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Horacio Accavallo, de ciruja a campeón mundial

Nació en Lanús. A los 8 años quería ser boxeador. Fue botellero, recolector de cartones, faquir, acróbata, y payaso del circo Sarrasani. Fue campeón del mundo a los 32. Se retiró con toda la gloria. Se cumplieron 51 años de aquella inolvidable noche.

Por redacción
| 17 de marzo de 2018
Horacio Accavallo. Fue campeón argentino, sudamericano y mundial de los Mosca. Hizo 83 combates, ganó 75, 34 por nocaut, perdió 2 y empató 6. Fue el segundo campeón mundial argentino. Foto: Archivo.

Han pasado 51 años desde  que un argentino –el segundo en este caso- se coronara campeón mundial de boxeo, en la categoría Mosca. Parecería que fue ayer cuando nos llegaban las imágenes en blanco y negro y en horarios diferidos, del triunfo de Horacio Acavallo frente a Katsuyoshi Takayama por puntos en fallo dividido en Japón. De esa manera, el púgil nacido en Villa Diamante, partido de Lanús en la Argentina, se convertía en el primer campeón mundial que tuvo el joven promotor argentino Juan Carlos Lectoure, administrador y gerenciador del mítico Luna Park.

 

Tuvo su gran oportunidad cuando saltó del quinto al segundo lugar en el ranking mundialista, Acavallo venía de una extensa campaña boxística en Italia de donde era oriunda su familia y en la Argentina comenzó a edificar su carrera en base a mucho sacrificio de la mano de “Tito”, el mandamás del boxeo argentino. Fue el mismo Lectoure quien le consiguió la chance mundialista y vaya paradoja del destino fue en Japón en el Nippon Budokan en Tokio, donde 11 años atrás, el 26 de noviembre de 1954, se había coronado campeón mundial Pascual Pérez al vencer a Yoshio Shirai. 

 

Pero para llegar a ese lugar de privilegio, “Roquiño” (así le decían a Acavallo), tuvo que recorrer un largo camino, plagado de dificultades y combates muy duros. Entre ellos, uno que disputó en 1958 frente al campeón mundial mosca Salvatore Burrini en Cagliari Italia y donde el argentino le había pegado una soberana paliza.

 

Ya radicado en la Argentina Accavallo llenaba el Luna Park, se convirtió en un púgil taquillero, dueño de un estilo aguerrido, frío y calculador, así en base a esas cualidades había comenzado a edificar su carrera algo muy difícil en su categoría.

 

Ante la inmensa convocatoria que generaba Acavallo en el Luna, -ya era campeón argentino y sudamericano-. Lectoure vio el suculento negocio que podía hacer. Le ofreció a Salvatore Burrini pelear con Acavallo  en el Luna sin que éste expusiera la corona. Los italianos no querían saber nada, siempre había excusas, el argentino estaba quinto en el escalafón  y necesitaba subir si quería pelear por algún título, finalmente aceptó a cambio de 30 mil dólares pero antes, quiso darle una chance al australiano Rocky Gallettari. No pudo ser y le quitaron la corona.

 

Simplificando, no había campeón mundial pesos Mosca. En consecuencia la WBA mandó a pelear al primero de la escala mundial Hiroyuki Ebihara con el segundo; el argentino Horacio Acavalllo.

 

Así se escribió parte de la historia de este diminuto púgil que en su vida anterior había sido botellero, recolector de cartones, faquir, acróbata y payaso del circo Sarrasani, ex jugador de las inferiores de Racing y por si fuera poco, lustrador de calzado en las esquinas porteñas. Horacio Acavallo era zurdo, había nacido el 14 de octubre de 1934. Un verdadero personaje creado en la más extrema pobreza, siempre recordaba que a los ocho años ya quería ser boxeador y que su padre, don Lucano, nacido en  la italiana Pietrapertosa, provincia de Potenza le sabía decir; “Oste tiene que trabacar que boseo ni boseo”. 

 

Con las fajas de campeón argentino y sudamericano en la cintura, con 32 años de edad, viajo a Japón en busca de la gloria o el fracaso. La velada sería el primero de marzo de 1966. Presidía la delegación el propio Lectoure, el doctor Luis Mancuso, el manager Héctor Vaccari (dueño de una cadena de heladería en Mar del Plata y después intendente de Chivilcoy) y su técnico Juan Aldrovandi. Después de dos semanas de duros entrenamientos en el Akasaka Prince Hotel, Tito se entera que Ebihara se había lesionado y la pelea no se haría. La información la había llevado el traductor de origen peruano Pablo Takahashi, de la embajada argentina. La desazón y la bronca pegó fuerte en la delegación pugilística.

 

 Faltaba poco para que se concretara el sueño y todo se venía abajo por una lesión impensada. Tito Lectorue rápidamente habló con el titular de la Word Boxing Associaton (Asociación Mundial de Boxeo) el norteamericano Emile Bruneau para buscarle una solución a semejante problema. Vía telefónica, el yanqui le dijo; “Si se lesionó el uno (Ebihara), el dos ya está en Tokio y el tres también es japonés, que peleen el dos –el argentino– y el tres Katsuyoshi Takayama. El ganador obligatoriamente tiene que darle la chance en su primera defensa a Hiroyuki Ebihara”. 

 

Y así fue,  la pelea fue pactada a 15 rounds y estaba en juego el título mundial mosca (vacante) AMB y CMB. 
Los periodistas, Emilio Lafferranderie, (El Veco), de El Gráfico, Cherquis Bialo y el fallecido Julio Ernesto Vilas, dijeron que antes de sonar el primer campanazo y mientras a Acavallo se le colocaba el protector bucal, Takayama le  pegó un golpe en el rostro a "traición" que fue reglamentario, pero no dentro del código de honor del boxeo. 

 

Los mejores round del argentino fueron; el cuarto, el quinto y los últimos tres, Accavallo ganó por decisión dividida. 73-69 para Accavallo. 71-70 para Takayama y 74-67 para Horacio Accavallo.
El argentino había dado una verdadera muestra de coraje y hombría conquistando el título. La fiesta en la Embajada Argentina fue imborrable e inolvidable. Hubo empanadas, vino y una guitarreada con Eduardo Falú que andaba  de gira. Al día siguiente, la delegación con los  trofeos a cuestas, el sueño cumplido y el título mundial en la historia, embarcaban hacia Buenos Aires en la Canadian Pacific con escalas en Anchorage, Los Ángeles, México, Lima y 32 horas después, estaban en Ezeiza. La primera defensa la hizo en el Luna Park el 15 de julio de 1966 frente al japonés Hiroyuki Ebihara a quien derrotó por decisión unánime.

 

Su segunda defensa fue el 10 de diciembre del mismo año ante el duro  mexicano Efrén "El alacrán" Torres. Fue tal vez la pelea más dura del argentino incluso cayó en el cuarto pero al cabo de los 15 round, lograba otra exitosa defensa reteniendo los títulos por decisión unánime. La tercera y última defensa fue otra vez ante Hiroyuki Ebihara, el 11 de agosto de 1967, también en el Luna Park, y volvió a vencerlo. Las tarjetas fueron; 297-296  para Accavallo, la segunda fue empate; 294-294 y la tercera fue para el argentino; 298-293.

 

Ya retirado del boxeo cuando concurría al Luna Park, se sentaba en primera fila del ring side y pagaba su entrada. Tito, sabía decir, “Jamás aceptó una invitación”. Consultado el ex púgil manifestó; “Si puedo comprar una entrada de ring side en primera fila, es porque puedo pagarlo y debo hacerlo por respeto a los boxeadores, que cobraban su dinero gracias a la recaudación”.

 

Cherquis Bialo decía que Acavallo era muy hábil para los negocios y muy exigente, cuenta que muchas veces decía, “Yo era un extraordinario jugador de fútbol, pero el boxeo me atrapó, porque el único protagonista soy yo y toda la plata es para mí, por eso me hice boxeador”.

 

En una nota imperdible, Cherquis Bialo escribía; “Aquel promotor que soñó con conducir a un boxeador hasta el campeonato mundial, lo logró a través de ese hombre simpático, con pasado de payaso de circo y de botellero, que derrochó coraje y sangre en el Luna Park.

 

El mismo que, ya a punto de hacer una defensa, le dijo a Lectoure que dejaba el boxeo. -Me cuesta horrores dar el peso, Tito, sufro demasiado, ya no quiero más. -Pero falta poco para la defensa -dijo Lectoure-. ¿No te animás a un último esfuerzo? -No, Tito, no. ¿Sabe qué pasa? Que si llego a perder, dejaré de ser campeón, pero si me retiro ahora seré campeón mundial para siempre. El hombre acostumbrado a medir y sopesar negocios, supo también que el verdadero “negocio” es la gloria, más que el dinero. Y quedó para siempre campeón mundial. Un ídolo.
 

 

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