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Sebastián Llanos, de scout a voluntario de Unicef en Haití

Trabajó dos días "full time" en un orfanato donde atendió a 120 niños. Ahora, sueña con ayudar en África.

Por redacción
| 12 de marzo de 2018
Nuevos amigos. Cada vez que lo permitían, Seba pudo capturar la felicidad de los nenes del orfanato, a quienes atendió por dos días. Foto: gentileza Sebastián Llanos.

Un centenar de recuerdos afloran en la mente de Sebastián Llanos. Son como destellos o flashes que entrecruzan su cabeza y aceleran su corazón. Hace una semana, el joven fue voluntario de Unicef y viajó a Haití para atender a 120 niños que vivían en un orfanato en Puerto Príncipe, la capital. "Esta experiencia superó todas las expectativas, me llenó el alma de felicidad", aseguró. Su próximo anhelo es poder replicar esas tareas en alguna localidad de África.

 

Era un anhelo que tenía hacía tiempo y que con 28 años pudo concretar. "Me interesaba que fuera en los países más vulnerables y gracias  a un contacto mío que es scout en Colombia, me enteré que tenían programas de este tipo. Tuve que rendir un examen en francés, porque es el idioma del país, estaba medio nervioso pero resultó que también hablaban inglés americano, con el que me sentía más cómodo. Me encontré con diez argentinos y gente de otros países", contó.

 

El pase para desembarcar en la isla fue una entrevista presencial en la que evaluaban cincuenta puntos relacionados a experiencias en actividades sociales, aspectos psicológicos y el desenvolvimiento oral. Haber tenido 23 años dentro del grupo Scout Nº 250 "Fray Mamerto Esquiú" le vino al pelo.

 

"Rendí la mañana del miércoles 28 de febrero y esa misma noche me dieron el vuelo para ir a Puerto Príncipe. De los 10 argentinos quedamos 6. Depende de la calificación que obtenías, y por tu formación, te destinaban a un hospital o a un orfanato. Viajamos con un coordinador colombiano que nos dio varias charlas para saber cómo manejarnos en la isla", contó Llanos.

 

El orfanato en el que cumplió distintas tareas estaba en Puerto Príncipe. Allí asistían 120 nenes que tenía entre 3 y 11 años. Algunos vivían en el lugar tras haber quedado huérfanos, otros pequeños habían sido abandonados por sus papás mientras que otro grupo sólo pernoctaba durante el día para que pudieran comer y estudiar.

 

"Por ser la primera vez, estuvimos dos días full time. Apenas llegamos por la mañana, nos presentaron a los chicos. Hicimos canciones, saludamos uno por uno, les contamos de dónde veníamos y dimos el servicio del desayuno, el almuerzo y la cena. Durante la clase interactuábamos con los profes para ayudarles en actividades sencillas y darles apoyo escolar", describió Sebastián.

 

Los niños quedaron "chochos" con las canciones y juegos que Llanos les enseñó, y que eran los que más de una vez puso en práctica en los campamentos scouts.

 

Las tareas en el orfanato incluían la limpieza, darles las comidas diarias y contenerlos, en especial a la noche que es cuando los menores sufrían la ausencia de sus padres. "Se deprimen, se largan a  llorar porque extrañan. Así que hicimos guardias para contenerlos y acompañarlos al baño. Te impacta la pobreza, la vulnerabilidad y la falta de contención que tienen. El segundo día, apenas te levantás corren a abrazarte", recordó entre sonrisas.

 

Al otro día, la misión fue salir a Leogane, una localidad vecina a la capital haitiana, y concientizar a las familias para que manden a sus chicos al orfanato y puedan recibir educación. Pero el panorama con el que se encontraron los asombró. "Encontramos de todo. Como hay mucha inseguridad, la gente está con escopetas en mano, en los comercios, que son pocos, el vendedor te atiende con un arma porque les roban por la pobreza que hay. En las familias hay muchas niñas que no asisten al colegio y les comentamos a sus papás lo importante de la educación. Nuestra idea era generar un cambio y nos pusimos contentos de que algunos buscaran un futuro mejor para sus hijos", señaló.

 

Ese día, la experiencia en el 250 también dio frutos y Sebastián fue elegido como el coordinador de la tarea.

 

"Esto superó todas las expectativas, me llenó el alma de felicidad. Tengo la teoría de que las cosas pasan por algo: yo no estaba pasando por un buen momento personal y me propuse hacer esto que me terminó llenando. Me dejó la enseñanza de que hay cosas peores, de que todo se puede, eso intento transmitir. Que la enseñanza y el aprendizaje llenan mucho, el poder aportar y hacer algo. Porque a veces nos quedamos con las ganas, decimos qué bueno está, pero pasa de largo y hay que ir más allá a ver qué hay", sostuvo.

 

Tras concluir las 48 horas del voluntariado, los coordinadores evalúan a los integrantes y otorgan una puntuación que puede abrir puertas a destinos más lejanos y con mayores necesidades. "Dentro de Unicef Colombia hay programas para viajar a África, que es mi sueño. No quiero que me lo cuenten, quiero vivirlo", remarcó.

 

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