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La lupa sigue sobre la Cuenca del Morro

Aunque no haya habido eventos extremos en los últimos años, los problemas continúan de forma silenciosa. Los investigadores estudian las napas y los cauces.

Por Juan Luna
| 23 de junio de 2019
En silencio. Aunque no se han registrado hundimientos el problema persiste.

La emergencia ambiental que afecta a la Cuenca del Morro no es cosa del pasado. Todo lo contrario. Aunque no se hayan manifestado eventos extremos en los últimos tres años, el desbalance hídrico, la erosión del suelo y el desajuste climático siguen vigentes de forma silenciosa.

 

Los investigadores no desatienden el tema y bajo sus lupas aún continúa el monitoreo de los cauces del río Nuevo y sus múltiples brazos y los niveles de las napas freáticas en los campos cercanos. Así, tanto en el INTA como en el Conicet hay especialistas que analizan el fenómeno y sus estudios ayudan a entender cómo se comporta la Cuenca en la actualidad, cuando ya pasaron los problemas más visibles e impactantes.

 

En vigencia también están las acciones que el gobierno provincial implementó para tratar de remediar y aliviar los procesos, como el Plan Alfalfa, la forestación o los planes de manejo, aunque son procesos que demorarán años en ejercer algún efecto más notorio.

 

 

Las napas bajaron, los cauces aumentaron

 

Santiago Lorenzo es un joven becario de ambas instituciones que tiene un plan de investigación con el título “Transporte de aguas, sal y sedimentos en la Cuenca del Morro. Herramientas para su manejo”, y es dirigido por Esteban Jobbagy, el geólogo que se ha convertido en uno de los referentes del estudio ambiental en la provincia.

 

Su proyecto, que prevé un lapso de cinco años, está en la primera etapa. “Mi trabajo consiste en monitorear los cauces de la cuenca y las napas freáticas para ver cómo están compuestas, cómo afecta el tipo de uso que se le da al suelo y la dinámica que tienen”, explicó el ingeniero agrónomo de 30 años.

 

Desde 2017, dos años después de que se manifestaran las inundaciones más graves, empezó a hacer mediciones mensuales de ambos fenómenos.

 

Por un lado, colocó sensores que miden el área y la velocidad de los cursos de agua para calcular, a través de esos valores, si los caudales aumentan, disminuyen o permanecen iguales. Al mismo tiempo, tomó muestras para analizar los niveles de las sales, del PH y de los isótopos a lo largo del tiempo.

 

Por otra parte, instaló freatimetros en diferentes campos privados, con distintas alturas de terreno. Son caños que van desde la superficie hasta la napa y que sirven para medir a qué profundidad está el agua subterránea. “Los fui poniendo en dos o tres meses en distintas parcelas. Tuve que buscar lotes paralelos que tengan agricultura y alfalfa, con cierta dimensión, para poder establecer una comparación en las diferentes superficies. No fue un trabajo sencillo, porque muchas veces no es fácil de encontrar, los productores tienen que estar de acuerdo porque son campos privados y vas a entrar todos los meses a muestrear”, contó el investigador.

 

Pero una vez que lo consiguió, con esos datos analizará la dinámica y la composición de las napas y verá cómo se comportan en diferentes situaciones de cultivos: lotes de vegetación nativa o monte, en comparación con los destinados a la agricultura y con aquellos que están cubiertos con pasturas perennes como la alfalfa, para observar cómo consumen o recargan la napa.

 

 

Abriendo surcos. El río Nuevo ya forma parte del paisaje y de las cuencas de San Luis.

 

Empezó con las mediciones en octubre de 2017 y se extendió por más de un año. Todas las muestras están en diferentes zonas de la cuenca, hay algunas en la zona media, a unos 700 metros sobre el nivel del mar y llega hasta la parte más baja, en campos que están sobre la ruta nacional Nº 8, en establecimientos que rodean a Villa Mercedes.

 

Aunque todavía continúa recolectando datos, antes de pasar a la etapa de analizar y crear modelos de comportamientos, Lorenzo ya ha sacado algunas conclusiones provisorias que permiten tener una idea de lo que sucede en la cuenca al día de hoy.

 

En primer lugar, señaló que “más allá de los años que han sido secos, hay una leve tendencia al aumento de los caudales y a una disminución de los contenidos de sales. Estos son ríos que tienen alto contenido de sal y se cargan cuando atraviesan los suelos, pero lo que se muestra es una disminución, como que se van lavando”, reveló.

 

En cambio, en los niveles de las napas, las mediciones han mostrado un descenso desde 2015 hasta la actualidad. Santiago afirma que, en promedio, han bajado más de un metro, pero hay una variación muy grande entre las profundidades en diferentes zonas de la cuenca. En algunos lugares la capa freática está a tres metros bajo tierra, mientras que en otros puede llegar a encontrarse recién a los quince metros.

 

Lo que también se pudo observar es que “las pasturas y la vegetación de monte tienen un consumo mayor o un uso más exhaustivo del agua del suelo que los lotes agrícolas, y tampoco permiten la recarga", contó.

 

Lógicamente, esa era una idea que ya manejaba cuando empezó la investigación, porque la teoría dice que este tipo de vegetación requiere de mayores dosis de agua que el maíz o la soja. “Era una hipótesis que ya teníamos, pero siempre hay que comprobarlo con mediciones y pruebas”, aclaró.

 

Por eso, recordó que los problemas que se han visto en la cuenca, como la formación de nuevos cauces, la erosión de los suelos y el exceso hídrico en las napas, tienen dos explicaciones centrales: “Por un lado, un aumento de precipitaciones. Ha habido eventos extremos, como por ejemplo en 2015, cuando llovió más de 1.200 milímetros mientras que la media histórica era de 500, y la de los últimos 10 años, de 700. Pero también hubo un cambio de uso del suelo: donde antes había vegetación nativa o una mayor proporción de pasturas, ha ido avanzando la agricultura, que tiene un período de uso mucho más acotado. Comienza en noviembre y termina en mayo aproximadamente, cuando arrancan los fríos. El resto del tiempo está en descanso el terreno, reservando agua”, detalló.

 

Forestación. La Provincia apostó a la plantación de millones de árboles en campos y caminos para mitigar los excedentes de agua.

 

El agua corre, el suelo sufre

 

Que las napas se hayan reducido no significa que el problema está desapareciendo. Si no que los años de sequía que se vivieron evitaron que los inconvenientes sean visibles. “Los fenómenos se manifiestan más en épocas húmedas. Hemos tenido un año muy seco, pero cada evento húmedo es un escalón más en la problemática y están empezando a llegar productores que no tenían problemas y que ahora sí lo tienen. Como el tema es complejo, la solución también. Tienen que ser muchos los productores que tomen medidas para que el efecto sea en toda la cuenca”, agregó Claudio Sáenz, el responsable de la Agencia de Extensión Rural (AER)del INTA en Villa Mercedes.

 

De hecho, ni siquiera el cauce del río Nuevo y sus afluentes están totalmente estabilizados, sino que siguen abriéndose paso entre los campos. “Se van ampliando en longitud, aguas arriba mediante, provocando erosión hídrica. Eso también genera cambios muy importantes en el sistema, se deprimen las napas y cambia la realidad de un predio. Cuando se abre un cauce, más allá del daño que hace el sedimento, te quedás sin disponibilidad de agua para los cultivos y pasás a depender solamente de la lluvia”, explicó.

 

De modo que en la Cuenca del Morro suceden cosas todos los días, aunque sea de forma más silenciosa. "Parece que estuviera estabilizada pero no lo está, es un hecho de que en años húmedos vamos a volver a tener problemas como ha sucedido desde 1985 hasta la fecha. Pasó en 2008 y en 2015, años donde sistemáticamente vamos teniendo problemas y cada vez más hacia el oeste”, sostuvo Sáenz, quien se especializa en sistemas hídricos.

 

Juan Cruz Colazo es otro de los investigadores del INTA que ha seguido de cerca estos fenómenos y ha contribuido en los estudios de su especialidad: los suelos. En esa línea, contó que las consultas de los productores continúan y que hay un nuevo problema que se está repitiendo en los terrenos de los establecimientos afectados.

 

 

Manejo, forestación y pasturas

 

En mayo del año 2016, la Legislatura puntana decretó la "Emergencia Ambiental en la Cuenca del Morro y su zona de influencia". Fue una herramienta legal que permitió tomar dimensión de la gravedad del problema y que le dio luz verde al Ejecutivo para implementar una serie de medidas para intentar mitigar y detener los procesos de erosión, agotamiento, degradación y desbalance hídrico del suelo de una zona que se extiende por 373.000 hectáreas.

 

Las primeras acciones apostaron a los árboles como armas poderosas para absorber los excedentes de agua que hay en los suelos. Por eso, rápidamente aumentaron las categorías de protección de los bosques nativos, para frenar la deforestación en lugares clave, mientras que en otras zonas la tala debía ser autorizada y manejada bajo ciertos parámetros.

 

También lanzaron un plan masivo de forestación, que llenó de ejemplares las principales localidades afectadas y las rutas y caminos provinciales. Durante meses se pudo ver a los trabajadores hundiendo sus manos en la tierra y plantando diferentes especies, en una campaña que pretendió contagiar el compromiso de todos los ciudadanos.

 

La otra medida, tranqueras adentro de los campos, consistió en exigir planes de manejo de conservación en los establecimientos, formulados y avalados por un profesional matriculado. En este caso, la normativa apuntaba a que los productores aplicaran buenas prácticas agrícolas y otras tecnologías amigables con el medio ambiente, como la rotación de los cultivos o la utilización de verdeos como cobertura en el invierno.

 

Luego, el gobierno provincial puso sus fichas en las pasturas perennes como una forma de lograr un aprovechamiento más rápido de los excesos de agua que había en los terrenos.

 

Por eso lanzaron el "Plan Alfalfa": entregaron semillas de la especie a decenas de productores que habitan en la Cuenca del Morro para estimularlos a ampliar su superficie de pasturas y lograr un gran escudo verde de unas 10.000 hectáreas en toda la región.

 

El proyecto no solo lograría un beneficio ambiental, sino también económico. Porque la provincia busca generar un circuito de industrialización  y comercialización de este cultivo a través de la Zona de Actividades Logísticas, que otorgaría un flete barato para llegar a los puertos y embarcar rollos a países ávidos por comprar pasturas, como los árabes.

 

 

Tranquera al aire. Los cursos de agua se abrieron paso por los predios y los establecimientos perdieron mucho terreno productivo,

 

“Nosotros los llamamos Hidroalomorfismos del suelo. Son condiciones en las que a pesar de que ha habido un descenso de las napas, hay una gran presencia de sales. Aparecen en ciertos sectores en las partes bajas de la cuenca y se van expandiendo. El productor los llama manchones o lamparones. Sucede en lotes que son de buena producción y estas 'manchas', que son de muy mala producción, se empiezan a agrandar y tomar una superficie cada vez más considerable”, detalló.

 

El mayor inconveniente es que “muchas veces por desconocimiento se le realiza el mismo manejo que al resto del lote, se le elimina la cobertura y siguen creciendo. Por eso, estamos en una etapa de diagnóstico y acompañamiento para que los productores puedan utilizar la tecnología más adecuada. Siempre aclarando que no se va a resolver en el corto plazo”, aseguró.

 

 

Una de las estrategias más útiles y que más recomiendan los investigadores es la implantación de especies que estén adaptadas a suelos con altos contenidos de sal, como es el caso del agropiro, un tipo de pastura perenne que puede utilizarse como recurso forrajero para la hacienda.

 

En ese aspecto, Colazo opinó que los productores han ido tomando cada vez más conciencia sobre las prácticas que deben adoptar para remediar los problemas ambientales, pero que el compromiso es mayor en aquellos que han sido más perjudicados. “El que tiene una gran superficie afectada es el que está más convencido y el que ha tomado todas las recomendaciones”, sostuvo.

 

Por eso, además de la investigación el INTA realiza un trabajo fino de extensión para llegar hasta los productores y convencerlos sobre las estrategias que deben aplicar en sus campos. Dentro de esa lógica, hace ocho meses se formó el grupo de Cambio Rural Productores Unidos de la Cuenca del Morro.

 

“Es un grupo de productores chicos, de sistemas mixtos, es decir que hacen agricultura y ganadería. Por lo general hacen el ciclo completo, desde la vaca de cría hasta vender el animal gordo, o en algunos casos sacan el ternero destetado”, contó Sáenz, quien además es productor.

 

El equipo está formado por ocho integrantes que tienen sus explotaciones en un radio de 30 kilómetros como máximo de Villa Mercedes, a excepción de una productora que vive en Chaján y que tiene una problemática parecida en la provincia de Córdoba.

 

La mecánica de trabajo es la de todo el grupo de Cambio Rural: cuentan con un asesor técnico que visita cada uno de los establecimientos y luego hacen reuniones colectivas en alguno de los campos. Allí, el anfitrión muestra sus dudas y el resto puede darle consejos o avalar lo que está haciendo.

 

En este caso, la mayoría de los temas que tienen que realizar productivamente están vinculados al fenómeno ambiental. Por eso Sáenz dijo que las recomendaciones que en general reciben pasan por ampliar las superficies bajo pasturas perennes, como alfalfas en las partes más altas, o el agropiro en las partes más bajas y salinizadas.

 

Ese forraje podría ser exportado a países que tienen escasez hídrica y que no pueden producir sus propios cultivos, por lo que se vendería "agua virtual".

 

“Otra estrategia clave es directamente apostar a la ganadería. No es lo mismo fletar un camión con 30 mil kilos de alfalfa, que otro con 15 mil con carne, aunque sea viva. Si es faenada mejor, porque generamos más puestos de trabajo. De esa manera, se le da valor agregado a esa agua, que en este momento se nos está yendo salinizada por la cuenca del río V, que es la salida de la provincia, agregó.

 

Santiago Lorenzo sostiene que su investigación y el resto de los estudios pueden ayudar "a concientizar a los productores de lo buena que es la diversificación de los sistemas productivos, tanto para mitigar estos problemas hídricos como para conservar nuestros recursos naturales. La idea es tener sustentos con datos para convencerlos de adoptar ciertas tecnologías, como los cultivos de cobertura o la apuesta por las pasturas".

 

Colazo señaló que el fenómeno de la Cuenca del Morro se conoce cada vez más en el resto del país y es habitual que reciban comitivas que llegan para ver el fenómeno con sus propios ojos y para aprender de los errores y aciertos en su manejo.

 

“Ha ganado una gran relevancia lo que sucedió acá, por lo que muchas veces lo toman como caso testigo o piloto, en donde el aprovechamiento de los excesos hídricos son importantes. Además porque esto ya ocurrió hace un par de años en la región pampeana y hoy está pasando en Chaco. Las estrategias que se tomen tienen una importancia grande en el contexto nacional”, cerró.

 

 

Las acciones del Gobierno de San Luis: La apuesta por las pasturas

 

En mayo del año 2016, la Legislatura puntana decretó la "Emergencia Ambiental en la Cuenca del Morro y su zona de influencia". Fue una herramienta legal que permitió tomar dimensión de la gravedad del problema y que le dio luz verde al Ejecutivo para implementar una serie de medidas para intentar mitigar y detener los procesos de erosión, agotamiento, degradación y desbalance hídrico del suelo de una zona que se extiende por 373.000 hectáreas.

 

Las primeras acciones apostaron a los árboles como armas poderosas para absorber los excedentes de agua que hay en los suelos. Por eso, rápidamente aumentaron las categorías de protección de los bosques nativos, para frenar la deforestación en lugares clave, mientras que en otras zonas la tala debía ser autorizada y manejada bajo ciertos parámetros.

 

También lanzaron un plan masivo de forestación, que llenó de ejemplares las principales localidades afectadas y las rutas y caminos provinciales. Durante meses se pudo ver a los trabajadores hundiendo sus manos en la tierra y plantando diferentes especies, en una campaña que pretendió contagiar el compromiso de todos los ciudadanos.

 

 

Son 373 mil, las hectáreas que abarca la Cuenca del Morro y su principal zona de influencia. Desde 2016 rige en San Luis, una ley que declara la Emergencia Ambiental en toda esa superficie afectada por el agua.

 

 

La otra medida, tranqueras adentro de los campos, consistió en exigir planes de manejo de conservación en los establecimientos, formulados y avalados por un profesional matriculado. En este caso, la normativa apuntaba a que los productores aplicaran buenas prácticas agrícolas y otras tecnologías amigables con el medio ambiente, como la rotación de los cultivos o la utilización de verdeos como cobertura en el invierno.

 

Luego, el gobierno provincial puso sus fichas en las pasturas perennes como una forma de lograr un aprovechamiento más rápido de los excesos de agua que había en los terrenos.

 

Por eso lanzaron el "Plan Alfalfa": entregaron semillas de la especie a decenas de productores que habitan en la Cuenca del Morro para estimularlos a ampliar su superficie de pasturas y lograr un gran escudo verde de unas 10.000 hectáreas en toda la región.

 

El proyecto no solo lograría un beneficio ambiental, sino también económico. Porque la provincia busca generar un circuito de industrialización  y comercialización de este cultivo a través de la Zona de Actividades Logísticas, que otorgaría un flete barato para llegar a los puertos y embarcar rollos a países ávidos por comprar pasturas, como los árabes.

 

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