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Ordenan investigar si policías mintieron en una causa por abuso

Sospechan que lo hicieron para poner en mejor situación al denunciado. Harán un expediente aparte.

Por redacción
| 29 de agosto de 2019
Ediro. El caso denunciado ocurrió a comienzos de setiembre de 2016 en el destacamento policial de la terminal. Foto: Archivo.

En la resolución en la que procesó al subcomisario José Alberto Bravo por abusar sexualmente de una policía que tenía a su cargo, en San Luis, la jueza Penal 3, Virginia Palacios, ordenó que se forme un expediente aparte “para investigar la posible comisión de delitos de acción pública por parte de quienes comparecieron a este proceso en calidad de testigos”. Se trata de otros efectivos, compañeros tanto de Bravo como de la denunciante, que podrían haber dado falso testimonio o cambiado su declaración para poner en mejor situación al jefe policial ahora procesado.
La magistrado les dedicó un apartado en la resolución emitida días atrás, y fue especialmente crítica del testimonio de dos compañeras de la víctima, que también trabajaban en la Estación de Interconexión Regional de Ómnibus (Ediro), y de quien por esa fecha era jefe del destacamento situado en la terminal. Bravo era el subjefe. 
Lo que una de las compañeras manifestó inicialmente condecía prácticamente en todo con lo dicho por la denunciante. Ella refirió que le había contado a su colega que el 6 de setiembre de 2016, cuando quedaron solos en el destacamento, Bravo la lanzó contra un armario, la besó en la cara y en la boca y la manoseó en los pechos.  
Respecto al posterior cambio en la declaración de esa policía, la jueza dijo que “pretende claramente alivianar la situación del imputado deslizando que los dichos de la denunciante tendrían un motivo de índole laboral”. Pero aclaró que, más allá de su apreciación, la camarada escuchó el relato de la víctima de primera mano.
Si bien indicó que reparaba en el hecho de que la testigo era una subordinada jerárquica respecto a Bravo, consideró que resultaba “desdeñable que como mujer pretenda restarle valor y crédito a la denuncia en cuanto a la motivación”, para luego señalar: “En tiempos actuales en que se enarbolan a ultranza los derechos impostergables de la mujer, no resulta menos cierto que ello no debe limitarse a un mero discurso, sino que cada cual debe accionar con valentía, ya sea por sí o por otra persona”. Eso, coraje, es lo que a la compañera de la denunciante le faltó “para hacer prevalecer sus derechos derivados de su género aun frente a cuestiones de jerarquía”, consideró Palacios.

 

"Era una situación insoportable"
La otra compañera que dio testimonio dijo –en iguales términos que la denunciante– que cuando llegaba a trabajar y saludaba, Bravo las apretaba, para poder tocarlas; que les preguntaba si tenían pareja, qué vida sexual llevaban y si se depilaban de forma íntegra, entre otras cosas. 
Pero además, la policía narró que había sido testigo de la incomodidad de la denunciante cuando Bravo le hacía comentarios sobre sus pechos. Inclusive aseguró sentir lo mismo por las obscenidades que el subjefe le decía a ella misma. “Ya era una situación insoportable”, aseveró la mujer policía, quien luego “mutó ostensiblemente su relato en una clara pretensión de mejorar la situación de Bravo”, entendió la jueza. 

 

El jefe defendió al denunciado
Después de consignar las declaraciones del jefe, la jueza consideró que surgía “el incuestionable conocimiento” que él tuvo de lo sucedido, porque la propia víctima se lo narró, y fue en similares términos a como luego lo denunció.
Además, “con la clara intención de defender al acusado, desconoció la existencia del hecho por no haberse registrado en el libro de guardia, imponiendo en cabeza de la víctima la omisión de elevar un informe”. Y continuó: “Resulta insólito que pretendiere la presentación de un informe por parte de quien había sido acosada y abusada. Resulta un absurdo, a lo que cabe agregar su grave omisión en cuanto a informar oficialmente el hecho, invocando el triste argumento de haber resultado trasladado”.
Varios testigos refirieron que era habitual que Bravo cosificara a las mujeres. Pero el jefe dijo que Bravo “era un hombre muy correcto”, que al entrar a trabajar, saludaba cordialmente. “Un hombre muy correcto, que hostiga al sexo opuesto, banalizando la genitalidad y al género e imponiendo su superioridad para avasallar e incluso imponer castigo ante la no consecución de sus fines lascivos de unívoco contenido sexual, denigrante y humillante”, dijo la jueza, cuestionando al jefe policial, cuyas contradicciones calificó de “graves”. 

 

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