SAN LUIS - Martes 01 de Julio de 2025

SAN LUIS - Martes 01 de Julio de 2025

EN VIVO

El desafío de producir en el monte

El Grupo Ga.Mo. (Ganadería de Monte) mostró los progresos de sus integrantes en el semiárido. Su porcentaje de destete está 25% por encima del promedio de la zona.

Por Marcelo Dettoni
| 30 de junio de 2019
Leñosas. Las plantas nativas no deben ser tomadas como "enemigas" para la producción. Puede haber una convivencia saludable.

La jornada realizada días atrás por el IPCVA en Luján no solo dejó las tres paradas técnicas “a campo”, en las que se pudo observar el desarrollo de los pastizales naturales, la reacción de los distintos ambientes al rolado a través de los años y la recría con manejo de forrajes. Todo esto fue desarrollado por este enviado especial de la revista El Campo, quien participó de las recorridas junto con las casi 600 personas que llegaron hasta el establecimiento "La Monina", en el norte de San Luis.

 

También hubo interesantes charlas técnicas sobre diversos aspectos de la producción, la relación de la ganadería con los ecosistemas y una presentación del grupo Ganadería de Monte (Ga.Mo.), una de las variantes de Cambio Rural que conoce a la perfección las ventajas y desventajas de producir en el semiárido puntano, con lluvias escasas, especies leñosas que amenazan el alimento de los animales  y condiciones generales que están muy lejos de lo que se puede observar en la Pampa Húmeda.

 

En esta nota va condensado un resumen de lo que dijeron los especialistas convocados, que recibieron una cálida bienvenida de parte de productores y profesionales ávidos por mejorar sus índices a partir de la incorporación de nuevas tecnologías y con fuertes nociones de sustentabilidad. Porque al fin y al cabo quedó claro de que ya no hay dudas de que hay que producir en un contexto amigable con el ambiente que nos rodea si es que la ganadería quiere subsistir en el tiempo y ganar mercados cada vez más exigentes.

 

 

Ganadería de Monte

 

El primer panel lo integró el productor Emilio Pellet Lastra, Facundo Pérez Pinto, quien es el coordinador del Grupo Ga.Mo., y Pedro Marianetti, coordinador de Cambio Rural, que trabaja codo a codo con los participantes de esta iniciativa que lleva 36 años batallando en duras condiciones ambientales.

 

Abrió el juego Pérez Pinto, quien tiene la tarea de aunar voluntades entre los 12 productores que componen el grupo Ga.Mo., gente con realidades distintas, recursos económicos y naturales que no siempre son coincidentes, pero a la vez un horizonte común, que es el de mejorar el trabajo a campo y demostrarlo con números crecientes.

 

“Es un grupo que busca transferir tecnología de productor a productor, entre pares, más allá de lo que pueden aportar los asesores, los técnicos y los profesionales que conocen a fondo la ganadería y el manejo de los pastizales naturales”, aseguró el coordinador, quien remató la idea con una frase que resume ese pensamiento: “Si solos vamos más rápido, juntos vamos más lejos”. Una perfecta síntesis de lo que significa el trabajo en equipo, sin egoísmos, compartiendo la experiencia propia y escuchando la ajena, compenetrándose con lo que le pasa al otro, sintiendo que se pueden apoyar en el vecino, en el colega, porque todos están en inmersos en la misma realidad.

 

"La Monina", el campo anfitrión de la jornada, es uno de los doce que componen el Grupo Ga.Mo. En total, el conglomerado de productores abarca 58.000 hectáreas, de un total de 2,9 millones que abarca el territorio productivo de los departamentos Ayacucho, Belgrano y Pueyrredón. Entre todos dan empleo a 18 personas, cinco familias que dependen de estas producciones ganaderas de monte, un total de 41 personas que le agregan un perfil social al productivo. Cinco de las explotaciones se dedican exclusivamente a la cría, otras seis hacen cría y recría y hay uno que solo hace recría en un ambiente en el que llueven alrededor de 350 milímetros anuales en promedio. Poseen entre todos 3.780 vientres y en 2018 recriaron 1.776 cabezas.

 

“Arrancamos en 1982, hubo productores que fueron y vinieron hasta llegar a la conformación actual, que se consolidó en 2015. Toda gente comprometida, al punto de que registramos un 75% de asistencia a las reuniones mensuales”, resumió Pellet Lastra, con el orgullo de pertenecer a Ga.Mo., casi como si fuera el club de los amores de un hincha de fútbol.

 

Con números en la mano y el conocimiento de tantos años aportando su experiencia desde la coordinación de Cambio Rural, Marianetti se refirió a los problemas que afrontan los productores en el semiárido norte puntano. “La desertificación es uno de los obstáculos más importantes, tenemos entre todos los productores un 59% de pastizal degradado, lo que implica menos carga animal por hectárea y, por consiguiente, menor peso al destete de las crías”, apuntó el técnico del INTA.

 

Además, describió una realidad social adversa: “La migración de los pobladores rurales a las zonas urbanas por la falta de oportunidades es palpable, y también la falta de recambio generacional. Hoy los jóvenes no quieren dedicarse a las tareas del campo y seguir una tradición generacional. Son chicos que estudian o pretenden hacerlo, acceden a nuevas tecnologías y pretenden irse a trabajar a las ciudades”.

 

Por supuesto, más allá de los doce productores que tiene el Grupo Ga.Mo., la zona tiene un sinfín de pequeños criadores de hacienda, que luchan en soledad y con pocas herramientas para sortear los problemas descriptos y otros que van surgiendo día a día en un ambiente hostil para la producción de carne. Y esas dificultades se vuelven más patentes si se realiza una comparación con los índices que arrojan quienes están organizados.

 

Los integrantes de Ga.Mo. exhibieron un cuadro en el que se observaba que mientras el porcentaje de destete en el norte de San Luis orilla el 49%, ellos lograron un 74%. Además, la producción del carne es más del doble: 12 kilos por hectárea y por año contra apenas cinco de la media de la zona, mientras que la receptividad está en un animal cada 10 hectáreas, dos menos que el promedio.

 

Pellet Lastra volvió a remarcar la importancia de la organización cuando contó su historia personal. “Llegué a San Luis hace 15 años, no sabía nada de nada, ni idea de la ganadería. Fui ganando en eficiencia, en parte gracias al grupo Ga.Mo., que siempre me apoyó, me hizo parte de la movida nomás. En esta zona hay que saber administrar el recurso forrajero, yo lo aprendí a los golpes, pero les juro que lo aprendí”.

 

 

Pastizales y Buffel integrados

 

Luego fue el turno de Lisandro Blanco, un ingeniero agrónomo del INTA de La Rioja, quien habló sobre pastizales naturales y rolado con Buffel Grass integrado al sistema, con nociones sobre carga, pastoreo y descanso, aspectos claves en la producción de forraje en zonas marginales.

 

“El pastizal natural está sub-valuado, parece que fuera gratis”, arrancó directo al grano el especialista, quien aseguró que “el manejo requiere cabeza, tecnología y presencia. Esto es ciencia más arte, se necesitan las dos cosas”.

 

Luego pasó a describir las dificultades que afrontan quienes dependen del pastizal natural para el alimento de la hacienda criada a campo. “Cuando manejamos pastizales, manejamos variabilidad. No estamos frente a una pradera como las que hay en la Pampa Húmeda, esto es otra cosa. Acá hay distintos promedios de lluvia dentro de esos 350 milímetros que nos cuentan los libros. Tenemos años de 200 y otros de 700 milímetros. Otro problema recurrente es la susceptibilidad al pastoreo, sobre todo en verano; y también la degradación, que se traduce sobre todo en el impacto que producen los animales cerca de las aguadas, que es donde más les gusta estar y comer”.

 

La receptividad es todo un tema en el semiárido, pero con los estudios y los años de experiencia, se pudo empezar a conocer los factores para estimarla y no cometer errores con las cargas. “Hay que conocer la productividad forrajera, necesitamos información; el factor de uso, que se traduce en la pregunta ¿hasta dónde planifico comer? Y como decíamos recién, también la distancia a la aguada. En potreros grandes hay que mejorar la distribución. Cuanto más lejos, más productividad”, resumió Blanco.

 

Otro factor es la selección de los sitios de pastoreo: “Hay lugares que el animal va a evitar, porque son de difícil accesos. Por eso no hay que contar todas las hectáreas del campo, sino solo aquellas que son factibles de ser pastoreadas. Y atención, porque no todo pastizal responde igual ante la misma cantidad de lluvia. Uno de condición buena puede dar de 3 a 4 kilos de materia seca por milímetro de precipitación, mientras que uno pobre va a dar un kilo a lo sumo. Es clave regular las cargas con los descansos”.

 

Sobre este punto, dejó algunas estrategias de usos y descansos. “En un sistema de pastoreo continuo, el 5% mejoró su condición; pero en un sistema rotativo, que implica tener la hacienda 12 meses en uno y 12 meses en otro, el 22% mejoró la disponibilidad forrajera. Es una diferencia notable”, explicó el técnico del INTA.

 

Sobre la implantación de Buffel Grass, aconsejó hacerlo sobre todo “cerca de las aguadas”, y también “integrarlo al sistema rotativo”. Aseguró que todo el pastizal del campo tendrá el doble de eficiencia con un buen uso de la lluvia.

 

De todas maneras, pidió flexibilidad en el manejo del pastoreo: “Hay que incluir la recría como válvula de regulación de la carga animal. El concepto básico sería no ‘vender la fábrica’ (las vacas) sino la recría”. Y finalmente se refirió al monitoreo forrajero satelital constante, una herramienta tecnológica que hay que saber aprovechar. “Existen mapas de producción para ajustar la carga, lo que achica las horas-hombre en el campo. Deben estudiar la evolución y comparar años buenos con años malos. Porque no nos crean todo lo que decimos, o al menos confróntenlo con sus propias experiencias. Está la verdad del técnico, pero también la del productor”.

 

 

La ganadería y el ecosistema

 

Por último, el ingeniero agrónomo Marcelo Navall, de la estación experimental del INTA Santiago del Estero, se refirió a la ganadería y la presión que ejerce sobre el ambiente. “Hay un sistema natural y otro del plano socio- económico, ambos interactúan, y de las decisiones que se tomen en relación a ambos surgirá una manera de influenciar en el ecosistema circundante, tanto en sus estructuras, como en sus funciones y servicios”, explicó el técnico, quien definió esas decisiones como “de uso, de manejo y de inversión”.

 

Navall cree que un plan de manejo es un trámite burocrático, pero prefirió pararse en otra definición, la de herramienta básica para el manejo ganadero. “Por ejemplo, podemos referirnos al uso de las leñosas, que muchas veces tienen una connotación negativa, pero a la vez sabemos que dan sombra y ciclaje de nutrientes. Entonces ahí tenemos una decisión que tomar: o las erradicamos, o bien tenemos con ellas una convivencia saludable”.

 

“Si provocamos un disturbio en el ecosistema, como puede ser un rolado, un pastoreo, un fuego o un desmonte, removemos biomasa del suelo. Allí entra a jugar la intensidad, la severidad, la frecuencia o una combinación de todos estos aspectos. Por eso digo que es clave planificar previamente qué vamos a hacer”, instó el ingeniero.

 

Luego se refirió a las demandas sociales, cada vez más crecientes, de producir con conservación, o sea pensando en el ambiente. Ese es un nuevo desafío que tiene la ganadería, que debe proveer a un mercado dispuesto a pagar bien por la carne, pero exige nuevas maneras, más ecológicas, de conseguir el recurso. “Hay dos modelos que tienen diferencias en el plano hasta ideológico. Uno de separación, que se llama Land sparing; y otro de integración, o Land sharing, que consiste en sacrificar metas productivas para conservar el ecosistema a partir de una combinación de manejos”, amplió Navall, quien promovió el ABC de los factores preponderantes: “Agua, Biodiversidad y Carbono”.

 

Para ampliar ambos conceptos, podemos resumir que Land sparing se refiere a la idea de que la intensificación de la agricultura para incrementar la productividad por área, resulta en la liberación de tierras para la conservación de la biodiversidad a nivel del paisaje, de ahí la idea de "separación" entre producción y conservación. En tanto que Land sharing se refiere a la idea de que la agricultura alternativa, diversa y agroecológica puede mantener la biodiversidad a nivel del paisaje, por eso es conocida como de "integración" entre producción y conservación.

 

En el final dejó un mensaje de advertencia contra la deforestación. “La recuperación de este tipo de ambientes puede llevar entre 30 y 40 años de sacrificios, y existen efectos como la percolación, que es lo que pasó con el río Nuevo en San Luis, donde subieron las napas con sales”.

 

LA MEJOR OPCIÓN PARA VER NUESTROS CONTENIDOS
Suscribite a El Diario de la República y tendrás acceso primero y mejor para leer online el PDF de cada edición papel del diario, a nuestros suplementos y a los clasificados web sin moverte de tu casa

Suscribite a El Diario y tendrás acceso a la versión digital de todos nuestros productos y contenido exclusivo