Una innecesaria cuota de dramatismo en un Sanatorio

Cuando uno tiene un pariente en un quirófano, suele estar preocupado, o al menos nervioso por lo que le puede deparar el destino. Son minutos que parecen horas, el tiempo no pasa y lo único que esperamos es que salga el médico con una sonrisa y nos diga que todo salió perfecto. En el único sanatorio donde atienden a los pacientes de PAMI le ponen una cuota de dramatismo innecesaria al difícil momento de una operación. Quizás es por cuestiones edilicias, ya que se trata de un viejo edificio lleno de pasillos y vericuetos, pero lo cierto es que los pacientes fallecidos pasan en una camilla (cubiertos hasta la cabeza, eso sí), por delante de todos los que están esperando saber la suerte de algún familiar. O incluso también es un espectáculo sumamente tenso para quienes aguardan por un turno en consultorios externos. La camilla, conducida con mano maestra, pasa a mucha velocidad rumbo a la morgue y todos cruzan miradas de espanto. La semana pasada dos personas mayores aguardaban sentadas lejos del quirófano que terminara una operación, por lo que sólo vieron pasar a la camilla con su carga de muerte. Fueron corriendo hasta la puerta del quirófano para preguntar quién era el malogrado paciente. Al final, la ruleta del destino había marcado otra familia, pero el susto no se los quita nadie. ¿Y si prueban con abrir algún nuevo pasillo lejos de la vista del público?