Los 25 años de Algarroba.com en 25 anécdotas imperdibles
La banda que revolucionó el folclore cuyano cumple años y lo celebra con recuerdos de una vida que todavía tiene tonadas por contar. Sus inicios, sus dolores, Cosquín, su relación con los músicos históricos y la noche en que los ayudó Jesús.
Revolucionarios del folclore cuyano, queridos por público y artistas de todo el país, trabajadores por la tradición, los integrantes de “Algarroba.com” están de festejo. Y no es un festejo cualquiera: el grupo cumple 25 años de tonadas, cuecas y gatos tocadas con los instrumentos tradicionales, pero también con batería y bajo, una incorporación que -sumado al saxo, trombón y trompeta posterior- generó admiración y rechazo por partes iguales.
Pero el grupo comandado por Julio Salazar supo reponerse de las críticas, enfrentarlas, y hacerle frente a sus propias batallas. Algunas con cariño, otras un poco más intensas. Todas, con la convicción de que hicieron su camino en base a la sinceridad y a su propio sentir.
Allí está, entonces, 25 años después, “Algarroba.com” y su vida llena de anécdotas, algunas (“las que se pueden contar”) compartidas en guitarreadas, mateadas y reuniones cuyanas de las que participan con frecuencia.
Para celebrar su primer cuarto de siglo, el grupo organizó una peña que promete ser multitudinaria y que se realizará en “Roma multiespacio”, el salón del sur de la ciudad. Natalia Barrionuevo, el ballet Despertares, La trova menduka, el dúo Herederos, Juglares folk y otros son los invitados a la fiesta.
Antes, se tomaron su tiempo para recordar 25 anécdotas que marcaron su vida y contaron una historia que todavía tiene tonadas por decir.
Las raíces del algarroba
Antes de ser Algarroba.com, Julio Zalazar y Hernán “Polaco” Tarasconi tocaban de martes a domingo en El Paseo -el inolvidable bar del Paseo del Padre- primero y en Aranjuez después. Los acompañaban David Cipriani y Carolina “La Colo” Martín. “Sea invierno, verano, Navidad, Año Nuevo, el único día que descansábamos eran los lunes”, recuerda Julio. Ese trajín les dio a la dupla experiencia y conocimientos en el escenario, en cuestiones técnicas, en el sonido, en el trato con la gente, en cómo trabajar con el público. “Además de la noche, de conocer las cosas que pasan en la noche. Eso es inevitable”, remata el cantante con su habitual picardía.
“Canten más folclore”
Tras los primeros pasos en el bar El Paseo, donde cantaban con pistas temas de Luis Miguel o Chayanne e incluían un bloque folclórico, el grupo fue contratado por Aranjuez, el bar que reunía a mucha gente en sus noches. Pese al cambio, Julio y Hernán siempre mantuvieron muy buena relación con Marcelo Neme, el dueño del espacio anterior, ahora fallecido. “Él siempre nos decía que cantáramos más folclore porque eso era lo que le gustaba a la gente. Creemos, en realidad, que nos estaba pidiendo que no cantáramos más canciones melódicas porque yo era muy malo en eso”, recordó Zalazar entre risas.
El fuego debe continuar
Una noche, mientras tocaban en Aranjuez, un olor extraño empezó a invadir el lugar. Desde la cocina se vio un resplandor inequívoco: el fuego había ganado el lugar y el pánico albergó a todos los presentes, que huyeron despavoridos, en muchos casos sin pagar. “A nosotros nos decían -dice Julio- que teníamos que seguir tocando y seguimos tocando. El show debe continuar”.
Entre cuchillos
“Para nosotros tocar en Aranjuez fue una gran escuela”, dice Zalazar al recordar otra anécdota de esa época que tuvo como víctima a Raúl, un conocido mozo del bar que en medio de una discusión con un cliente, recibió un cuchillazo en la cara. “Nosotros estábamos cantando y vimos todo. Es parte de la experiencia que te da la noche”.
La pared que construyó todo
Algunas noches, el cuarteto que integraban Julio, “Polaco”, Cipriani y “La Colo” se juntaba a comer asado antes de las actuaciones. En uno de esos encuentros conocieron a Jorge Paredes, un guitarrista mendocino que los sorprendió por su ductilidad con el instrumento. Como Tarasconi tenía que grabar un disco como tesis en su carrera de Productor Musical lo invitaron a ser parte del proyecto. Sin saberlo, estaban dando el primer paso para algo grande.
Los combatientes de la vida
El primer recital que dieron juntos Zalazar, Tarasconi y Paredes fue en una peña organizada por un grupo de ex combatientes de Malvinas. La banda, sin nombre todavía, estaba conformada por Julio en la voz y Hernán y Jorge en las guitarras. “Nosotros llamamos a los héroes de Malvinas los combatientes de la vida, eso es lo que son”, definió el cantante.
La base rítmica
Asado va, asado viene, el próximo en sumarse fue Marcelo Herrera, un baterista que iba a revolucionar el sonido de la música cuyana desde la percusión, todavía resistida por los fundamentalistas del género. Luego entró Silvio Páez, quien estuvo solo dos años en el bajo, para completar la base rítmica que ofuscaría aún más a los músicos tradicionales. Cuando Páez se fue del grupo entró Guillermo Anzulovich en su reemplazo y la base de Algarroba quedó conformada.
La picada de Juanón
En el verano de 2006, el grupo hizo una temporada callejera en Merlo, aunque paraba en Santa Rosa porque el hospedaje era más barato. Cuando empezó el festival de Jesús María a alguien se le ocurrió que era una buena idea probar suerte en la localidad cordobesa. “Pero necesitábamos que nos dieran una mano”, dicen los músicos ahora. Y pensaron en Juanón Lucero, quien por entonces vivía su momento de esplendor y tenía que tocar en el festival. “Lo llamamos y el Juanón, que era medio secote, medio serio, nos dijo: “¿dónde están?”. Cuando le respondimos que estábamos yendo a Jesús María nos citó a su hotel”.
La sorpresa de los chicos fue enorme cuando el músico puntano los esperó con una picada. “Nunca me voy a olvidar su gesto -dijo Zalazar-, nosotros teníamos un hambre de meses y el Juanón nos esperó con comida; y encima hizo dos o tres llamados y nos consiguió espacio en varias peñas de allá”.
Pocas horas de sueño
Si bien Cosquín siempre fue un escenario amigable para Algarroba.com , los primeros años no fueron tan fáciles. “Íbamos a las peñas y no nos daban bola”, recuerdan los chicos, pero Julio tiene un momento más especial e inolvidable: dormir en carpa. “Teníamos que andar de noche, así que llegábamos al camping a las seis o siete de la mañana, con el sol ya arriba. Y encima, allá, a las 8 o 9 ya los vecinos empiezan a sacar el bombo, las guitarras y empiezan a tocar en la calle. Todo eso, más los ronquidos de “El Polaco” y Jorge, hicieron que durante las seis o siete noches que estuvimos yo durmiera una hora por noche. Después, durante el día, me quedaba dormido a la orilla del río”.
El factor Villa Mercedes
El primer festival nacional en el que participó Algarroba.com fue el de la Calle Angosta, en 2003. La banda venía de una temporada muy nutrida en festivales provinciales pero tenían la deuda de llegar a uno de alcance nacional. Los llamaron ese año y dieron un recital notable, del que todavía se acuerdan. “Por eso, para nosotros Villa Mercedes es tan importante”.
La revancha en Tunuyán
Al año siguiente, en febrero del 2004, los invitaron al Festival Nacional de la Tonada en Tunuyán, un momento que tomaron como una pequeña revancha porque el año anterior habían sido injustamente maltratados por la organización. La experiencia del 2003 no había sido buena y en el medio hubo llantos, discusiones y peleas porque la banda no había podido tocar. En medio de la tensión, el padre de Zalazar se paró frente a uno de los organizadores y le dijo: “Te estás perdiendo quedar bien no con nosotros, con la gente”. A la distancia, y con su padre ya fallecido, Julio comprendió que por entonces su familia creía más en ellos que ellos mismos. “Fue una de las tantas enseñanzas que me dejó El viejo”.
“Llorá culiao, llorá”
Cuando tuvieron que tocar en la fiesta de La Chaya, la reunión popular más impresionante de La Rioja, el grupo empezó su actuación con “La calle angosta”, que fue coreada por todo el público de inmediato. “Escuchar el alarido de la gente cuando hicimos la introducción fue la primera trompada en el pecho que me dieron arriba del escenario”, rememora, con metáfora incluída, Sebastián Suárez, el saxofonista de Algarroba. Para el músico esa tarde llegó el reconocimiento en persona de lo que es la cultura cuyana y de lo que estaban consiguiendo como banda. “Fue mi primera llorada cuyana, porque lloré arriba del escenario”, recuerda Suárez, quien suma otro elemento para la emoción.
El saxofonista compartía cuerda con el recordado Sergio Ochoa, quien, siempre tan vivaz, al advertir las lágrimas que asomaban por las mejillas de su compañero lo incentivó: “Llorá, culiao, llorá”. “Me estaba diciendo que me permita emocionarme ante eso que nos estaba pasando”, concluyó Sebastián.
Camisa y jabón
Las ocurrencias de Julio Zalazar en vivo son una marca registrada en el grupo. Sus compañeros de banda se divierten con él y con sus impredecibles salidas. “A veces sufrimos un poco porque no sabemos para dónde va a salir, con qué nos va a sorprender”, dicen. Una noche, entre los más exaltados del público había un joven con una camisa a cuadrillé azul y roja. “Esa la compró en Galver”, le señaló el cantante, con conocimiento de causa y negocio. Otra frase que ya se convirtió en un clásico humorístico del grupo es el “olor a jabón chiquito” con que llegan las cuyanas a sus casas tras una salida subida de tono.
Un mal momento
Al regreso del primer año en Cosquín, la banda tuvo un mal momento al regreso. El auto en el que viajaban Julio, Jorge y Hernán volcó pasando La Toma, a raíz de la lluvia que caía en la ruta. Fue el 30 de enero del año 2006 y, como dijo el cantante, ese día “fue como nacer de nuevo”. “El Polaco” se quebró la mandíbula y Paredes tuvo fracturas en los brazos y en las costillas.
Una multitud en cinco minutos
El 9 de julio de 2010, Algarroba.com participó de los festejos oficiales por el Bicentenario de la Patria en Buenos Aires, un show impresionante organizado por el Gobierno Nacional. Pese a que el concierto fue impecable, el itinerario de la banda para su recital más multitudinario había empezado dos días antes y tuvo algunos contratiempos. “Primero tocamos en Tupungato, una tardecita en una jineteada, una fiesta criolla, y después en San Juan”, contó “El Polaco” Tarasconi, quien recordó además que para esa gira la banda había comprado una Fiat Ducato vieja con la que se movilizaba a todos lados. “No tenía calefacción, era julio y pensamos que podía bancarse el viaje de Mendoza a Buenos Aires, tras un paso por San Juan, donde también tocamos”. El horario previsto para actuar en Buenos Aires era las 17, con lo estricto que era el cronograma para un espectáculo de ese tipo.
A medida que se acercaba la hora y la banda estaba todavía en la ruta, los nervios empezaron a correr en los músicos y fundamentalmente, en los organizadores. “Cuando entramos a Buenos Aires, nos fue a esperar alguien de la organización y nos abría paso con patrulleros por entre la gente y entre las vallas”, siguió el guitarrista, quien comentó que llegaron al escenario cinco minutos antes de la actuación, tras 15 horas en la camioneta, sin bañarse, sin ir al baño. Tocaron ante cientos de miles de personas sin ni siquiera poder saludar a quienes los rodeaban porque estaban con los minutos contados.
El bombo silencioso
Un fin de semana, la banda tenía recitales en dos localidades de la provincia y para no trasladar la batería habían pedido que para el segundo show el instrumento de percusión estuviera armado a su llegada, prevista para las 1:30. “Cuando entramos a la peña, me encontré con que estaba la batería pero el pedal del bombo y la banqueta no estaban. El dueño de la batería se había ido y se llevó todo porque tenía otro show”, recuerda Marcelo Herrera, el baterista del grupo.
Expeditivo, el músico se bajó del escenario y pidió dos sillas de plástico y solucionó el primero de los problemas, pero faltaba el más complicado. “¿De dónde iba a sacar un pedal de bombo en medio de la madrugada?”, se pregunta Herrera a la distancia y con el inconveniente ya lejano.
El show empezó y Herrera movía el pie derecho marcando el ritmo de un bombo que no sonó en toda la noche. “La banda tocó como si nada de esto hubiera pasado y quedó en la memoria de todos como una anécdota muy divertida e improvisada. Lo más importante fue sacar el show adelante”, concluyó.
Raly y la iguana
Lo contó Raly Barrionuevo en el último recital que dio en el verano en San Luis y sirve para demostrar la inventiva de Julio. “Uno de los tantos amigos que tengo acá -dijo el santiagueño en el escenario de Comuna- son los chicos de Algarroba.com”. Además, ante la gente, el santiagueño señaló que le había enviado un mensaje “al Julito, a la siesta”. “Me dijo que estaba en La Rioja porque tocaba esta noche. Le pregunté si hacía calor y me respondió como solo él puede responder”, relató el trovador que después reveló la respuesta de su amigo: “Recién una iguana quiso cruzar la calle y se la llevaron al Instituto del Quemado”.
Cuestión de ubicación
Cuando hace unos 15 años la banda fue a Buenos Aires a tocar en la peña del Colorado, un encuentro de mucha gente en pleno centro porteño, hacía poco tiempo que el Gobierno de la ciudad había cambiado la dirección de algunas calles. Perdidos entre la jungla de cemento, arriba de una camioneta, Guillermo Anzulovich sacó de su bolsillo un GPS, que, con la reconocida voz de la mujer española, los fue guiando hasta llegar a destino. Absolutamente sorprendido por la nueva tecnología, Martín Barros, notable guitarrista zurdo de la banda, mendocino, se acercó a Guillermo cuando se bajaron del auto y con total inocencia hizo la pregunta que todos querían hacer y nadie se animaba: 2¿Cómo sabe esa señora dónde estamos?”.
El dúo Los Batracios
Una de las cosas que más les costó a Algarroba.com fue la aceptación del círculo de músicos más tradicional de San Luis por su decisión de hacer tonada con batería y bajo. Durante lo 25 años tuvieron que batallar mucho para ganarse el cariño de alguno de los próceres del folclore puntano que los miraban con recelo. Pero a fuerza de respeto y amistad lo consiguieron a tal punto que todos los 24 de enero, el día del cumpleaños de Julio, “El Sapo” Mendoza iba a la casa del cantante a saludarlo primero que nadie. “Llegaba a las 11 de la mañana y se iba de madrugada”, dijo Zalazar con el recuerdo de su amigo. Otro que iba siempre era “El Sapo” Ávila, “quien viajaba desde Villa Mercedes para darme una serenata”. “Cuando se juntaban los dos los bautizamos el Dúo Los Batracios, que solo tenía existencia en mi casa, en mi cumpleaños”.
Con la ayuda celestial
Una gira que hizo la banda incluyó Pico Truncado y varias localidades de Mendoza. Como todo había salido muy bien, la camioneta del grupo se llenó de cervezas y otras bebidas que acompañaron el festejo. La alegría era tal que se olvidaron de cargar nafta y la camioneta se quedó a unos cuantos kilómetros en el ingreso a San Luis. Las baterías de los teléfonos habían quedado sin carga después del largo viaje.
“Como hacía mucho calor, en medio la noche, por un lugar por donde no pasaba nadie, nos bajamos a estirar las piernas y a ver cómo pedíamos ayuda. De pronto vimos venir a un tipo en bicicleta, la bicicleta más vieja que vi en mi vida”, contó Zalazar.
El extraño sujeto parecía un albañil que salía de su trabajo en la zona despoblada. “Me acuerdo que tenía el pelo largo y un bigotito, pero no mucho más porque por la oscuridad no lo pude ver bien”.
El hombre les prestó un celular, también muy viejo, con el que llamaron a un amigo para que les llevara combustible. “Nos salvó la vida ese hombre. Agarró la bicicleta y se fue por la ruta”, agregó Julio, quien al ver irse al salvador se acordó de un detalle: “Hermano -le gritó-, no le pregunté cómo se llamaba”.
Sin darse vuelta y con el pedaleo constante, el hombre respondió y dejó a todos mirándose incrédulos: “Jesús -les dijo-. Me llamo Jesús”.
Hits bolicheros
No solo a nivel musical Algarroba.com es precursor en Cuyo. También en cuanto a lugares donde tocar, la banda dio el primer paso en algunos aspectos. Por ejemplo, fue una de las primeras agrupaciones folclóricas que tocó en boliches bailables, un sábado en los que en vez de electrónica se escucharon gatos, cuecas y tonadas. “Hemos tocado en Tokio, en La Toma; en Aquabarra, en Mecano, en Sky, en La Mara, en Mendoza. Ni siquiera nosotros sabemos por qué pasó eso, no tenemos la explicación”.
Dos tonadas y nos vamos
Al salir del festival de la Cueca y el Damasco que se hace en La Dormida, en Mendoza, la banda fue a la casa de Tito Nieva, un referente de la cultura mendocina y cuyana que recibió siempre a Algarroba como sus amigos. Esa noche, el locutor los invitó a tomar algo en su casa, pero a los pocos minutos la vivienda de Tito albergaba a unas 50 personas que “no sabíamos de dónde habían salido”, recuerda Marcelo Herrera.
Justamente fue el baterista el que gestó un hecho curioso que derivó en una canción de Algarroba. Ya entrada la noche, Marcelo decía “dos tonadas y nos vamos”, con lo que daba a entender que estarían un rato más en la casa de Tito y terminaba la noche. Pero cuando se hicieron las cinco de la mañana y las tonadas no paraban, Herrera empezó a desafiar con gracia al anfitrión: “Allá en San Luis, no sé cómo será acá en Mendoza, cuando se hacen las seis de la mañana y la gente sigue reunida, el dueño de casa prende el fuego y hace una asado de mañana”.
Al principio, Nieva, viejo zorro, hizo como que no escuchaba pero fue tanta la insistencia del baterista que en un momento se paró y fue a decirle algo a su hijo Leandro.
Cuando se hicieron las seis y Herrera empezó de nuevo con su “allá en San Luis, no sé acá en Mendoza…”, vio que Leandro se levantó y enfiló hacia la parrilla. De inmediato, otros miembros de la familia llegaron con chorizos, morcillas, chinchulines. “No sabemos dónde fueron a comprarlos a esa hora”, dicen todavía sorprendidos los miembros de la banda.
Tito se paró frente a Herrera y le respondió su pregunta de toda la noche: “Acá en Mendoza, a las seis en punto se prende el fuego y hay asados para todas las personas que estén en la casa”.
“De inmediato nos paramos y nos pusimos a aplaudir. A partir de eso, todas las tonadas fueron para Tito Nieva”, recuerda Herrera.
Jejo siempre
El 21 de junio del 2021, en medio de la pandemia de Covid, la banda sufrió acaso su mayor golpe, su momento más doloroso. Luego de varios días de internación murió Sergio “Jejo” Ochoa, trombonista de Algarroba pero en definitiva un músico completo que pasó por Los playeros, Pasión, La Cuyana y Los Watussi como guitarrista, tecladista, cantante y percusionista. “Un genio musicalmente y un tipo estupendo”, dijo Julio, conmovido. “Cumplíamos años el mismo día, los dos éramos acuarianos e hinchas de Boca. Cada vez que lo recordamos nos emocionamos un montón”.
Estos versos que digo
Cuando para un disco en vivo editado en 2024 el grupo se propuso grabar “Digo la mazamorra”, de Antonio Esteban Agüero, tenía el desafío de hacer algo distinto a las decenas de versiones grabadas por músicos de todo el país. Como ellos, Agüero era puntano y la relación era cercana. La idea que tuvieron fue adosar, por primera vez en un registro del tema, la voz del poeta en una grabación. Apenas termina la participación de Agüero, explota en el tema en una guitarra eléctrica cercana al rock. La icónica última estrofa encuentra a la voz de Julio en un mano a mano emocionante con el del Capitán de Pájaros. El resultado se puede ver en un sencillo que está en Spotify.
Viejos amigos
Pese a la resistencia inicial, Zalazar y compañía consiguieron tener una buena relación con los músicos tradicionales de la provincia, en especial con Raúl “El Sapo” Mendoza, uno de los grandes folcloristas que dio San Luis. Una vez, cuando Mendoza les dijo que pese a su larga carrera nunca había estado en Cosquín, los Algarroba lo invitaron a que pase con ellos parte de la experiencia. “Fuimos al camping del Puma, otro viejo amigo que tenemos allá, y la primera noche lo vimos al Sapo pasándoles sus acordes a músicos salteños y jujeños que estaban en el campo. Fue un gran reconocimiento para él y para nosotros la sensación de que algo bien estábamos haciendo”.


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