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Juzgan a un anciano acusado de abusar de dos nietitas

Vivía con las mellizas, de 6 años. Fue descubierto por su ex cuando manoseaba a una de las nenas.

Por redacción
| 21 de febrero de 2018
No habló. La jueza Susana Bravo le preguntó al hombre de 68 años si quería declarar y él se negó. Foto: archivo

Héctor Juan Quercetti se sentó frente al tribunal y contestó cada una de las preguntas que el secretario de la Cámara Penal 1 le hizo sobre sus datos filiatarios. Dijo tener 68 años, y que en julio cumplirá 69. Respondió también que nació en la localidad cordobesa de Monte Buey, pero que vive desde hace unos años en Villa Mercedes, donde todos lo conocen como “El Pipi”. Pero cuando la jueza Susana Bravo le consultó si iba a declarar por el delito por el que lo enjuician, les contestó que no. El hombre está acusado de manosear a las hijas de su nuera, cuando él, las mellizas y su familia convivían bajo el mismo techo, y cuando ellas tenían apenas seis años.

 

El juicio contra Quercetti empezó el lunes. Como todos los debates sobre delitos contra la integridad sexual, transcurrió a puertas cerradas. Continuó ayer con la declaración de algunos testigos y seguiría hoy con la presentación de los alegatos, confirmó Gabriela Campana, del Centro de Información Judicial.

 

Los testigos previstos son sólo nueve. La madre de las nenas, el hijo del acusado y padrastro de las víctimas, la ex esposa de Quercetti, dos parientes de él, la docente de las criaturas, la psicóloga del Cuerpo Profesional del Poder Judicial que las entrevistó y dos de los policías que, al momento de la denuncia, trabajaban en la Comisaría 9ª. 

 

Aunque en la apertura del debate eligió no declarar, en agosto de 2014, cuando fue indagado por el juez instructor Alfredo Cuello sí lo hizo. “Yo no manoseé a las nenas”, dijo, de entrada. Argumentó que, para él, lo de la denuncia por abusos fue un plan ideado por su ex esposa para, de una vez por todas, sacarlo de la casa y quedarse con todos sus bienes.

 

Relató que unos siete meses antes de esa denuncia, la mujer lo llevó con un médico que le recetó unas pastillas.  Esa droga hizo que ya no reconociera a la gente, no se pudiera mover ni trabajar. “Me quería hacer pasar por loco y me internó en el hospital (…) Estuve ahí tres días, a un lado de un par de locos”, afirmó.

 

Aclaró también que su relación con las criaturas era “hasta ahí nomás” y que con su madre no era más cercana. Contó que, aunque no se llevaba mal con la mujer, nunca la aceptó porque trabajaba en “El caballito verde”, un cabaret. Aseguró que ni abrazaba a las nenas porque ni siquiera hacía eso con sus hijos. “Ellas dormían en su habitación, que está alejada de la mía”, declaró.

 

Le remarcó al juez que no tenía problema en someterse a un estudio psicológico para demostrarle que no era capaz de abusar de nadie. “A mí no me excitan las niñas de ocho años”, dijo. Y subrayó que su ex mentía. 

 

Quercetti fue denunciado por su nuera el 7 de mayo de 2013. Lo hizo porque el día anterior su suegra y ex del acusado le confesó que había sorprendido al hombre tocando a una de sus hijas.

 

Le contó que había sido cinco días antes, el 2 de mayo, como a la una de la mañana. La madre de las menores y su marido habían pasado la noche en la cochera, festejando el Día del Trabajador.

 

Aunque Quercetti ya estaba separado de su esposa, los dos seguían viviendo en la casa de su hijo mayor, el padrastro de las criaturas, en el domicilio de Aviador Origone. La abuela de las pequeñas narró que la noche en cuestión estaba en su habitación, intentaba dormir, pero el ruido que hacía la puerta del dormitorio de las nenas no la dejaba.

 

“Me levanté, fui y empujé la puerta. No lo podía creer. Jamás me lo hubiera imaginado”, expresó. Su ex, según ella, manoseaba a una de sus nietas mientras dormía. La tocaba por encima de la calza con la que se había acostado.

 

Unas semanas después, cuando las mellizas fueron entrevistadas por la psicóloga Hanya Costa, en Cámara Gesell, confirmaron lo que la denunciante comenzó a sospechar cuando se enteró del abuso. Descubrieron que el anciano también pudo manosear a la otra chiquita.

 

Esa posibilidad se desprendió de lo que contó esa segunda víctima. “'El Pipi' es malo (…) Yo me llevo mal con él, porque antes a la R. le tocaba la cola. Ella me contaba que 'El Pipi' la tocaba”, relató.

 

Con sus palabras, relató que una noche, mientras ella dormía y su hermana veía dibujos animados, en su habitación, su abuelo entró y manoseó a la otra nena.

 

“A mí me tocó una vez, a la R. dos veces”, recordó. Por lo general lo hacía a la noche, pero una vez lo hizo de día. “Yo estaba viendo dibujitos con mi hermana y después vino y me tocó la cola… Me tocó”, remarcó, se puso de pie e indicó con una mano una de sus partes íntimas. “Me tocó donde hago pichí, por afuera de la ropa”, aclaró.

 

R. no se animó a hablar sobre lo que Quercetti le hacía, pero sí se lo dijo a su maestra. Un día, durante el recreo, la docente notó que la chiquita no estaba bien. Hacía un tiempo que la veía cambiada, un tanto rara, nerviosa. Le preguntó cómo eran su mamá, sus tíos y su abuela con ella. De todos en la familia habló bien, pero cuando la mujer le mencionó a su abuelo, R. rompió en llanto.

 

Con la cabeza gacha, le confesó que cuando su mamá y su padrastro se iban a trabajar al galpón que tiene en la casa el anciano se aprovechaba de ella. “Él me hace cosas”, alcanzó a decirle a una docente, que no quiso ahondar en preguntas que, en realidad, no sabía cómo hacer.

 

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