22°SAN LUIS - Jueves 25 de Abril de 2024

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La voluntad de un campeón

Recuerdo el día que conocí a Gustavo Fernández. Fue en el Ave Fénix, durante un partido de GEPU en la tercera categoría de la Liga Nacional de Básquet. Iba con su silla de ruedas de un lado al otro de la línea de fondo, mientras les alcanzaba las pelotas a los jugadores que practicaban tiro antes de comenzar el juego. Al equipo visitante lo dirigía alguien que conoce cada madera del parquet del hermoso estadio de Juana Koslay, el “Lobito” Fernández, histórico base del GEPU campeón de la Liga en los 90, el papá de Gustavo.

 

Me llamó la atención la voluntad que le ponía el chico para que no se le escapara ningún balón y que todos volvieran a las manos de los basquetbolistas. No sabía por entonces que ya escalaba en los rankings del tenis adaptado. Lo hizo con esa misma voluntad de superación, la que tuvo siempre desde que al año y medio de vida el corte de una vena en la médula lo dejó paralítico. Toda la familia entró en un lógico shock, pero él siempre les demostró que iba a salir adelante.

 

Un pequeño ejemplo lo demuestra. En 2001 el “Lobito” jugaba en Estudiantes de Olavarría y Gustavo cursaba 1º grado. En una actividad que propuso la maestra, los chicos debían escribir qué querían ser cuando fueran grandes y los padres debían adivinar qué había puesto cada hijo. Al ex jugador de GEPU le fue fácil adivinar que la palabra “futbolista” era la que correspondía al suyo. Al final ganó la raqueta, porque el tenis se puede jugar desde una silla de ruedas. Y Gustavo, con el tesón de siempre, se propuso ser número uno del mundo, algo que logró en julio de 2017. Gustavo tiene una misión más importante que la de ganar trofeos: “Lucho para que se vea al discapacitado con naturalidad”, asegura con la humildad de siempre, la que tuvo su papá en los años dorados de jugador y la que tiene su hermano Juan Manuel, quien se formó en el básquet universitario de Estados Unidos y ya se puso la camiseta de la Selección Argentina. El gen Fernández es indudablemente deportivo, y de calidad.

 

Gustavo ya ganó dos veces Roland Garros, otras dos Australia, y este año se coronó en Wimbledon, donde ya había ganado en dobles.

 

Suma además tres oros y una medalla plateada en los Juegos Parapanamericanos. Pero él hinchó el pecho como nunca cuando fue elegido abanderado de la delegación argentina en los Juegos Paralímpicos de Río 2016.

 

“Me molesta ser una excepción. Debería ser natural ver a un discapacitado en el cine, o con su novia, o en la calle, haciendo lo que sea. Pudiendo vivir su vida, en un boliche… Por eso no quiero ser un ejemplo: lo ideal sería que todos pudiéramos hacer una vida normal, sin llamar la atención. Como no es así, me hago cargo de representar una motivación para que los chicos no bajen los brazos. Y voy a estar siempre atento para cambiar esta realidad”, firma Gustavo Fernández, el que le ganó a todas las adversidades solo siendo fiel a sí mismo.

 

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