El hijo y el hermano del hombre golpeado contaron que los 4 detenidos los agredieron sin razón, cuando estaban en la calle.
Mientras Raúl Fernández mejora hora a hora, a tal punto que si su evolución se mantiene a ese ritmo en los próximos días podría recibir el alta médica del policlínico de Villa Mercedes, comenzó a salir a la luz de boca de los propios protagonistas lo que sucedió en la pelea que lo dejó al borde de la muerte. Los que declararon fueron Nicolás y Gustavo, el hijo y el hermano del herido. Ambos le contaron al juez Contravencional y Correccional, Santiago Ortiz, que la tarde del sábado tomaban unas cervezas en una esquina del barrio Aviador Origone cuando los cuatro imputados, Agustín Romero, Gabriel Magallanes, Leandro Rubau, y Ceferino Díaz, pasaron en dos autos y empezaron a gritarles en un tono amenazante. De un segundo a otro, los de los coches pasaron del dicho al hecho. Según los Fernández, se bajaron de los vehículos y se les fueron encima, armados con herramientas de hierro y un nunchakus. Pero a la pregunta sobre qué motivó la pelea ninguno de ellos supo responderla.
Ayer, al mediodía, el hombre de 51 años abandonó la terapia intensiva y fue llevado a una cama del área de especialidades quirúrgicas, es decir, a sala común. Tras la cirugía que le practicaron la noche del sábado por la lesión que le hundió y le fracturó el cráneo, se recupera a paso de gigante. "Está vigil, come y respira por sus propios medios, se comunica y se ubica en tiempo y en espacio", precisó Diego Saber, el director del hospital "Juan Domingo Perón".
Aunque, en un primer momento Saber había explicado que tras un traumatismo encefálico como el que sufrió Raúl el alta médica podría demorar hasta meses, ayer trajo calma a sus familiares. Adelantó que una vez en sala común, controlan durante 48 horas su evolución y si su recuperación continuaba como hasta ahora podría irse a su casa pronto.
"Dejálo, que lo mataron"
Gustavo relató que el sábado, alrededor de las 18, estaban él, Raúl, su sobrino y un vecino llamado Juan Carlos sentados sobre la caja de la camioneta de su hermano, en Perón y Paraguay. "Nos juntamos ahí porque Juan Carlos se iba a trabajar al club y, como era el Día del Amigo, nos pusimos a charlar y compramos unas cervezas", narró. En eso pasaron en sentido contrario al suyo, es decir de norte a sur, un Fiat 128 dorado y un Fiat 147 blanco.
"No sé por qué, pero pasaron gritando e insultando", aseguró. En el semáforo de Moreno y Perón los del coche se detuvieron. "Nos tiraron una piedra para donde estábamos nosotros y señalando decían “a vos, a vos...” e insultaban, pero yo no me sentí aludido. Mi sobrino, en cambio, se paró sobre la caja y preguntó “¿a mí?” y le contestaron que 'sí' los otros", afirmó.
Contó que de uno de los vehículos bajó un joven. Juan Carlos le sugirió a Nicolás que los dejara, que ya se iban a ir, pero el muchacho de 23 años no le hizo caso. "Mi sobrino se acercó a los del auto blanco y se trenzó a piñas", recordó.
A partir de ese momento, todo se salió de control. "Ahí se bajaron tres más. Uno con un nunchakus, otro con un pedazo de caño cromado de 40 centímetros, como de un barral de moto, y otro con una llave tipo L, para sacar ruedas de autos", aseguró.
Gustavo y Raúl se acercaron hasta Nicolás. "Nos agarramos todos a pelear. Me pegaron con piedras en la espalda y el cuello y con un nunchakus en la cabeza", narró. Admitió que, en medio de la riña, rompió el vidrio de uno de los rodados, porque le dio impotencia que los otros los atacaran con herramientas cuando ellos se defendían a mano limpia.
En un momento, vio caer a su hermano, con el rostro bañado en sangre, y cómo otro de los agresores estaba a punto de atacarlo, a pesar de verlo herido. "Yo me tiro encima y trato de cubrirlo y ahí me pegan en la cabeza", relató. Dijo que no vio si alguien golpeó a Raúl, solo sabe que uno gritaba: "¡Dejálo, que lo mataron!".
A los pocos segundos, Raúl se desvaneció y no volvió a pararse. "Me quiso decir algo, pero no lo entendí", declaró. Fue ahí cuando la pelea terminó. Los de los Fiat estaban impresionados por cómo había quedado el otro hombre.
El hijo del herido, si bien dijo que no tiene claro por qué los imputados empezaron la pelea, deslizó que pudo tratarse de un malentendido. "En la esquina, al frente nuestro, se descompuso el 147 y hubo unos bocinazos de ellos con otro coche que iba cruzando. Calculo que pensaron que nosotros éramos los que le tocábamos bocina", relató. Después de eso llegaron los insultos y, de la mano, la batalla campal.


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