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El futuro energético en la captura de carbono

Por redacción
| 21 de octubre de 2020

Mientras aún brega para incrementar la generación y consumo de energía renovable, América Latina empieza a avizorar nuevas tecnologías, como la captura y almacenamiento de carbono y la de hidrógeno proveniente de carburantes fósiles o energía eólica y solar.
Son modalidades que requieren cuantiosas inversiones y el despliegue de infraestructura, lo cual concita dudas sobre su viabilidad.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y la Agencia Internacional de Energía (AIE) recomiendan su uso para reducir las emisiones contaminantes y contener el aumento de la temperatura por debajo de 2º centígrados.
Investigadores del Instituto de Geociencias de la Universidad Nacional Autónoma de México cuestionaron la viabilidad de la captura y almacenamiento de carbono (CCS, en inglés).
La tecnología implica la captura de CO2 producido por grandes plantas industriales, su compresión para su transportación y su posterior inyección en formaciones salinas profundas, lechos de carbón no explotables o yacimientos de aceite, para así evitar la liberación de ese gas generado por las actividades humanas, responsables del recalentamiento planetario.
La industria petrolera la utiliza para retenerlo e inyectarlo en pozos maduros para extraer aceite o gas, variante conocida como recuperación mejorada de petróleo (EOR, en inglés).
Pero el almacenamiento profundo encierra riesgos de fugas de CO2 o inducción de sismos.
La producción del hidrógeno verde se basa en la reformación de metano a vapor, que implica la mezcla del primer gas con el segundo y su calentamiento para obtener gas de síntesis, pero arroja CO2.
Otro proceso recurre a la electrólisis, mediante la cual el hidrógeno se aparta del oxígeno utilizando la energía eléctrica como separador. El gas reacciona con el aire, genera electricidad y libera vapor. La electrólisis también permite recombinar ambos elementos para formar agua y así concebir fluido.
En América Latina, la CCS, que necesita de precios de CO2 altos para ser rentable, exhibe menos avance que el hidrógeno.
La planta Cuenca de Santos CO2-EOR, de la petrolera estatal brasilera Petrobras y situada frente a las costas de Río de Janeiro, capturó y reinyectó unos 10 millones de CO2 en los campos petroleros Lula, Sapinhoá y Lapa desde 2013. En 2025, su meta acumulada es procesar un total de 40 millones de toneladas.
México posee un potencial de almacenamiento de CO2 de 100.000 millones de toneladas y Brasil, 2.000.000 millones, los mayores en la región.
En el mundo hay al menos 15 proyectos de CCS en operación y siete en construcción. Pero la AIE, la agencia que aglutina a los países industrializados con mayor consumo de energía, calcula que son necesarios 2.000 para 2040.
El Monitoreo de Energía Limpia de esa agencia, que evalúa el estado de 39 tecnologías críticas para contener la crisis climática, indica que solo siete marchan en la dirección correcta y entre ellas no está la CCS.
El reporte “Situación global de CCS 2019. Enfocando el cambio climático”, de diciembre pasado y elaborado por el no gubernamental Instituto Global de CCS, estima que esa tecnología puede aportar nueve por ciento de la reducción de emisiones acumulativas para 2050.
El futuro energético se nutre también de la captura de carbono. Tecnologías para un desarrollo limpio.
 

 

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