía verbal posible. Entiendo que en esa economía hay algo virtuoso, que el humor y el mensaje se potencian. Trato de que los elementos que están en el dibujo siempre tengan algún sentido dramatúrgico, que estén ahí por algo. Y si no tienen razón de ser, mejor que no estén.

 

—¿Cómo es el Tute poeta?

 

—Yo diría que hay una veta poética en mí, más que un Tute poeta. Siento que la palabra me queda grande. El poeta es el tipo o la mina que vive atravesado por la poesía y que todo lo que ve, lo mira, con una mirada poética. Pero sí te puedo decir que es una veta que está dentro de mí y dentro de mis intereses. Consumo poesía y trato de usarla como una herramienta para el humor o las canciones o todo lo que haga.

 

—¿Has probado otros géneros literarios?

 

—Escribí algún cuento pero me siento cómodo en la historieta y en la canción. En algún momento me sentí cómodo en la poesía, prescindiendo de todo dibujo, pero fue hace mucho, tenía veinte años. Creo que la poesía encontró su lugar dentro de mí como una cuerda más de la guitarra, como una herramienta a ser usada y que, de alguna manera, sé usar para lo que hago. Es una manera de contar y decir.

 

—¿Lo de componer canciones cómo surgió?

 

—Es algo que encontré. Me invitaron a escribir letras para unos tangos, lo hice sin saber si podía y pude hacerlo. Después seguí escribiendo un montón de cosas más y empezaron a surgir melodías de tanto trabajar con melodías ajenas, pero ya no de tangos. Las empecé a grabar, a armarlas, les puse letra y finalmente terminó convirtiéndose en un disco que se llama “Canciones Dibujadas”. Como no me animé a cantar, invité a cantantes profesionales a que las interpretaran.

 

En ese disco están grandes cantantes e intérpretes, como Inés Estévez, Ricardo Mollo, “Rolo” Sartorio (La Beriso), Manuel Moretti (Estelares), Charo Bogarín, Víctor Heredia, Gillespi, Jaime Torres. Me armé un dream team que interpretaron mis canciones y cada canción a su vez tiene un videoclip dibujado por mí o por otros ilustradores amigos.

 

—El sueño del pibe…

 

—Es un sueño. Imaginate, está Mollo cantando un tema mío con Charo Bogarín, y en ese mismo tema está Jaime Torres tocando el charango. En otro, Inés Estevez canta y Gillespi toca la trompeta, está Miss Bolivia que además escribió una glosita para la canción, Kevin Johansen, Lisandro Aristimuño canta una canción que le dedicó a mi viejo, Gustavo Ecclesia canta una que le dediqué a mi hija más grande, Dorotea.

 

—Y más allá de lo que escribís, ¿qué música escuchás?

 

—Lo mío es la música. No hay un género. Escucho folclore, rock, tango, jazz, clásica. Me gusta la canción, la música con letra.

 

—¿Hay una correspondencia entre tu música y tus dibujos?

 

—Uno siempre tiene las mismas cosas para decir y lo que va cambiando es de vehículo. Mitad para no aburrirse y mitad porque cada vehículo tiene sus reglas, sus beneficios y virtudes. Hay cosas que funcionan y tienen más impacto en formato canción, en una película, en un corto, en una tira, en una página o en un poema. En todos los formatos siempre estoy desmenuzando las mismas cosas.

 

Si yo pienso en para qué me sirve el humor gráfico es para explicarme el mundo a mí mismo, y el arte en general tiene esa misión, sirve para la indagación, la investigación, la reflexión, para analizar las cosas. Muchas veces siento que los dibujos que hago son la presentación de una duda en sociedad. Dejo esto acá, pensemos.

 

Otras veces la sensación es que uno está corriendo un velo, encontrando algo, en la conducta propia o social. Y otras veces es un escudo el humor, funciona como un mecanismo de defensa, o como una espada, un puñal, un arma con la que defenderse y hacer una crítica.

 

—En tus viñetas también exponés un poco tus ideas políticas o tu defensa a determinadas causas…

 

—Sí, porque ahora siento que tiene un sentido que lo haga, al llegar a un público más grande que cuando recién empezaba. Por otro lado, es una necesidad por los tiempos que vivimos, por las cosas que me golpean emocionalmente y que quiero expresar, entonces aprovecho el dibujo para dejar mis opiniones. De todas formas, me parece que todo trabajo artístico es político en mayor o menor medida. Muchas veces, en cosas muy puntuales del acontecer social o político que no puedo reflejar en mi chiste diario en La Nación, hago otro dibujo aparte y lo publico en las redes.

 

—¿Cómo ves el país?

 

—Hoy veo una Argentina que me duele, me duele la gente en la calle, la gente que se queda sin laburo, me duele ver cómo se recortan los derechos que había costado mucho conseguir, me duele entender cuál es la voluntad o modelo de este gobierno y me duele que ese modelo sea exclusivo y excluyente. Veo al país con mucha preocupación.

 

—¿Qué análisis hacés del mundo del dibujo en la actualidad?

 

—Veo que hay muchos jóvenes dibujantes. Pero hay dos buenas noticias y una mala: las dos buenas es que son un montón y que hay muchas mujeres en ese montón; y la mala es que dentro de la historieta que es un género muy amplio, veo que hay pocos en mi espacio, que es el humor gráfico.

 

—¿Qué le recomendarías a un joven dibujante que está empezando su camino?

 

—Le recomendaría que dibuje mucho primero, no hay otra forma de aprender que dibujando muchísimo. Que aprenda de sus maestros, que es la otra forma de entender este oficio: ver lo que hicieron los maestros, leer libros, buscar información, ampliar ese universo a dibujantes de otros países, de otras culturas, con otras experiencias. Y el último consejo que le daría es no quedarse solamente con eso e ir por más, porque uno va a poder dibujar únicamente lo que conoce. Hay que leer, conocer artistas de todos los géneros, de todas las disciplinas. Con el producto de todas esas cosas, malas experiencias por supuesto, uno puede empezar a pensar que tiene algo para decir.

 

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