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“Voy a militar hasta el último día que tenga conciencia”

La vicepresidenta de Uruguay dialogó con “Cooltura” y habló de su país, de las próximas elecciones, de la Argentina, la región y el mundo. El papel de los jóvenes, el aumento del individualismo, la crisis migratoria y la situación de los países de América del Sur son los temas que más le preocupan.

Por redacción
| 14 de enero de 2019

A las 12 en punto del mediodía Lucía Topolansky, vicepresidenta de Uruguay, militante de muchos años y compañera del ex presidente José “Pepe” Mujica, atiende el llamado de “Cooltura”. El número proporcionado por el nexo entre esta revista y la primera mujer en ocupar un puesto de esa relevancia en su país era de su propia casa, algo que quedó develado en el transcurso de la conversación.

 

Sorprende su capacidad de oratoria, su claridad de conceptos y, sobre todo, su sencillez, una cualidad que suele faltar en las personas que tienen las dos primeras.

 

Pese a la agenda ajustada que puede tener cualquier vicepresidente en ejercicio, Lucía tiene tiempo para responder la requisitoria de una revista del interior de un país que no es el suyo. El tiempo en su caso se hace, se administra bien. Mientras responde también se dedica a algunas tareas del hogar.

 

En la nota habló de todo: de su visión del feminismo, de la situación argentina y de la región, del mundo… del uruguayo, del regional y del cotidiano.

 

Suele decir que logró ganarse su lugar a los codazos y que el carisma de su marido le ha dificultado de alguna manera darse a conocer como hasta ahora. No debería. Sus reflexiones y sus respuestas son dignas de escuchar una y otra vez.

 

 

 

—Usted se declara defensora de los derechos de la mujer pero no feminista. ¿En qué radica la diferencia?

 

—Hablar de movimientos feministas actuales es hablar de un abanico gigantesco. Algunos están presentes en Uruguay, otros no. Me parece más sensato políticamente luchar por la igualdad, los “ismos” siempre tienen problemas en los extremos.

 

 

—Su país consiguió aprobar varias reivindicaciones que los movimientos feministas alrededor del mundo reclaman, como la despenalización del aborto. ¿En Uruguay esto no tuvo nada que ver con los movimientos feministas?

 

—Hubo movimientos pero no fueron los únicos que peleaban por eso. Uruguay por suerte es un país laico y se pueden discutir estos temas. En Uruguay el tema de la despenalización del aborto fue un tema de justicia, porque morían las mujeres pobres que tenían que ir al aborto. Por eso es un problema neto de justicia social. La ley lo que hizo fue transparentar un hecho a voces. No por eso iban a abortar más o menos mujeres, pero todas la que lo hicieran lo harían en igualdad de condiciones y teniendo un equipo técnico que las apoyara. Fue una buena solución.

 

 

—En Argentina el movimiento feminista es muy fuerte ¿por qué cree entonces que nuestro país no pudo avanzar en leyes como las uruguayas? ¿Somos más conservadores?

 

—No pienso que sean más conservadores. El problema es que la Iglesia está con el Estado. Nosotros nos sacamos ese problema de encima hace muchos años y eso nos da libertad de pensamiento, de ideas. Los sectores confesionales pueden dar sus ideas a sus seguidores pero no tienen por qué imponerlas a todo el resto. Acá hay libertad de culto. En Argentina el peso que tiene el ser un estado confesional permea todo. Por eso la lucha del movimiento de mujeres allá va a ser más dura, más larga. Sin embargo dentro de la Iglesia Católica, no sé otras confesiones, hay una mayor apertura. Creo que hay evangélicos más cerrados. Nosotros tuvimos sacerdotes como Luis Pérez Aguirre que explicaban y daban razones para que existiera un aborto legal porque reconocían el problema para la gente más pobre. No sé cómo juegan los evangélicos allí.

 

 

—¿Qué siente cuando la comunidad internacional considera a Uruguay en la vanguardia de las políticas de Derechos Humanos?

 

—Ojalá esa realidad la podamos hacer trascender más allá. A las leyes que son un avance jurídico, la población las tiene que hacer suyas y pedir su cumplimiento al mango. Pero las leyes no han sido aprobadas por unanimidad, sino por mayoría. Ahora está en nuestra tarea convencer a la minoría de que valió la pena la ley del aborto porque no han muerto más mujeres por abortos, no han quedado con infecciones peligrosas para su vida y no ha habido aumento de interrupción del embarazo, al contrario, se dio una visión integral y los médicos pueden tener objeción de conciencia. En esos casos la salud pública suple a esos profesionales que tienen el derecho a la objeción de conciencia. Estamos en la lucha ahora porque esos derechos se hagan efectivos en beneficio hacia la sociedad. Me alegro de que el mundo nos mire así pero no terminé de trabajar todavía.

 

 

—Hablando de derechos humanos y en un contexto de aumento de la xenofobia a nivel mundial su país anunció que se iban a simplificar los trámites para los extranjeros para acceder a la residencia ¿Qué opina de lo que está pasando con los migrantes de Centroamérica y sobre lo que está pasando en el resto del mundo?

 

—El tema de la migración en el mundo en este momento es cruel. Cuando veo esa caravana de 8000 -según Naciones Unidas- donde hay una cantidad de mujeres pobres que huyen de situaciones duras de su país y que hay niños que viajan solos, uno no puede más que conmoverse. Los países ricos no ganan nada colocando muros, no lo resuelven. Cuando alguien se siente desesperado se arriesga el todo por el todo para salvar su vida. No todos llegan porque en Europa el Mediterráneo se ha convertido en un cementerio, pero llegan muchos. Creo que los países desarrollados se equivocan. Tienen que hacer una especie de plan Marshall y ayudar al desarrollo, y entonces la gente no se va a ir. (N de R. La entrevista fue anterior al nuevo plan migratorio acordado entre México y EE.UU.) No basta con paquetes de comida que Naciones Unidas con un aparato gigantesco le reparte a las caravanas de migrantes famélicos, hay que hacer un plan de desarrollo y poner infraestructura, hospitales, escuelas, fuentes de trabajo. Y así Trump no va a tener que vociferar y estigmatizar gente que está acorralada. Esos migrantes ya vienen con un estigma. Hay determinado tipo de publicidad, prensa, que te da manija que son delincuentes que te van a sacar el trabajo. Somos todos habitantes de este planeta. En Uruguay que tiene un gran problema que es la demografía, cuya población se plantó en 3,3 millones, los habitantes deberíamos aplaudir la llegada de migrantes que por lo general son muy jóvenes. Podría haber doce, quince millones de habitantes y ahí seríamos un país más fuerte.

 

 

—¿Cómo está la relación con nuestro país hoy? ¿Les ha afectado de alguna manera la crisis argentina?

 

—En primer término a Uruguay le afecta lo que pasa en Argentina y en Brasil porque somos muy pequeños. Aquí hay un dicho que dice que si en Brasil o Argentina se resfrían aquí nos engripamos. En segundo término en relación con Argentina tenemos una cuenta favorable de turismo, esperamos no perderla ahora. Pero además tenemos una proximidad muy grande, y con la diferencia cambiaria perdemos consumidores nacionales que se van a comprar a Argentina y eso nos afecta. Y finalmente, entre Uruguay y Argentina somos primos hermanos, no hay un uruguayo que no tenga un familiar en Argentina y es muy doloroso porque es casi como que nos esté pasando a nosotros que haya un aumento de la pobreza y que haya una perspectiva muy complicada, porque la deuda con el FMI se va a tener que pagar por muchos años y eso va a ser muy duro. Pero también somos respetuosos de la soberanía de los pueblos -así como a nosotros no nos gusta que se metan con nuestros asuntos- y si los argentinos en el acierto o en el error eligieron esos representantes, en el acierto o en el error porque los pueblos también se equivocan, debemos respetarlos.

 

 

—¿Y a la región como la ve? ¿Sería necesario revitalizar el Mercosur?

 

—Los tratados comerciales son vitales para los países, más para un país pequeño como Uruguay. Me es una idea interesante que tiene un potencial que no ha terminado de desarrollarse. Sobre esa realidad económica también está pegando el cambio climático. Hay voces que se desligan, niegan el cambio climático y eso nos va a afectar mucho, ya nos está afectando. Veía que Argentina tuvo una muy mala cosecha de soja, muy buena Brasil y nosotros que estamos en el medio… Vaya si al cambio climático le tenemos que dar suma importancia y debemos rogar porque la amazonia y Brasil que viene ahora la cuide.

 

 

—La idea de negociar en bloque distintos acuerdos no priva a los países de estrechar vínculos de manera bilateral. Hace un tiempo estuvo en China. ¿Qué importancia tiene la economía china para Uruguay? ¿La guerra comercial con Estados Unidos es una oportunidad para países de América del Sur?

 

—La guerra comercial es mala para todo el mundo y también para ellos, no la deseo. La relación de países emergentes con China implica relacionarse con un mercado de 1400 millones de habitantes. Para nosotros es una oportunidad comercial y de desarrollo muy importante. Junto a China están otros países del sudeste asiático, la India… Ahí vemos una buena oportunidad. También adherimos al proyecto de cooperación de la Franja y la Ruta que es muy importante.

 

 

—¿Le preocupa que la derecha esté tomando posiciones de poder en América del Sur y en el mundo? ¿Cree que los gobiernos de izquierda tienen alguna responsabilidad sobre eso?

 

—Me preocupa porque esos vuelcos están trayendo problemas para nuestro continente. Estábamos terminando una guerra en Colombia y se ha ido para atrás, me falta información sobre Ecuador pero es caótico Venezuela. Perú ha cambiado su gobierno, los políticos que van a prisión generan también una gran incertidumbre. Yo me pregunto, Brasil, que es el país más grande del continente, si entra en una situación caótica nos va a perjudicar a todos. Con mucho esfuerzo se sacó a 40 millones de personas de la pobreza, pero no basta, hay que consolidar eso. Se puede caer en la pobreza con mucha facilidad, subir ese escalón es muy difícil, pero se puede bajar en ascensor cuando se retorna. Hay que analizar qué responsabilidad le cabe a cada uno, hay que poner todo en los contextos. Nosotros vamos a tener que pensar qué pasó. Yo todavía no tengo una respuesta. Pero siempre que llovió paró, las situaciones son pendulares. Mi mayor preocupación son los pueblos, que no sufran esto. Hubo gobiernos que sacaron gente de la pobreza, generaron empleo, derechos, y esos escalones que se suben aspiro a que en los pueblos que han elegido, esos derechos no vayan para atrás. La historia es una gran acumulación de derechos, pero siempre hay que defenderlos. Y saber que en la batalla a veces se gana y a veces se pierde.

 

 

—En Argentina se habló de que en las elecciones de este año pueda surgir un Bolsonaro argentino. ¿Cree que puede pasar esto en Uruguay?

 

—Yo creo que no. En primer lugar, en el parlamento uruguayo no hay ningún militar parlamentario como Bolsonaro en Brasil y segundo, en Uruguay existe un sistema de partidos que ha funcionado bien y tiene dos de los partidos históricos, el Colorado, y otro como lo es ahora el Frente Amplio. Además voy a decir algo que tal vez no les guste a muchos: en Uruguay es mal visto ser de derecha. En Uruguay todos son de centro, más hacia un lado y hacia otro. No hay nadie que se defina como de derecha. Ojalá esto no cambie en Uruguay.

 

 

—Frente al panorama electoral de este año en Uruguay y haciendo un balance y una autocrítica tal vez ¿Qué logró y qué le falta lograr al Frente Amplio?

 

—Falta, falta muchísimo y siempre le va a faltar. No hay gobernante que pueda decir “llegué e hice todo”, porque la humanidad cambia, siempre va a haber cosas para hacer. El Frente Amplio subió un montón de escalones de derechos, aprobó una importante reforma tributaria -que no será la única ni última-, una reforma de salud por la que incluye en el sistema a prácticamente todos los uruguayos, hizo un despliegue de construcciones y multiplicó el acceso a la educación, a la posibilidad de estudios universitarios en el interior del país, la descentralización fue muy importante en este sentido. La fibra óptica llegó hasta el rincón más chico, el agua potable tiene una cobertura muy grande y el saneamiento ha avanzado hacia una cobertura universal. En una población como la nuestra, en la que el crecimiento poblacional se detuvo, tenemos que abordar el sistema previsional, tenemos que descentralizar aún más el acceso a educación y salud. La modalidad de familias uruguayas ha cambiado, este año celebramos 50 años de una gran ley de 1968 de viviendas que fue iniciativa del arquitecto Juan Pablo Terra, que hoy ya no responde a la nueva familia uruguaya y a la nueva tecnología de construcciones. Tenemos que llegar con el transporte a zonas de más difícil acceso desde que se vino abajo el ferrocarril.

 

 

—¿Cómo se prepara su partido para las elecciones? ¿Piensa participar?

 

—Voy a militar hasta el último día que tenga conciencia, pero no voy a participar de las elecciones legislativas. El partido es una herramienta; para mí lo importante es la causa y la causa mía es fundamentalmente la igualdad, eliminar todas las desigualdades posibles sobre la tierra. Más que nunca está vigente el manifiesto de los iguales de la Revolución Francesa: igualdad hasta debajo de los techos de los hogares.

 

 

—Usted dijo en varias oportunidades que estaba cerca de jubilarse cuando tuvo que asumir la vicepresidencia. Pero de militar uno no se jubila, dijo también. ¿Cómo serán sus días de militancia en el futuro?

 

—Llevamos adelante con Pepe un proyecto y tenemos una escuela frente a casa, una escuela pública. Es el estado el que da las clases, nosotros le proporcionamos la infraestructura y demás. Creo que hay que dedicar mucho tiempo a la formación de la gente joven, que tiene que agarrar las riendas del país. Estamos en un mundo nuevo, globalizado, con una cultura que tiene cosas maravillosas pero también enormes peligros, no sólo en las redes sociales, sino también que acentúa el individualismo. Aparece el “me gusta” pero no el “nos gusta”. Tenemos que rescatar el nosotros, hay una pérdida del nosotros. Yo creo que todo es político, incluso el que dice que es apolítico está haciendo de alguna manera política.

 

 

—¿Pepe podría postularse?

 

—No, no. No se va a postular. Son especulaciones que hace la prensa para vender diarios. Hace meses que ha dicho que no se va a postular. Va a seguir militando y sigue militando. Mi casa es una romería, llena de gente, de uruguayos y de todas partes del mundo (risas).

 

 

 

En ese momento, Lucía pide interrumpir la conversación por unos instantes para apagar el fuego de la comida. Ella se ocupa junto a “Pepe” Mujica, de las tareas del hogar. Luego de unos instantes vuelve para retomar la conversación.

 

 

—La vida austera, sencilla que llevan con su compañero ha sorprendido a muchos, ha generado revuelo. ¿Está bien que así pase o estamos tan mal que nos sorprende lo que debería ser lo correcto?

 

—Exactamente… yo me hago la misma pregunta. Por lo tanto no tengo una respuesta para dar. Esa es la pregunta que uno debe hacerse, ¿estaremos tan mal para que una cosa que debería ser natural, que quienes tienen más responsabilidad vivan como el común de los ciudadanos sea una novedad? Tenemos que pensar qué nos está pasando, quiero tener tiempo para reflexionar estas cosas y pensar caminos y respuestas.

 

 

—¿Es optimista respecto al futuro?

 

—Si no fuera optimista me tengo que borrar de la militancia. Soy optimista por naturaleza, creo que si nos proponemos, podemos. La juventud de hoy tiene sus desafíos, pero tiene que asumirlos. Creo que la juventud está interesada por el medio ambiente y los derechos sociales, y si no me equivoco en esto, si es así, tiene que transformar eso en hechos políticos.

 

 

El lazo con San Luis

 

Hace unos meses, inspirado en un modelo uruguayo, se presentó en San Luis un proyecto de ley para crear una cárcel-ciudad. En Uruguay, la cárcel abierta de Punta de Rieles funciona desde algunos años con el objetivo de facilitar la reinserción en la sociedad de los ex convictos.

 

Topolansky explicó cómo funciona este sistema en su país: “Hay un equipo en el instituto que va monitoreando la recuperación del detenido y cuando van midiendo determinados grados de recuperación y se acerca el fin del cumplimiento de la condena pasa a esa cárcel, que le da oportunidades laborales y de estudio, y a preparase para asumir su libertad para reintegrarse a la sociedad y no seguir el camino del delito”.

 

“Se tiene que hacer en un régimen de semiapertura, en una transición de encierro a la libertad. Cuando la transición es brusca es muy traumático y esa persona queda vulnerable a caer en lo mismo. Cuando se la prepara tiene más posibilidades de reinserción”.

 

 

Nota: Agustina Bordigoni

 

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