"Eva, todas somos Eva": el paso a la inmortalidad

Exactamente a las 20:25 del viernes, mientras una larga fila de asistentes esperaba entrar a la sala, casualmente llamada Hugo del Carril, para ver el estreno de “Eva, todas somos Eva”, comenzó a sonar en los altavoces la marcha peronista. A esa hora precisa, un 26 de julio, Eva Perón ingresaba a la inmortalidad. Así quiso homenajearla el vestuarista y director Charly Braile, con dos funciones el fin de semana.

Tres mujeres vestidas de enfermeras recibían al público en silencio. Con flores en las manos, antes de ingresar a la sala, los abrigados espectadores dejaron su ofrenda a los pies de un cuadro dispuesto sobre un atril con el rostro de Eva, en blanco y negro. Las exequias habían comenzado.

La obra empezó de inmediato, sobre el escenario estaban dispuestos diversos objetos, como un escritorio con la Bandera Argentina al frente, un mueble para maquillaje, una máquina de coser, un sillón y dos sillas envueltas con raso blanco. María Celeste Domínguez salió a escena ataviada como Eva un vestido inmaculado de mangas largas y con una voz potente y trabajada comenzó su parlamento. Con la misma dicción que aún puede escucharse en antiguos audios.

Ella ya había muerto y su soliloquio primero se centró en su frágil cuerpo que había sucumbido a una espantosa enfermedad y a un notable enojo con Dios y los médicos. Lo que siguió fue una terrible descripción de lo que pasó con sus restos. Los vejámenes que sufrió, las tensiones políticas, el exilio y finalmente su descanso eterno junto a su familia.

El recorrido por su vida, contado en primera persona, fue saltando en el tiempo sin un orden específico. Pasó por la pobreza de su infancia, los sufrimientos con su padre y su otra familia y su posterior muerte; la adolescencia en Junín, sus fervientes deseos de ser actriz. Sus difíciles comienzos en la actuación, el día en que conoció a su amado Juan Domingo Perón después del implacable terremoto en San Juan, las peleas con sus pares y su triunfo con la película “La pródiga”, que fue estrenada cuarenta años después de su filmación.

El espectáculo estuvo acompañado por un soporte audiovisual. Sobre una pantalla gigante al fondo del escenario se proyectaban escenas de discursos, el debate parlamentario por el voto femenino, escenas de sus películas, fotografías con Perón, su amor, y su labor por los “descamisados”. 

Además del silencio atronador del público, se destacaron los impecables atuendos, realizados por Braile, con los que la actriz hizo una docena de cambios de vestuario, asistida en todo momento por Paco Ángel, interpretado por Gabriel Flores.

Sobre el final se dieron los momentos más emotivos de la obra, algunos espectadores no pudieron contener las lágrimas al recordar o conectar con la vida de una de las mujeres más representativas de la historia argentina.

El cierre, con un potente y sentido discurso de Eva, hizo poner al público de pie y la ovación retumbó en toda la sala. Tal vez el más emocionado fue Charly Braile, el director, que al agradecer a todos no contuvo el quebranto de su voz y el aplauso fue aún más fuerte.