El triunfo de la izquierda en México, de la mano de Andrés Manuel López Obrador, no sólo confirmó la tendencia de las alternancias ideológicas en América, además, resulta un interesante “experimento geopolítico”, cuyo desarrollo será material de estudio de las ciencias, más allá de cualquier final posible.
La base de ese experimento accidental de la geopolítica, con epicentro en México, nace respecto a su todopoderoso vecino del norte, Estados Unidos; gobernado por un presidente, Donald Trump, ubicado en las antípodas del pensamiento de AMLO. Con esa sigla, el mundo de los medios llama a López Obrador, probablemente en el afán de ahorrar horas de trabajo a los redactores periodísticos.
El triunfo de la “izquierda” mexicana, ocurre en un momento en que la “derecha” estadounidense muestra su cara más feroz, hacia los millones de mexicanos que residen en EE.UU., (más de 36 millones), y los mexicanos que desean ingresar cada año a Estados Unidos, más de un millón. Un momento de muros y declaraciones fuertes.
López Obrador ganó las elecciones presidenciales con un claro apoyo de los votantes, en torno al 53%, de acuerdo con los resultados oficiales. Con casi 20 puntos de ventaja sobre su más inmediato perseguidor. Pero fue más allá: ganó en 31 de los 32 estados del país, incluyendo los del norte en los que nunca antes tuvo apoyo.
Y la historia va por caminos paralelos: Donald Trump llevaba sólo diez días como presidente de Estados Unidos en enero de 2017, cuando Andrés Manuel López Obrador anunció una gira por este país para “defender a los migrantes”. En su viaje por distintas ciudades de EE.UU., el entonces precandidato mexicano acusó a Trump y sus asesores de hablar de los mexicanos “como Hitler y los nazis se referían a los judíos” y de apoyar “una campaña de odio que es neofascista”.
Más tarde publicó un libro sobre ese viaje, titulado “Oye, Trump” y dijo que decidió enfrentar al gobierno de EE.UU. mientras el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, guardaba silencio. Todo esto generó polémica y sospechas de que López Obrador buscaba utilizar el alto rechazo que Trump genera entre los mexicanos para lograr votos para sí mismo, algo que negó. Y a medida que se afianzó en la campaña, muchos vincularon su apoyo popular con lo que hace Trump al otro lado de la frontera.
Con la victoria consumada en las urnas, miles de análisis intentaron explicar lo que había ocurrido, y lo que podrá ocurrir. Pero quizás la palabra de algunos personajes muy relevantes, resulte interesante de reproducir:
“Con sus ataques e insultos a los mexicanos, Trump ha favorecido a López Obrador, con gran irresponsabilidad, pues Estados Unidos tendrá problemas con un gobierno populista y demagogo”, dijo el mes pasado el escritor peruano y premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa.
López Obrador confirmó a menos de 24 horas de la victoria, que ambos líderes tuvieron una primera conversación telefónica de media hora de la que destacó el “trato respetuoso” y en la que hablaron sobre cómo reducir la migración y mejorar la seguridad.
Horas antes, el mismo día de la elección, Donald Trump utilizó Twitter para felicitar al presidente electo de los mexicanos, con quien aseguró estar deseoso de trabajar conjuntamente por el bien de ambos países. “Felicitaciones a Andrés Manuel López Obrador por convertirse en el próximo presidente de México. Espero con ansias trabajar con él. ¡Hay mucho por hacer en beneficio tanto de Estados Unidos como de México!”, escribió el mandatario estadounidense.
Los dichos de los presidentes estuvieron alejados, en esos primeros momentos, del fatalismo anunciado por Vargas Llosa, lo que no quita que “acierte” en el futuro. Porque un triunfo de esa magnitud, en ese lugar, y en este momento histórico, es y será objeto de miles de análisis.
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