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Marina Lezcano: la jocketa leyenda

Fue la última en ganar la cuádruple corona en 1978. Un repaso por su vida, la lucha feminista en las gateras y los caballos. 

Por Analía Carrara
| 02 de junio de 2019

En un rincón silencioso del Hipódromo La Punta pasa largas horas del día Marina Lezcano. “Marinita” para algunos, “Manzanita” o “Muñeca de oro”, como la inmortalizaron José Paradizo y Carlos Mayel en un tango homenaje. La jocketa, leyenda del turf argentino, conserva la simpleza, humildad y  grandeza que la llevaron a ganar la cuádruple corona en 1978 junto a “Telescópico”, su compañero más fiel. A los 62 años da clases en la Escuela de Jockeys y cuida caballos junto a su esposo, Hugo Gutiérrez. El matrimonio vive en La Punta y tiene tres hijos. Eduardo, de 29 años, es químico y trabaja en el Conicet donde hace un doctorado; Andrés (26) también trabaja y estudia Economía en la UNViMe; y Trinidad (22) cursa Psicología en la Universidad Nacional de San Luis. 

 

En el stud número 3 del hipódromo, Marina recibió a El Diario. Allí recordó que llegó a la provincia hace 11 años, convocada para formar jockeys. Lezcano es una mujer amable y sencilla que prefiere pasar desapercibida por la vida. Intenta esconderse tras sus mejillas coloradas, el cuerpo delgado y el metro y 51 centímetros de estatura que le dio la agilidad para montar con calma los pingos en las gateras más concurridas. Es difícil no recordarle sus días de gloria. Fue la última persona que ganó los cuatro grandes premios en un año: Polla de Potrillos (Hipódromo de Palermo), Jockey Club (Hipódromo de San Isidro), Nacional (Hipódromo de Palermo) y Carlos Pellegrini (Hipódromo de San Isidro).

 

—¿Qué sintió cuando ganó la cuádruple corona? ¿Era consciente de que estaba haciendo historia?
—Era joven, no le daba la dimensión que tuvo después. Desde 1902 la ganaron 9 caballos, una yegua y 9 jockeys. El último que ganó fue el mío, en 1978. Después de Telescópico hubo dos ganadores de la triple corona. Pero no cuádruple. Y (Irineo) Leguisamo no pudo ganarla: ¡qué injusticia!

 

—¿Cómo era Telescópico?
—Era un caballo bueno. No se le podía pegar. Lo venía corriendo Jorge Valdivieso pero no lograba más que el tercer o cuarto puesto y me lo dieron para ver qué hacía. Antes me advirtieron que no tenía que pegarle ni un chirlo. En la carrera venía ganando, me olvidé y le pegué. El caballo se paró y me tiró. Fui a hablar con el dueño y le dije la verdad, que me había olvidado. A los 15 días corrimos la Polla y ganó por medio cuerpo pero no le pegué. Nunca más le pegué. Después ganó el Jockey Club, el Nacional, por medio cuerpo ambas carreras. Y al Carlos Pellegrini lo ganó por 18 cuerpos. 

 

—¿Cuál fue el caballo que más le gustó montar?
—El más completo fue Telescópico. Pero el caballo más rápido que monté fue Fort de France. Recuerdo a Cipayo también, un pingo que se rompió pero ganó 5 carreras desde que debutó.  

 

Marina logró debutar en las pistas a los 17 años después de una larga lucha. Su pasión comenzó a los 14 cuando su papá le compró un caballito, después de que ella insistiera. El padre era vendedor de libros y, la madre, maestra de inglés y francés. Vivían en San Vicente (Buenos Aires), en el campo, cuando la entonces adolescente decidió dejar las clases de idioma, el piano e ir en busca de la licencia para ser jocketa. Al principio fueron todos "no". Mujeres e hipódromo iban por caminos diferentes. “Fuimos la primera camada de mujeres que salió. Nos costó muchísimo entrar a la escuela de jockeys. Fue una lucha feminista terrible. Éramos 10 mujeres las que queríamos entrar: hicimos muchas cartas, pedidos, llantos, súplicas y demás. Gracias a eso, un día se conmovieron y tuvimos la suerte de que vino Suzana Davis, una jocketa que hacía exhibiciones, era una chica muy bonita que llamaba la atención. Y, como ella vino, nos permitieron ingresar a la escuela como oyentes. A los 2 años salimos a correr”, recordó Lezcano. 

 

—¿Qué virtudes debe tener un jockey para destacarse?
—Un buen jockey tiene que ser inteligente. Porque el que piensa es el jockey no el caballo. Tiene que conocer al caballo y adaptarse a él. Así, el animal va rendir más. 

 

—¿Destaca a alguno de sus alumnos?
—Tenemos a Lautaro Balmaceda y a Eduardo Ruarte que están corriendo en Buenos Aires. Muy bien los dos. Son chicos que están ganando y van avanzando. Leonel Tello también. En Buenos Aires es como si el interior fuera otro país, otro mundo. Es más fácil que tomen a un jockey de Perú o Brasil. Pero le hacen más la contra a los pibes de otras provincias. Los chicos van llegando igual. Aunque tienen que sortear muchas dificultades porque son del interior del país. Eso es injusto.

 

—¿A qué jockey o caballo le jugaría?
—Nunca jugué a las carreras, nunca aposté en un hipódromo. No sé por qué. Me gustan los juegos de azar. Comprar algún billete de lotería, por ejemplo. 

 

—¿El mejor jockey de todos los tiempos?
—Me gustaba mucho Eduardo Jara porque era un muy completo. Por la postura, cómo pegaba, cómo planificaba la carrera. Corría en cualquier lado, se adaptaba al caballo. 

 

—¿Algún sueño que le quedó pendiente?
—Dentro de la profesión me quedó una espina: no pude ganar la Polla de Potrancas. 
 

 

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