Romina Oddone
Periodista
Pagar el mínimo de la tarjeta, la peor idea
Las tarjetas de crédito son un arma de doble filo. Pueden aliviar la carga financiera o solucionar un gasto imprevisto, pero volverse en contra si no se tiene la cautela de pagar el importe completo todos los meses.
Los bancos dan la opción de pagar solo el mínimo, que es un porcentaje del saldo total, lo que sucede es que ese resto que se deja sin pagar luego se carga de un porcentaje de interés que se llama Costo Financiero. Con la devaluación del peso ese porcentaje se fue incrementando y hoy puede llegar a ser de hasta más del 150 por ciento anual. Esto termina envolviendo al consumidor en una bola de nieve de intereses que se convierten en impagables. Y sin contar los impuestos extras que mes a mes se liquidan, como los costos de mantenimiento de la cuenta y de administración. A eso hay que sumarle la renovación anual por lo que el total puede representar unos 500 pesos mensuales que se esfuman del bolsillo.
Si bien las cuotas sin interés y las promociones son muy tentadoras, a la larga es necesario evaluar si conviene meterse en créditos. Muchas familias, ahorcadas por la carga de pagar todos los meses el plástico, cometen el error de comprar bienes que no son durables en cuotas, como por ejemplo, el pedido del supermercado.
Ante la desgracia de estar todos los meses cubriendo los pagos mínimos o, como se dice en la jerga financiera, hacer "revol ving", la mejor opción es o pedir un refinanciamiento y dejar de usarla o sacar un crédito personal (nunca en una financiera porque suelen tener más intereses que los bancos) y liquidar el total de la tarjeta. Acto seguido romperla para no volver a caer en la tentación.
Nunca hay que dejar de pagar, porque a los bancos no les tiembla el pulso ante un deudor (son sus favoritos) y los mandan derecho al Veraz. Y si pasa mucho tiempo y no logran cobrar, venden la deuda a estudios de abogados que además de ser llamadores seriales y asustadores compulsivos, van a querer cobrar sus altos honorarios.
Siempre está la posibilidad de, llegada esa instancia, ir al banco y pedir hablar con Cobranzas. Ahí se puede apelar al derecho del consumidor y exigir que sea el banco quien cobre esa deuda ya que fue con ellos con quien se contrajo. Ellos pueden hacer un plan de pago en cuotas con un interés que seguramente será mucho menor al que ofrezca el estudio de abogados.
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