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La evolución del campo, en la mirada de un protagonista

Uno de los primeros agrónomos de la capital repasa cómo la producción en San Luis se transformó gracias al avance de la tecnología y de las inversiones en infraestructura.

Por Juan Luna
| 09 de junio de 2019
Pasión por el campo. El hombre nació en San Luis y se crió en las sierras de La Carolina.

A Martín Blanchet los recuerdos se le amontonan en la memoria. Cientos de imágenes le vienen a la cabeza cuando intenta graficar la transformación que ha experimentado el campo puntano en los últimos tiempos, sobre todo en las últimas tres décadas. Pero el hombre, de voz pausada aunque muy firme, se toma el tiempo necesario para acomodar cada una de esas postales, etiquetarlas con fechas y lugares precisos, asignarles una explicación y una reflexión final.

 

A sus 75 años, el ingeniero agrónomo es una palabra autorizada para ir a buscar datos de un San Luis muy distinto al actual, tanto que parece otro. Su trayectoria profesional fue atravesada por esa evolución desde un agro tradicionalista, en el que la tierra no era más que un bien de posesión económica, a una provincia con producciones cada vez más tecnificadas y eficientes.

 

Blanchet, además, puede mirar la actividad del sector desde los distintos ángulos desde los que la vivió: desde la producción, el ámbito financiero, y hasta la docencia. Pero cuenta con un aval más: probablemente haya sido el primer habitante de la ciudad de San Luis en recibir el título de agrónomo.

 

 

Actualizado. Blanchet en una charla sobre sorgo.

 

 

Casi medio siglo

 

“Siempre estuve profesionalmente vinculado con la producción agropecuaria, aunque me jubilé de docente. En los momentos libres me mantuve al tanto por estar vinculado a la administración de campos, haciendo asesoramientos y todo eso", se presentó.

 

Aunque la charla con la revista El Campo transcurre en pleno centro de la capital puntana, las palabras dibujan rutas, cultivos y hacienda por el aire de la oficina. Sobre la pared cuelga el cuadro con el título otorgado por la Universidad Nacional de La Plata. Está fechado en el 11 de noviembre de 1971.

 

“Esa universidad fue una de las fuentes madres del desarrollo agropecuario, junto a la de Buenos Aires. Las facultades de Río Cuarto y las de Villa Mercedes aún no existían. En ese San Luis, desde 1966 para atrás, los compañeros de uno se recibían de médicos, abogados y algunos pocos de ingenieros civiles. Era un San Luis de 30.000 habitantes, en el que la agronomía no era un objetivo de estudio”, recordó.

 

En su caso, la inclinación por la profesión no le vino por tradición familiar, salvo por la influencia de algunos tíos. "Nosotros nos criamos en La Carolina, en las sierras, y allá tuve algún contacto con el campo como niño y adolescente, probablemente esa sea la semilla que germinó después, no lo puedo precisar", reflexionó. Más allá de esos años y del tiempo que estuvo en La Plata para estudiar, siempre hizo de la ciudad de San Luis su hogar. Desde ahí se movió por toda la provincia durante 48 años en sus diferentes trabajos. "Había dos o tres ingenieros agrónomos, pero venían de Mendoza porque era una rareza venir a trabajar acá. No se estilaba que las oficinas y los sectores agropecuarios fueran dirigidos por gente de campo. Había una política que no tiene nada que ver con las economías de hoy, en las que requerís un personal técnico que avale lo que estás haciendo", planteó.

 

 

Las escuelas técnicas deberían enseñar a trabajar. Si los alumnos no agarran la pala, el día de mañana no van a poder amar su profesión", especificó Martín Blanchet, sobre la formación actual en los colegios agrotécnicos.

 

 

Uno de las funciones que más le permitió al agrónomo conocer el campo profundo y mirar las distintas realidades de sus habitantes fue la que desempeñó en el Banco Nación. Tenía la responsabilidad de hacer un estudio agropecuario antes de que la entidad le otorgara un crédito a un productor. Luego, realizaba un seguimiento para verificar que el dinero fuera invertido.

 

Cumplió ese rol durante casi diez años, hasta que la llegada de José Martínez de Hoz al Ministerio de Economía del gobierno militar terminó con esa política de apoyo a las inversiones agrarias que, para Blanchet, fue muy beneficiosa para el sector. "El productor tenía que ser idóneo y le daban buena plata. Se alambraban los campos, era una época de mucho crecimiento", expresó.

 

 

Frontera agrícola

 

Tenía a cargo las localidades de San Luis, Villa Mercedes, Justo Daract y Tilisarao, e incluso el sur de Río Cuarto. La agricultura era totalmente convencional, es decir que la tierra debía ser labrada antes de arrojar las semillas. "En la década del '80 hubo esbozos de un inicio de cambio en la producción agrícola, pero recién en los '90 se puede hablar de una transformación", sostuvo. La incorporación de la siembra directa fue el gran paradigma que elevó el potencial de los cultivos.

 

"Las fronteras agrícolas son totalmente dinámicas y las van regulando las condiciones de los cultivos. Hubo zonas que fueron muy favorecidas por las lluvias, como El Amparo o incluso Villa Mercedes. Pero hay otras que no, pero igual han crecido mucho. Todo el sur de Fraga, donde está Caldenadas, antes era solo médanos y ahora son campos cultivados. Hoy se habla de sojas que se cosechan con regímenes de apenas 400 milímetros de lluvia, ya debe haber una variedad para cada lugar", comparó.

 

En aquellas épocas, Martín también se ocupaba de la administración de la estancia 'Los Puquios', en La Cumbre. Y ya empezaban a vislumbrar los avances que más tarde se terminarían de concretar. Pero aún así, admitió que por entonces no llegaban a imaginar ni dimensionar las cosas que permitiría hacer la tecnología. "De los tractorcitos de 80 a 100 HP de potencia, pasamos a los monstruos que vemos hoy", remarcó. En la actualidad, la agricultura de precisión permite que siembren aviones, que las sembradoras se manejen solas, que cambien la densidad de semillas en cada lote, entre otras tantas funciones que parecen de ciencia ficción.

 

 

La ganadería y el monte

 

Casi cuarenta años tiene también el vínculo que el agrónomo mantiene con el grupo GA.MO. (Ganadería de Monte), una asociación de productores que funcionó bajo la órbita del programa de Cambio Rural del INTA. En la actualidad está conformado por unos doce criadores que aprovechan los pastizales naturales y los bosques nativos para alimentar su hacienda.

 

"Es un ejemplo de lo que hay que hacer a nivel de producción: asociarse. Porque el productor agropecuario es muy personalista, pero las necesidades los unen. Ellos tienen una virtud poco común, que es sacar cuentas. Todos los gastos e ingresos se anotan, y tienen un programa para ver si los índices ganaderos van en caída o en subida", contó.

 

De esa manera, afirmó que la ganadería también se ha transformado con el paso de los años y que ha conseguido ganar en precisión.

 

La clave está, para Blachet, en saber buscar el equilibrio justo entre la conservación de los recursos naturales de una región con la incorporación de tecnología y recursos foráneos. Una de muestra fue la jornada que hizo el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna en Argentina (IPCVA) hace poco en San Luis, sobre la implementación del Buffel Grass. "Una vaca en campo de monte necesita de 8 a 10 hectáreas, en departamentos como Pueyrredón, Belgrano, Ayacucho, y de repente aparece esta megatérmica con planteos que en una hectárea producís como en cinco de monte. Las ecuaciones económicas cambian", ejemplificó quien estuvo a cargo de una de las paradas técnicas.

 

 

Más conocimientos. Blanchet en una exposición agrícola.

 

 

Ese es el gran desafío de la producción. "Yo soy un fanático de la ecología, pero aplaudo a los que también se dedican a producir. Hoy por hoy está todo reglamentado, no es a libre albedrío. Los ecologistas se olvidan de que cada año hay millones de habitantes más en el planeta, hay que pensar qué darles de comer. La ciencia, en base a la protección del medio ambiente, tiene que producir cada vez más", resaltó.

 

El ingeniero recordó que las zonas  áridas son las más lábiles y vulnerables a las modificaciones que se hacen para la aplicación de nuevas técnicas. Y recordó el gran cambio que observó en la provincia en las últimas décadas, con la desaparición de los humedales, como en el caso de las Lagunas de Guanacache, o la expansión de ríos nuevos que eran subterráneos, como sucede en la Cuenca del Morro.

 

"Todas las barrancas que hoy se ven, antes no existían. Como eran tierras feraces con 600 milímetros de agua, vino el desmonte, la siembra convencional, e hicieron lo que se ve hoy. Pero los principales culpables de esa situación ecológica son los productores", reclamó.

 

A nivel ganadero, hay otro problema: "El productor chico ha desaparecido. No es fuerte, como era antes. Me parece que hay una materia pendiente, que es ponerle un final al principio de sucesión en zonas de monte. No se pueden subdividir tanto porque sino no alcanza a convertirse en una unidad económica para la producción".

 

 

Más que caminos

 

Durante décadas, Blanchet tuvo que andar por diferentes caminos para llegar a los campos que debía visitar. Los charcos o los médanos y guadales eran componentes habituales de esas sendas que terminaron mutando hacia modernas rutas y autopistas, en la mayoría de los casos. Ese es otro de los grandes factores que explican la transformación del campo en San Luis: las inversiones en infraestructura.

 

"En esos cuarenta años que me tocó recorrer la provincia, se vio una gran evolución. Porque ahora llegás a los campos y ves que tienen acueductos (en épocas de sequía era terrible), tienen luz y estructuras acorde a las necesidades. Se puede criticar para mejorar, pero evidentemente esa provincia que yo conocí en los '70, hizo crack para potenciarse hacia el futuro. No sé si fue la necesidad, la política, o alguien en especial, pero lo vieron y lo hicieron. Trabajé en localidades donde no había nada, y aunque ahora tampoco tienen todo, es una gran diferencia", reflexionó.

 

 

"Las escuelas técnicas deberían enseñar a trabajar. Si los alumnos no agarran la pala, el día de mañana no van a poder amar su profesión", especificó Martín Blanchet, sobre la formación actual en los colegios agrotécnicos.

 

 

Esos servicios y ventajas que tiene la provincia atrajeron inversores y grandes empresas que fueron poblando el territorio puntano y, en gran medida, estimularon el crecimiento local.

 

De esa manera, el mote con el que cargaba San Luis (para el ingeniero de manera injusta) de ser un lugar marginal para la producción, fue quedando cada vez más atrás. Hoy, potencia su posición como plaza ganadera de importancia, hay producciones agrícolas con grandes rendimientos, y cuenta con actividades alternativas que diversifican al sector.

 

 

Plantar la semilla

 

Pero Martín Blanchet también tiene una mirada clara y concreta sobre el agro sanluiseño como docente. Fue maestro y directivo de la Escuela Técnica Nº 6 "General San Martín", conocida como la Agraria. También estuvo en los inicios de la carrera de Ingeniería Agronómica en la Universidad Nacional de San Luis (UNSL), en su sede de Villa Mercedes, que hoy es la cuna de formación de los profesionales que trabajan en la provincia, y donde dictó la materia de Fitopatología.

 

"Estudiábamos las enfermedades de las plantas, algo que también era muy primitivo en esa época. Teníamos un departamento junto a otros profesores para estudiar cómo se combaten los insectos en los cultivos", explicó.

 

Desde esa experiencia como formador planteó que, así como el cambio  se ve día a día en la producción, "también  se ve en nuestra sociedad y en los alumnos. Antes, con muy poco hacíamos todo. Hoy tienen más facilidades y herramientas, pero falta trabajo. Hay que enseñar a trabajar, en determinado momento eso se perdió en la educación técnica. Si los chicos no trabajan con la pala, el día de mañana no pueden amar la profesión".

 

 

Viejas postales. Aunque la imagen es ilustrativa, muestra cómo araban los campos en otras épocas, cuando no había maquinarias.

 

 

En ese aspecto, sostuvo que es fundamental que haya producción en los colegios de formación agrotécnica, para que los estudiantes conozcan el oficio, las dificultades que tienen que enfrentar, y también las satisfacciones que da el trabajo cumplido.

 

"Soy un enamorado de mi profesión, pero también veo que es el futuro. Hay determinadas profesiones a las que no les veo el futuro, porque se van quedando. Pero todo lo que está relacionado a la salud y a la alimentación, siempre va a durar", expresó.

 

Aunque ya está retirado de las aulas, Blanchet sigue ejerciendo la docencia a su manera. En charlas o jornadas técnicas, o en una simple conversación, saca a relucir una didáctica impecable para explicar un concepto, para recordar otras épocas, o para mirar hacia adelante.

 

Porque aún con 75 años de vida y casi medio siglo de trayectoria en el mundo del agro, Martín aún no se detiene. Administra y asesora algunos campos y se sigue levantando tan temprano como cuando debía recorrer la provincia de punta a punta. "He bajado mucho el ritmo. Pero no paro la marcha, eso no. Cuando uno ya tiene un sistema de vida, es como un tren que salió. No podés frenar por frenar. Creo que quedarse mirando los pajaritos es lo peor que podría hacer", dijo.

 

Lejanos parecen haber quedado los recuerdos del San Luis que el ingeniero conoció en sus comienzos. Sin embargo, formó parte de una generación que plantó la semilla de una transformación que todavía continúa. Por lo pronto, Blanchet también se mantiene vigente: "Estas son las cosas que te mantienen despierto y lúcido, y hoy por hoy eso es muy importante", cerró.

 

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