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Tras 38 años fue reconocido como prisionero en Malvinas

Daniel Ponce es el primer veterano local en contar con una constancia sobre su experiencia como rehén de los ingleses.

Por redacción
| 22 de febrero de 2020
El regreso. El excombatiente viajó a las islas en 2014 para recorrer cada rincón en el que pasó 74 días. Fotos: Gentileza.

El recuerdo imborrable de los estruendos de las bombas, las armas, el frío, el hambre y la incertidumbre de mantenerse con vida estuvieron presentes a flor de piel esta semana en la vida de un exsoldado villamercedino que estuvo preso en el conflicto bélico. Daniel Ponce recibió un certificado, 38 años después, emitido por la Cruz Roja Internacional desde la sede ubicada en Génova, que lo reconoce como prisionero político en el año 1982.

 

Es el primer excombatiente de la ciudad en tener la constancia emitida por la institución. Hay otros dos veteranos que están en condición de tramitar el papel, porque el resto regresó antes de la guerra.

 

 Unos 2.500 soldados argentinos fueron apresados cuando finalizó el conflicto. “Lo que más recuerdo es lo que sentía cuando caí prisionero. Todos nos hacíamos las mismas preguntas y eran qué iba a pasar con nosotros y cómo iban a ser nuestras vidas, porque no lo sabía ni yo ni los militares, ya que nadie había estado preso en una guerra. Así que fue todo nuevo para nosotros. Por un lado estaba la tranquilidad de no escuchar más las bombas ni explosiones y estar vivos, porque las batallas habían terminado, pero a su vez la impotencia de estar detenido y saber que habíamos perdido. Y no solo eso, sino que también pensábamos en cómo nos iba a recibir la gente. Porque uno relaciona con esto que en Argentina la Selección nuestra pierde un partido y los reciben con insultos. Yo tenía 19 años”, contó el veterano.

 

Como experiencia y al recordar el desempeño que tuvo, Ponce agregó: “Yo estuve en la Compañía de Ingenieros Anfibios en la Infantería Marina como soldado convicto clase 62 y estuve los 74 días en 44 combates y 9 días como prisionero. En ese lapso, el trato de los ingleses fue bueno porque vieron la edad que teníamos. Pudimos hablar con ellos y nos enteramos que los fines de semana atacaban el doble porque era doble la paga. Es decir que para ellos era un trabajo y no podían entender que nosotros lo hacíamos por la patria y nos hacían seña de que estábamos locos, porque no podíamos ir gratis a pelear a una guerra”.

 

A los argentinos los detuvieron el 14 de junio (fecha en que finalizó el conflicto), los trasladaron a 12 kilómetros a la zona del aeropuerto donde ingresaban los aviones Hércules. En esa zona los compatriotas habían minado todo para que no ingresaran los ingleses en el caso que embarcaran ahí. “Prácticamente nosotros preparamos nuestra propia trampa porque se había ido nuestro campo de concentración, sabíamos que estaba todo minado y que de ahí no podíamos escaparnos, salvo por la única entrada que habían puesto los ingleses. Así que esos días era tratar de comer lo que nos llevaban: los camiones volcadores la tiraban y aprovechábamos para alimentarnos porque veníamos de tres días de ataques intensos que no cesaban durante las 24 horas. No habíamos dormido ni comido, aprovechamos para hacerlo y relajarnos, para armar trincheras de nuevo con tanques, con palos, con nylon, con lo que encontrábamos para poder guarecernos de los 15 grados bajo cero y tratar de sobrevivir esos cinco días”, explicó.

 

 

 

La llegada. Los jóvenes soldados argentinos arribaron a Malvinas en 1982 para enfrentar a los ingleses. 

 

 

La última vez que fueron trasladados al pueblo, los obligaron a tomar una sopa salada y una vez que terminaron, los encerraron en un galpón sin agua. De ahí, los soldados ingleses sacaban grupos de argentinos para limpiar el pueblo de lo que había quedado de la guerra y volvían al encierro. Esa noche (en las islas oscurece a las 17) los llevaron al muelle, donde permanecieron hasta la medianoche para poder subir a una lancha de desembarco que los llevó hasta el rompehielo Almirante Irizar. “Según mi recuerdo y el de algunos compañeros míos, fue entre el 19 y el 20 de junio, que coincidía con el Día del Padre y el de la Bandera. Ahí recibimos nuestra ducha de agua caliente, ropa nueva, comida y después de 44 días de combate eso era impagable. No sé cuánto tiempo me dormí, pero sé que cuando desperté pudimos subir a cubierta del barco y estábamos entrando por el Canal de Beagle. Para la Cruz Roja eso fue el día 23 de junio. Lo que pasa es que uno pierde la noción del tiempo estando ahí”, remarcó con nostalgia.

 

Al regresar al piso argentino cada uno fue destinado al lugar donde le correspondía hacer el servicio militar obligatorio. Allí permanecieron un mes hasta que pudieron volver a su casa. “Estuvimos incomunicados, sin poder hablar con nuestras familias, sin avisarles que estábamos vivos y nos pidieron hacer unos papeles con una revisación médica y llenar un formulario como que estaba todo bien, como que no había pasado nada en la guerra, para poder ingresar a la vida civil”, recordó Ponce.

 

Además, el excombatiente analizó lo que significó Malvinas en su vida. “Yo siempre digo que en la guerra tenía 19 años y pasé a tener la edad que tengo ahora que son 57. Esos días de combate te hacen madurar de golpe, aprendés a convivir con la muerte y el peligro, al no saber cuándo vas a morir. Ese trastorno psicológico te lleva a perder lo que es la juventud, porque yo después del secundario fui a la 'colimba' y volví siendo otro. Tengo un estrés postraumático de 45,4%, según arrojó un examen que hicieron las Fuerzas Armadas en el que participaron el Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea, pero me salvó mucho el regresar a las islas en el año 2014, como también me ayuda tener el museo y el poder contar a la gente mi experiencia. Eso es sanador y reparador”, finalizó con resignación.

 

 

 

Por: Guadalupe Ortiz.

 

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