SAN LUIS - Sabado 18 de Mayo de 2024

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Juicio caso Ferrara: los autores "sabían a qué iban y quién vivía"

Lo dijo el subcomisario Javier Sosa, quien al momento del hecho trabajaba en la entonces División Homicidios.

Por redacción
| 11 de diciembre de 2020
Jueces. En la audiencia de ayer estuvieron Ayala (izq.) y Lucero Gagliardi. Foto: Archivo.

Dos testigos declararon ayer en el juicio que se lleva adelante contra Jorge Emiliano Barroso, segundo acusado por el asesinato de Antonio Ferrara, quien fuera jefe del Programa VIH-Sida de la Provincia. Son el médico forense que hizo la autopsia, Jorge Giboín, y el jefe del Departamento Homicidios de la Policía, subcomisario Javier Sosa. El primero confirmó que la víctima murió por asfixia, dado que los asaltantes, además de golpearlo y de inmovilizarlo con ataduras, le colocaron un calzoncillo en la cavidad bucal que le obstruyó la tráquea, causándole el taponamiento de las vías aéreas superiores. El segundo dijo que, por las averiguaciones que practicaron y lo que le indica su experiencia profesional, no se trató de un robo domiciliario circunstancial. Quienes entraron “sabían a qué iban, quién vivía, cómo estaba; medianamente conocían el lugar”, consideró.

 

Marcos Juárez, uno de los defensores de Barroso, le consultó a Sosa si el hecho de que la llave haya sido hallada en el patio delantero de la propiedad, en el pasto, podría sugerir que se trató de una “entradera”, tal es el nombre con el que se ha popularizado la modalidad delictiva en la que una persona es sorprendida por uno o más delincuentes cuando ingresa o sale de su casa. El policía consideró que para él, lo que sufrió Ferrara no se encuadra en una “entradera”. Y recordó que los testigos indicaron que él “era muy precavido con su seguridad”. 

 

El presidente del Tribunal, Javier Ayala, le preguntó al subcomisario qué le indicaba, como investigador, que las llaves hayan sido encontradas en ese lugar. Sosa contestó que le hacía suponer que tal vez hubo un forcejeo entre la víctima y los ladrones, y que en esa circunstancia se cayeron allí. 

 

Ayala también interrogó a Sosa al respecto de la vinculación que los investigadores hicieron en su momento entre el asalto sufrido por el funcionario de Salud y otro en el que fue víctima un policía federal jubilado de apellido Heredia (Ver "Un asalto...”). Hay similitudes: las víctimas fueron hombres que vivían solos, ellos fueron maniatados y les llevaron elementos considerados de fácil traslado, como lo es, por ejemplo, un reproductor de DVD.

 

Cuando ocurrió el hecho —fue el 3 de noviembre de 2010, en la casa de la víctima, en el barrio Lucas Rodríguez, en la zona sur de San Luis capital— Sosa era parte de la entonces División Homicidios y tenía la jerarquía de inspector.

 

El actual subcomisario indicó, además, que intervino en la inspección ocular que se hizo en el domicilio de Ferrara, pero no en otras averiguaciones —como recabar datos de testigos y en la calle—, que estuvieron a cargo de un policía de apellido Monzón, a quien intentan localizar para que declare. Este efectivo, que ya fue citado dos veces, ayer tampoco compareció. Pero la secretaria de la Cámara Penal 1, Isabel Olguín Yurchag, informó en la audiencia que, según lo que se ha podido averiguar, estaría fuera de la provincia.

 

La defensa de Barroso tiene interés en escuchar a Monzón, dado que él habría introducido el dato de la presunta intervención de las dos personas que terminaron vinculas al crimen: Walter Emanuel Ferreira —quien hace cuatro años y cuatro meses fue condenado por el asesinato— y Barroso. La prueba que terminó de sellar las presunciones de la participación criminal de Ferreira fue un cotejo de ADN: en los elementos de sujeción que tenía Ferrara (más concretamente en la cinta con la que lo habían amordazado) estaba su perfil genético.

 

A criterio de la defensa de Barroso, la situación de él es distinta ya que “no solo no hay ADN de él, sino que no hay ninguna prueba”, refirió ayer Juárez, el abogado que, junto a Ramiro Rubio, lo representa. “Lo único que lo conecta es un llamado al 911 en el que se mencionó un apodo, ‘Gordo Juanchi’. Pero Barroso no se llama Juan, y tampoco tiene el apodo ‘Gordo’,  sino ‘Pela’. Monzón es quien, con base en tareas investigativas de calle, lo conecta. Pero lo esperamos para ver cuál es la veracidad o no de esa información. Y no hay testigos que digan que Barroso haya participado en el hecho”, aseveró.

 

Barroso es juzgado por un Tribunal conformado enteramente por jueces civiles, dado que los integrantes de las Cámaras Penales 1 y 2 de San Luis se han excusado, ya que su intervención en otras instancias precedentes de la causa les impide hacerlo en el juicio.

 

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