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Piden que investiguen a policías y a un hombre por una muerte

Los familiares del hombre sospechan que una golpiza policial y un posterior botellazo acabaron con su vida.

Por redacción
| 03 de enero de 2020
Angustia y preguntas. Hace 19 días, cuando su hermano quedó internado, les dijeron que ya no se recuperaría. Foto: Leandro Cruciani.

Con dolor por la ausencia y con dudas, muchas dudas. Así comenzó 2020 la familia de Franco Velázquez, un vecino del barrio 131 Viviendas de San Luis que murió el pasado 24 de diciembre, tras estar nueve días internado en el Hospital San Luis, producto de una gravísima lesión en la cabeza. Sus hermanas, Andrea y Mariana Velázquez, le dijeron ayer a El Diario que esperan que la Justicia investigue en profundidad dos circunstancias que, a su entender, habrían incidido conjuntamente en ese daño cerebral que llevó a su hermano a la muerte. Indicaron que una es una golpiza que su hermano sufrió a manos de policías, un mes antes de fallecer. La otra, un botellazo que recibió el 14 de diciembre, durante una pelea con un conocido con el que tomaba alcohol.

 

Ambos hechos han sido denunciados: el primero, en la Oficina de Recepción de Denuncias del Poder Judicial, y el segundo en la Comisaría 6ª. Ahora, la investigación para determinar la causa de muerte de Velázquez, está en manos del Departamento Homicidios de la Policía.

 

Las hermanas contaron que el primero de los hechos ocurrió el 11 de noviembre, cuando Franco se había juntado a tomar con vecinos que viven frente a su casa. Según confiaron, si bien su hermano solía tomar, hace unos cinco años comenzó a beber más y con mayor frecuencia. Por esa razón, ha sido golpeado por la Policía en otras oportunidades, indicaron. “Pero los vecinos lo pueden decir, si bien Franco tomaba, no le faltaba el respeto a nadie, cuidaba a los niños y a los mayores”, aseguró Andrea.

 

 

 

Contó que ese 11 de noviembre, los efectivos fueron al barrio e interceptaron a los sospechosos de un robo. Dado que sentía temor hacia los uniformados, su hermano corrió en dirección a un monoblock del barrio Pabellón Argentino, para ponerse a resguardo, explicó. Subió hasta el último piso y desde allí, los efectivos lo bajaron violentamente, repitiendo la acción de golpearlo en los descansos y largándolo escaleras abajo, narró la pariente en base a dichos de vecinos.

 

De allí, lo llevaron a la Comisaría 6ª, en donde estuvo 24 horas detenido, por averiguación de antecedentes y medios de vida. Es decir, no le imputaron ninguna causa por robo, aunque a la hermana le dijeron que lo llevaban arrestado como sospechoso de ese delito.

 

“Un chico y su novia cargaban cosas robadas. Pero mi hermano no tenía nada que ver con eso. Los vecinos con los que él estaba tomando me dijeron después que era imposible que él haya robado algo, si había estado todo el tiempo con ellos y acababa de salir”, dijo Andrea.

 

Desde que regresó a su casa tras la detención y hasta la fecha en la que fue llevado al Hospital San Luis por el botellazo, Franco no dejó de quejarse por los dolores que sentía en la cabeza, en las costillas. “Era un hematoma andante”, dijo Mariana. Y a lo largo de esos días tomó calmantes para poder aplacar las dolencias, agregó la otra hermana.

 

El sábado 14 de diciembre a la siesta, Andrea y el hijo de Franco, Patricio, fueron a socorrerlo cuando les avisaron que estaba tirado en la calle. Había quedado en Falucho, entre la calle 2 y Aristóbulo del Valle, a mitad cuadra. Eran las 15, aproximadamente. Sabían que antes de que eso sucediera, Franco había estado bebiendo con un conocido, “El Miguelón”. “Supuestamente tuvieron una discusión. Unos dicen que era por 300 pesos, o porque no tenían plata para seguir tomando”, refirió Mariana.

 

Según evocó Andrea, su hermano tenía una lesión vertical en la parte superior de la cabeza —en el hueso frontal—, que sería producto de un botellazo. En ese momento, no coordinaba para hablar, tenía la mirada perdida, pero la familia pensó que eso quizás obedecía a que estaba alcoholizado.

 

En ese momento pidieron una ambulancia, que demoró en llegar. Entonces, Andrea resolvió llevar a su hermano a su casa, y lo cargó con la ayuda de Patricio. Allí, en las horas siguientes, su hermano estuvo medianamente activo y consciente. Estuvo sentado en un sillón de su casa.  Después subió a su habitación, en el primer piso. Antes, en un momento, se cruzó un rato al frente de su casa, en donde repartió estampitas.

 

“Lo vi que se levantaba, que iba al baño, se levantaba, se acostaba… así estuvo toda la tarde”, recordó Andrea. La última vez que lo vio bien fue cerca de la 1:30 de la madrugada del domingo 15.

 

A la mañana, su padre, Regino, entró al dormitorio de Franco a las 9, aproximadamente, y le preguntó si estaba bien. Franco le respondió desde la cama con un “mmm”, que su padre interpretó como una confirmación de que así era.

 

La familia preparó el almuerzo y comió, y después su hijo, Patricio, subió a ver cómo estaba. Se encontró con un cuadro preocupante: su papá tiritaba, tenía los ojos hacia atrás, y comenzó a convulsionar. Llamaron a una ambulancia, que esta vez llegó rápidamente.

 

Prácticamente desde el momento que llegó al hospital el hombre quedó en terapia. “Nos dijeron que parte de su cerebro ya estaba muerto. Fue muy cruel, porque nos decían ‘él va a morir’. Había que hacerle una operación, pero podía no salir vivo de ella, y mi mamá resolvió que no lo operaran. Veíamos que movía los ojos, pero nos explicaron que solo eran reflejos, que no se iba a recuperar. Quedó en terapia para tener una muerte con una mejor atención, para que no sufriera”, relató Mariana, con lágrimas.

 

Por lo que les comentaron, la autopsia reveló no solo las heridas que corresponderían al botellazo sino también otras lesiones que, según les indicaron, son anteriores y ellos asocian a las que podrían haberle efectuado los policías en noviembre.

 

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