Los peligros relacionados con el tiempo, el clima y el agua, que durante los últimos 50 años causaron 11.000 catástrofes y provocaron dos millones de muertes, se mantienen como una severa amenaza sobre un tercio de los habitantes del planeta, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Los datos facilitados por 138 Estados miembros “muestran que solo el 40 por ciento cuenta con sistemas de alerta temprana ante riesgos múltiples. Esto significa que, en promedio, una de cada tres personas en todo el mundo todavía no está cubierta” con anticipación ante los eventos extremos, señaló la OMM.
Acechan los peligros por ciclones tropicales y huracanes, crecidas, sequías, olas de calor, incendios forestales, tormentas de arena y polvo, plagas de langostas del desierto, inviernos rigurosos y desbordamientos repentinos de lagos glaciales.
La carencia de sistemas de alerta pesa sobre los países menos adelantados y en particular sobre los pequeños estados insulares en desarrollo, en los que no solo falta la capacidad de prevención requerida, sino que los recursos financieros a veces no llegan a donde son más necesarios.
Desde 1970 los pequeños Estados insulares en desarrollo han sufrido pérdidas valoradas en 153.000 millones de dólares debido a fenómenos climáticos extremos, una cantidad significativa ya que el producto interno bruto medio anual de esos países es de 13.700 millones de dólares.
Los daños materiales del último medio siglo causados por eventos meteorológicos y climáticos extremos en todo el globo fueron estimados por la OMM en 3,6 billones (millones de millones) de dólares.
Si bien la media de muertes notificadas a raíz de cada desastre se ha reducido en un tercio durante ese período, la cantidad de desastres registrados se ha quintuplicado y las pérdidas económicas se han multiplicado por siete; destacó el informe.
En 2018, estos fenómenos provocaron que unos 108 millones de personas de todo el mundo necesitasen ayuda del sistema humanitario internacional, luego de tormentas, inundaciones, sequías e incendios forestales.
Además, el estudio estima que en los próximos 10 años esa cifra podría aumentar en casi 50 por ciento, y que el costo asociado rondaría los 20.000 millones de dólares anuales.
Los sistemas de alerta temprana son una condición indispensable para la reducción efectiva de los riesgos de desastre y la adaptación al cambio climático. Estar preparados y ser capaces de reaccionar en el momento oportuno y en el lugar adecuado puede salvar muchas vidas y proteger los medios de subsistencia de las comunidades de todo el mundo.
Si bien la COVID-19 generó una profunda crisis sanitaria y económica de la que el mundo tardará años en recuperarse, es fundamental recordar que el cambio climático seguirá representando una amenaza constante y creciente para la vida humana, los ecosistemas, las economías y las sociedades; durante siglos.
En América del Norte, Central y el Caribe, los sistemas de alerta temprana cubren al 96 por ciento de la población; en América del Sur al 60 por ciento; en Europa, Asia y el Pacífico entre el 70 y el 75 por ciento; pero en África solo al 44 por ciento.
Además, globalmente no se dispone de la capacidad suficiente para convertir las alertas tempranas en acciones tempranas, especialmente en los países más pobres.
Para la OMM el foco de atención ya no será el tiempo que hará, sino las consecuencias que tendrá, para permitir a las personas, comunidades, autoridades y empresas adoptar medidas tempranas en función de las alertas. Un mundo bajo amenaza climática.


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