Hernán Silva
Jefe de Noticias de El Diario de la República
Las once magníficas
6 de junio de 1944, a pocos metros de la costa francesa. El cielo plomizo de la mañana es acompañado por un viento intenso, que agita el oleaje. El agua está muy fría. Las barcazas anfibias de los aliados, atestadas de soldados, son una turba de emociones embebidas en adrenalina: hay pánico y patriotismo, odio y camaradería, certezas e incertidumbre. Del otro lado, cientos de soldados alemanes apenas pestañean; en pocos minutos pulsarán sus ametralladoras y accionarán sus cañones para intentar rechazar el avance. En una de las barcazas va Robert Capa, un fotógrafo que retratará como nadie uno de los momentos más trascendentes de la Segunda Guerra Mundial: el Desembarco en Normandía.
No eran tiempos de cámaras omnipresentes como ahora. Las personas que se encargaron de registrar las instantáneas en el Día D fueron cuatro en total. En Normandía, Capa utilizó cámaras Contax II con lentes de 50 mm. Tomó más de cien fotos, pero por un error en el revelado quedaron solamente once; “Las once magnificas”. Las instantáneas, encargadas para la revista Life, no son técnicamente perfectas y están desenfocadas. Sin embargo, es precisamente ese efecto el que otorga un dinamismo y un dramatismo únicos. Al observar las imágenes, casi que uno percibe el movimiento tenso de los soldados en medio de las bombas y las ráfagas de las ametralladoras.
Robert Capa era en realidad el pseudónimo de la pareja de corresponsales de guerra conformada por el húngaro Endre Friedmann y la alemana Gerda Taro, quienes trabajaron juntos en los principales conflictos armados de la primera mitad del siglo pasado. En la Guerra Civil Española, por ejemplo, capturaron una de las fotos más icónicas, la conocida como “Muerte de un Miliciano”. Es imposible discriminar a quien pertenecían las instantáneas hasta 1937, el año de la muerte de Taro. Friedmann igualmente conservará el pseudónimo.
Más allá de la capacidad de Friedmann y Taro, la obra de Capa representa un monumento al coraje a esos fotoperiodistas que no dudan en arriesgar sus vidas para que la humanidad tenga un registro directo de sus periodos más significativos y dramáticos. A sus colegas les daba un consejo sencillo, pero que sintetizaba la valentía, osadía y curiosidad que son imprescindibles para abrazar esta profesión: “Si tus fotos no son lo suficientemente buenas, es porque no te has acercado lo suficiente”.


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