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Los jinetes fueron protagonistas en la segunda jornada del Caldén

Montar caballos chúcaros no es para cualquiera. Hace falta decisión, coraje y amor por la tradición.

Por Leonardo Kram
| 11 de marzo de 2018
Gauchos con acento. Rafael Saffos, Francisco Soler y Lucas Viani llegaron desde Río Grande do Sul, Brasil. Fotos: Martín Gómez/Martín Rodríguez.

Eran las 19:24 en el flamante predio "Julio Freixes" cuando un jinete cayó pesadamente. De espaldas, con su camisa blanca llena de polvo, sólo le tomo milésimas de segundos despabilarse y en el mismo movimiento volver a montar al caballo negro de patas blancas, que pensaba erróneamente que había ganado la batalla. El sol se alejaba detrás de una las tribunas y el público, cerca de 10 mil hombres y mujeres de todas las edades y puntos del país, aplaudió el coraje del jinete, que segundos después, con un aire de frustración, salió por el costado del escenario. En la doma, como en la vida, se gana y se pierde noche a noche.

 

El gaucho, un valiente casi anónimo, era uno de los 22 jinetes puntanos que participaron del torneo provincial de doma que dio inicio a la segunda jornada del festival más importante de la provincia y uno de los más convocantes del país. Luego vendrían 55 domadores más para las tres rondas clasificatorias de El Caldén de Oro, en tres categorías diferentes: grupa, basto con encimera y crina limpia.

 

Hoy será la gran final de la competencia. Jinetes de Salta, Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires, Entre Ríos, Corrientes y hasta de Brasil se acercaron al sur provincial para medir fuerzas. “Me llamo Barbona y soy de Mercedes, Corrientes”, dijo uno de los competidores que se animó a hablar. La mayoría mostraba timidez y se agrupaba en la entrada principal. Más de uno consultaba al enviado de El Diario si se trataba de la TV Pública, siempre un imán irresistible, porque lleva las acciones de lo que pasa en el sur de San Luis a todo el país, visibiliza lo que permanece oculto durante el resto del año.

 

Todos tenían boinas rojas, azules o negras. Algunos optaron por usar botas, pero la mayoría andaba en alpargatas. Otros se acomodaban sus facones al cruzar las vallas. “Ahora tenemos un segundo Jesús María”, dijo sonriente un joven jinete, que fue invitado por ser subcampeón de crina limpia, la categoría en la que hay que aguantar ocho segundos sin nada de donde aferrarse.

 

“Traigo a mi hijo a jinetear, mi padre fue jinete, mi hermano también. Mi sobrino fue campeón en Jesús María”, enumeró Juan Ramos, pampeano de Santa Rosa. El hombre observaba el flamante escenario de 986 metros cuadrados, en el que se pondrían a prueba sus familiares. El pasto verde estaba tan solo interrumpido por tres palenques en un costado de las gradas. En el escenario ya probaban el sonido. “La jineteada para nosotros es un deporte, que después se hace un modo de vida. Uno lo mama de chico y se transforma casi en un trabajo”, describió Juan.

 

Sentados en una de las tranqueras, tres brasileños aguardaban junto a los cerca de 80 caballos traídos de Córdoba, La Pampa y Buenos Aires en su mayoría. “Aquí el pueblo valora mucho la tradición, en Brasil ha quedado algo olvidada”, afirmó Francisco Soler, quien llegó de la región de Río Grande do Sul, cerca de la frontera con Uruguay. Lo acompañaron Rafael Saffos, actual campeón de la categoría crina en Jesús María, y Lucas Viani, “el futuro bastero de Jesús María”, según sus compañeros Soler. Saffos se mostró humilde, a pesar de ser uno de los campeones. “Es una pasión que tengo desde chico”, afirmó.

 

A las 18 comenzó el sorteo. Cada competidor debería enfrentarse a un animal desconocido para ellos. Daniel Pires, el capataz de campo, encargado de la jineteada y el sorteo, llamaba a los jinetes. Un asistente los hacía elegir al azar un número azul de una bolsa del mismo color. Minutos antes de las 19, ya estaba todo decidido. “Estoy pisando el estribo para empezar la jineteada. El Caldén es una fiesta que pinta para quedarse en el país y una de las grandes que hay en el país, de primer nivel”, aseguró el hombre de campo nacido en América, provincia de Buenos Aires.

 

Los tropilleros también se mostraban expectantes junto a la tranquera. “Esta es la vidriera de la tradición en San Luis”, afirmó Javier Alonso, de Unión. Hace 20 años cría caballos, tiene 20 "reservados" listos para salir al ruedo y confía en que en la jornada final cinco de sus animales se mostrarán al público. “Esto no es maltrato”, dijo, consultado sobre la polémica suscitada en los últimos años por asociaciones proteccionistas. “Son segundos. Tiene más maltrato el caballo de un carro o el de las carreras de turf, porque se usan sin la edad de desarrollo adecuada. Acá llegan animales que ya están desarrollados, de 3 o 4 años, que ya han solidificado las articulaciones. No se echan a la pista caballos nuevos. Si los tropilleros no les diéramos uso en los ruedos de la jineteada, al no poder domarlos terminarían en un frigorífico”, argumentó.

 

A las 19:30 ya se preparaban los nuevos jinetes. Pires colocaba su caballo detrás de cada animal furibundo, con su jinete en posición. Un niño de no más de 3 años observaba cada movimiento a través del alambrado, quizá soñando con domar en el futuro. Hay mucha juventud en Nueva Galia, más de la que uno podría imaginar. “Seguir las tradiciones del país es importante. Si no las seguimos nosotros, ¿quién lo va a hacer?”, reflexionó Malena Orfila, quien había venido desde Santa Rosa junto a su hermano Agustín y su amiga Luciana Chada. Los tres usan bombachas y camisas. Las adolescentes combinaban con los mismos pañuelos y boinas azules. La tradición se siente más viva que nunca en El Caldén.

 

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