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Sergio Hernández: "El deporte debería ser política de Estado"

El entrenador bahiense habló mano a mano con  El Diario. Recordó su inicio y el proceso con la Generación Dorada.

Por redacción
| 06 de octubre de 2019
Una voz autorizada. El "Oveja" se robó todos los aplausos y miradas. Dejó su impronta ante los villamercedinos. Foto: Héctor Portela.

Ganador de varios títulos en la Liga Nacional de Básquetbol y con la Selección Argentina, el entrenador bahiense Sergio Hernández fue uno de los grandes protagonistas que presentó ayer el 3° Encuentro del Ciclo InSertar, que contó con varias personalidades de la cultura y el deporte argentino en la Casa de la Música de Villa Mercedes.

 

El "Oveja" —apodo con el que se lo conoce en el mundo de "la naranja"—, medallista de bronce en los Juegos Olímpicos de 2008 (Beijing) y subcampeón en el último Mundial de China, dialogó en exclusivo con El Diario de la República tras la disertación, recordando sus primeros pasos, la huella que dejó el "Lobo" puntano en la década de los '90 y los procesos al frente de la "Albiceleste".

 

El coach multicampeón en Estudiantes de Olavarría, Boca Juniors y Peñarol de Mar del Plata también resaltó los valores que enseña el deporte. "Me gustaría que sea política de Estado y esté dentro del sistema educativo. El deporte te enseña y a una velocidad increíble, aprendés a ser solidario sí o sí. Cuando jugás querés ganar, y vas a pasar la pelota o a moverte sin ella por el hecho de lograr el objetivo. Entonces te enseña a ser generoso y a respetar roles, cosas que en otros lugares es difícil de encontrar", opinó.

 

 

—¿Qué te llevó a ser entrenador de básquet?

 

—Yo jugaba al básquet en Villa Mitre de Bahía Blanca. El club quedaba a dos cuadras de mi casa y era como el patio de atrás. Entonces, cuando tenía 15 años estaba una de las tardes ahí pasando el rato, había un entrenamiento de minibásquet y el profe no había ido. Ahí un directivo me pidió si podía dar una mano y ayudar. Después de eso me ofreció ser entrenador; acepté y nunca más salí de una cancha. Me di cuenta de que lo disfrutaba igual, sentía esa docencia dentro mío, compartir eso poco que sabía en aquella época. Así descubrí una vocación docente, porque al final el entrenador no deja de ser docente.

 

 

—¿Tenés algún recuerdo de GEPU?, ¿Conocés el básquetbol de San Luis?

 

—Enfrenté a GEPU. Era asistente de Julio Lamas en Sport Club Cañadense en Cañada de Gómez (Santa Fe) y me tocó jugar varias veces, y perder otras porque tenía un equipazo. Acá en Villa Mercedes también jugué contra GEPU y tengo colegas que pasaron por el club, como Ferrato y el "Zeta" Rodríguez. Pero, igualmente, conozco el básquetbol de San Luis de antes también. Sé que hay pasión y conocimientos. Si bien no es el deporte principal de la provincia, hay un interés bastante grande en muchos clubes.

 

 

—Llevás dos procesos en la Selección. ¿Qué se siente haber sido parte de la Generación Dorada?

 

—Fui un afortunado y un osado también, porque tomé la Selección en el 2005, unos meses después de que había salido campeona olímpica y con la presencia de un entrenador muy fuerte, como era Rubén Magnano. Sabía que iba a reemplazar a un DT que quedó en la historia del básquetbol argentino. Sabía lo que eso implicaba, por eso digo un osado. Agarré un hierro caliente que no sé cuántos se hubieran animado. Pero también fui afortunado que me lo hayan ofrecido, y que a partir de eso haya podido convivir tantos torneos y años con jugadores de la Generación Dorada: Ginóbili, Oberto, Sánchez, Nocioni, Prigioni, Montecchia y Scola. Primero era un placer dirigirlos y, segundo, me nutrían a mí muchísimo también, entonces voy a estar siempre agradecido.

 

 

—¿Qué ves de esa selección en esta que dirigiste en el Mundial?

 

—Y este grupo no tiene características similares. Recién, Walter (Herrmann) decía que no le ve características similares y es verdad, yo tampoco las veo. Sí veo buenos hábitos, una mentalidad competitiva exacerbada igual a la que tenía la Generación Dorada. Sí le veo esa cosa del manejo de los egos, y que para competir internacionalmente hay que darle importancia al juego colectivo, si no, no tenemos ninguna chance.

 

 

—¿Qué importancia tuvo Scola para haber llegado a la final?

 

—Él es un gran líder, un guía, alguien que es nuestro farol y que además su conocimiento del básquet internacional y de tantos equipos donde ha pasado le han dado esa clarividencia de decir: 'Este equipo puede llegar a una semifinal del mundo'. Pero no solo es un líder de palabras, sino de ejemplo todo el tiempo. La verdad, fue clave: no sé si hubiéramos podido hacer las cosas sin él en el equipo.

 

 

—¿Y qué opinás de Campazzo?

 

—Campazzo es hoy el mejor base de Europa, no hay mucho más que decir. El otro día Sergio Llull, compañero en el Real Madrid, dijo: 'Facundo es el mejor base de Europa'. Él es otro líder que tenemos.

 

 

—¿Qué importancia le das al scouting de los rivales?

 

—Tengo un cuerpo técnico que hace un trabajo increíble, que me deja todo preparado. Le doy mucha importancia pero lo justo y necesario, porque el exceso de scouting sobre los rivales te hace perder la identidad propia y eso es grave. A los jugadores les tiene que llegar la información justa.

 

Ayer, Hernández se llevó el cariño y la admiración del público. Un justo reconocimiento a los años de trayectoria y a su lucha con la Selección Argentina donde, si bien aún no tiene definido su futuro, adelantó que es probable que lo vean en Tokio 2020. "Está el tema de la renovación o no de la comisión directiva (Confederación Argentina). No me quiero autopostular, mi contrato dice que tengo que seguir, pero si entran nuevas autoridades y no les gusta cómo trabajo o yo no estoy de acuerdo, vemos. Pero da toda la sensación de que voy a estar en Tokio, que ya es una meta muy grande", cerró el "Oveja".

 

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