Padres en la tribuna: el partido más importante
El comportamiento de quienes alientan a los chicos en su deporte es fundamental para la formación del nene o nena en la vida y en la disciplina. Por Lahila Berardi.
Como coach deportiva, soy testigo diario del impacto que el comportamiento de los padres en el fútbol infantil tiene sobre los chicos. Si bien la pasión es inherente, la actitud desde la tribuna puede ser un factor determinante, para bien o para mal, en la experiencia de los jóvenes deportistas. El fútbol es mucho más que un deporte; es una valiosa escuela de vida donde se aprenden el trabajo en equipo, la disciplina, la resiliencia y la superación personal. Sin embargo, la presión excesiva, los gritos desmedidos o los comentarios negativos pueden quebrantar estos aprendizajes, transformando un momento de diversión y crecimiento en una fuente de estrés y frustración.
La salud mental de nuestros jóvenes es un aspecto fundamental y a menudo subestimado. Cuando un padre grita instrucciones desde afuera, critica un error o se enfada con el árbitro, envía mensajes inconscientes que minan la confianza de su hijo: "No confío en tu capacidad", "Tienes que ser perfecto", "Mi orgullo hacia vos depende de tu rendimiento". Esto puede generar ansiedad, miedo al fracaso y una disminución de la autoestima. En lugar de ello, los padres tienen la oportunidad única de ser pilares de apoyo incondicional. Un aplauso sincero tras un esfuerzo, un abrazo después de una derrota o un simple "¡Bien hecho!", una felicitación por su desempeño, o una pregunta que les haga sentir que estamos con ellos "¿cómo te sentís?", construyen en los niños una mentalidad fuerte y positiva. Los chicos necesitan saber que son amados y valorados por quienes son, no por los goles que meten, los partidos que ganan o por ser mejores que sus compañeros. El fútbol, como cualquier deporte, es un excelente vehículo para transmitir valores. El respeto es el primero y más importante: respeto por los compañeros, por los rivales, por el árbitro, por el entrenador y por el juego mismo. Cuando un padre insulta al árbitro, menosprecia al equipo contrario o discute con otros adultos en la tribuna, cuando un padre insulta a otro chico del equipo rival sin medir que podría ser su propio hijo, está modelando comportamientos inaceptables para su hijo. Por el contrario, al mostrar fair play, celebrar el buen juego de ambos equipos y aceptar las decisiones (incluso las desfavorables) con serenidad, los padres están enseñando con el ejemplo. La humildad en la victoria y la dignidad en la derrota son lecciones invaluables que se aprenden observando a los adultos más cercanos.
Nuestro rol en la tribuna va mucho más allá de ser meros espectadores. Somos ejemplo, motivación y contención emocional. Cada palabra, cada gesto, cada reacción nuestra tiene un impacto directo en la experiencia deportiva y en el desarrollo personal de nuestros hijos. Los invito a reflexionar: ¿Qué queremos que nuestros hijos recuerden de su etapa en el fútbol infantil? ¿Los gritos y la presión, o el disfrute, el aprendizaje y el apoyo incondicional que recibieron de nosotros? ¿Qué valores quiero que mi hijo adquiera? ¿Qué estamos enseñando cuando festejamos y hacemos cánticos dedicados a otros o con contenido agresivo? ¿Qué padre estoy siendo?
El fútbol es un juego, y como tal, debe ser un espacio de alegría, crecimiento y amistad. Si logramos que nuestras tribunas sean un reflejo de estos valores, estaremos contribuyendo a formar no solo mejores futbolistas, sino también mejores personas. Y ese, sin duda, es el mayor triunfo que podemos celebrar


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