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Amor infinito: Norma le donó un riñón a su hermano Gerardo

Durante casi un año y medio fue sometido a un tratamiento de hemodiálisis. "Gracias a ella volveré a tener una vida normal", expresó.

Por Flavio Cabeytú
| 10 de junio de 2019
Selfie. Gerardo sonríe junto a su novia Virginia (derecha) y su hermana Norma (izquierda. Luego del trasplante visitó al equipo de hemodiálisis que lo atendía en San Luis. Fotos: Gentileza.

El 5 de junio fue como volver a nacer, pienso que es una fecha que representó una segunda oportunidad de vida, en la que hay que valorarla y cuidarla. Yo no le daba importancia a la salud, uno dice que no pasa nada, que es un resfrío. Pero después de todo lo que me tocó vivir hay que valorar las cosas, darle importancia y cuidarse para estar lo más sano posible", dijo Gerardo Muñoz, de 32 años, un puntano que recibió un riñón de su hermana Norma, siete años mayor que él. La cirugía de trasplante se realizó en el hospital privado de Córdoba, de esa ciudad.

 

Luego de casi un año y medio de un tratamiento de hemodiálisis, mientras se realizaba los estudios pertinentes de compatibilidad y la aprobación para la ablación de órganos, el 5 de junio pasado fue la fecha que le dieron para realizarse la ansiada operación en la provincia vecina.

 

En comunicación telefónica, Gerardo, todavía internado, habló con El Diario de la República sobre su experiencia de haber recibido un riñón de su hermana, que al ser un familiar le facilitó a que el proceso burocrático no sea tan extenso, como suele ocurrir.

 

Está en pareja hace 8 años con Virginia Morales de 33 años, a la que elogió y definió como "una mujer que siempre es incondicional y un sostén fundamental durante todo este tiempo". Si bien aún no tienen hijos, en su casa viven con un gato, Homero, y con una perra, Fiona.

 

Es operario en la fábrica Grupo RB Polimetal SA, una empresa dedicada al diseño, fabricación y distribución de llantas de aleación de aluminio originales para la industria automotriz nacional y que exporta también al exterior.

 

"Cuando tenía 27 años empecé con unos dolores de cabeza constantes y le echaba la culpa al estrés. Siempre fui una persona sana y deportista, jugaba al fútbol y hacía ciclismo, pero podía tener desarreglos alimenticios, consumía mucha comida de delivery y fumaba un atado de 10 cigarrillos por día, pero considero que llevaba una vida normal", precisó Muñoz.

 

Un día controló su presión arterial que disparó un alerta, así fue que decidió concurrir a un médico clínico. "Me hizo unos estudios y me dijo que era hipertenso, me recetó una serie de medicamentos, pero todo seguía igual. Comencé a comer más sano y sin sal. Luego me subió la dosis y no pasaba nada. Pasaron unos seis meses y decidí ir a otro doctor para tener otra opinión profesional. Me cambié a una mutual mejor y fui a otro medido clínico. Me hizo otros estudios y me diagnosticó que tenía un problema renal", detalló.

 

El doctor lo derivó a un especialista en riñones, el nefrólogo Julio Bittar, quien fue el que lo envió a Córdoba para que le realizaran una biopsia. El resultado del análisis le diagnosticó que tenía glomerulonefritis, una enfermedad que afecta a las diminutas unidades renales encargadas del proceso de filtrado, conocidas como glomérulos. Cuando una persona padece esta enfermedad, sus glomérulos se inflaman (se hinchan y se irritan) y sus riñones dejan de funcionar adecuadamente.

 

"Comencé un tratamiento con corticoides que me hizo engordar unos kilos, siempre pesé 72 kilos y llegué a pesar 90. Me hinché mucho. Estuve nueve meses con esos medicamentos, algunos eran inyectables a través de sueros y otros, vía oral. Tomé alrededor de veinte pastillas por día durante más de tres años", describió.

 

El médico le manifestó que si la enfermedad empeoraba, debía someterse a un tratamiento de hemodiálisis y buscar un donante para el trasplante de riñón, ya que el funcionamiento de los que tenía era de un 30 por ciento. Comenzó una dieta estricta, que consistía en una alimentación saludable y sin sal.   

 

"El doctor me dijo que hay que tener fuerza de voluntad y no mentirse con las comidas, porque si uno tiene una alimentación acorde a la enfermedad, es más llevadera. Comía un asado una vez por semana, era como un permitido. Empecé a condimentar con especias, ajo y pimienta, para darle gusto a los alimentos", señaló.

 

En junio de 2017 se hizo unos estudios de sangre y orina y los resultados arrojaron que la creatinina tenía valores altos, lo que significaba que comenzaría en pocos meses con un tratamiento de hemodiálisis hasta encontrar un donante.

 

"En diciembre de 2017 el médico me colocó una fístula y comencé a hacerme diálisis. Fue muy incomodo, yo le tengo pánico a las agujas y a los pinchazos, pero terminé acostumbrándome. El tratamiento es invasivo, pero me permitió que llevara una vida más o menos normal. Me dialicé en San Luis, donde trabajaba al esposa de Bittar, la doctora Paula Arenas", dijo.

 

La familia de Gerardo estaba al tanto de la enfermedad y sabían que para poder tener una vida normal era necesario conseguir un donante. "Mi hermana, Norma, y mi madre, Ana María, (70 años) se ofrecieron donarme. Un gesto de amor y orgullo que dio mucha satisfacción", destacó.

 

Si bien ya tenía los donantes, Muñoz igual debió inscribirse por protocolo en la lista de espera en el Incucai como receptor de un órgano. En el Hospital Privado de Córdoba, Norma y Ana María se realizaron los estudios pertinentes, para ver la compatibilidad que tenían. Los resultados arrojaron que su madre tenía una similitud del 70 por ciento mientras que con su hermana era del 99,9 por ciento. 

 

"A mí me daba un poco de miedo, porque tiene un hijo de 20 años, Nahuel, y uno no sabe las vueltas de la vida, pero me dijo que me quedara tranquilo. Inclusive mi sobrino estaba de acuerdo con la decisión que había tomado su madre", detalló.

 

Cuenta regresiva

 

Según Gerardo, la demora para efectuar la operación fue debido a que hay una gran burocracia al esperar los trámites correspondientes. "Como somos familiares debimos presentar partidas de nacimiento y libreta de familia, cuando los donantes son amigos todo está supervisado por un juez. Nos dijeron en abril que todo estaba bien. Viajamos a Córdoba, vieron los últimos estudios, que se encontraban en perfectas condiciones y nos dieron fecha para el 5 de junio. A partir de ahí comenzó la cuenta regresiva para el trasplante", precisó.

 

Un equipo de unos 20 profesionales encabezado por cirujanos cardiovasculares y urólogos practicaron la cirugía a ambos hermanos. La de Norma duró tres horas y media y la de Gerardo, al ser más compleja, fue de casi cinco. Tras la operación fue aislado en una habitación por unos días por precaución, hasta que le dieran el alta. "Los médicos me dijeron que los estudios me vienen dando bien", relató.

 

"A las 8 de la mañana llevaron a mi hermana al quirófano y a mí, media hora después. Estaba muy emocionado y a la vez un poco nervioso, era la primera vez que entraba a una sala de operaciones  y me daba miedo que pudiera salir algo mal, que le pudiera pasar algo a Norma. Siempre se mostró más resistente que yo. Me calmaba más a mí que yo a ella", describió.

 

El reencuentro tras el trasplante fue muy conmovedor. "Fue un abrazo interminable y le voy agradecer este gesto por el resto de lo que me quede de vida, porque lo que hizo no tiene precio. Gracias a ella voy a volver a tener una vida normal", resaltó muy emocionado.

 

Ahora, tras el alta, Gerardo y Norma deberán permanecer en Córdoba durante veinte días para distintos controles. "Mi hermana llevará una vida tranquila. Yo deberé tomar algunos inmunosupresores y corticoides para que en un futuro el organismo no sufra alguna descompensación y rechace el órgano. El primer año será muy complicado y con los meses se irán reduciendo hasta tomar cuatro o cinco por día", dijo. El proceso de recuperación será de tres a seis meses y luego podrá volver a hacer gimnasia.

 

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