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Rigoberta Menchú: de la selva guatemalteca al Premio Nobel, sin abandonar sus principios

Ser una mujer indígena no es fácil hoy, y mucho menos lo era en la Guatemala de 1970. La entrevista exclusiva con un ejemplo de vida para todas las mujeres del mundo.

Por Agustina Bordigoni
| 08 de marzo de 2020
FOTO: MARTIN LIFKA PHOTOGRAPHY - VIDEO: MARINA BALBO

Lideresa social, activista, dirigente política, escritora y guía espiritual, trabajadora incansable en la defensa y reivindicación de los derechos de las mujeres y de los pueblos indígenas, pero, ante todo, una Mujer Maya K'iche' de la Aldea Laj Chimel, en Guatemala.

 

Así se define en su hoja de vida Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz 1992 y fundadora, entre muchas otras cosas, de la Iniciativa de Mujeres Premios Nobel de la Paz y del Consejo Directivo Nacional de la Asociación Política de Mujeres Mayas de Guatemala Moloj.

 

Sencilla y clara, como las grandes, compartió su saber en una entrevista exclusiva para El Diario de la República, y comentó que “el Premio Nobel no era una acreditación solamente personal, sino desde un inicio empezó a ser una memoria colectiva” ya que si “era el resultado de una década de trabajo de mucha gente, definitivamente continúa así en los años siguientes”.

 

—¿Qué significa ser Premio Nobel de la Paz y cuáles son las actividades que le demanda?

 

—Muchas personas hemos trabajado en Guatemala especialmente en la recuperación de la memoria del genocidio, del etnocidio, los juicios penales, hemos dedicado mucho de nuestro tiempo a la investigación, la definición y la ayuda específica a las víctimas del conflicto armado y sus derechos.

 

Un Premio Nobel no nace sabiendo qué es ser Premio Nobel, sino que es una agenda, una agenda social, una agenda de activista, una agenda de estar dispuesto a estar donde hay que estar y donde se necesita estar, y no quedarse en la mesa con raíces y empujando a todos, sino tratando de ser un observador de procesos.

 

Yo he tratado de variar mi agenda entre los pueblos indígenas, los derechos de las mujeres, he estado con muchas redes de mujeres, jóvenes, también con derechos humanos y los procesos de paz. Paz en este tiempo, no solamente la definición de paz que yo tengo que es la armonía, es el equilibrio, es armonizar nuestras relaciones humanas, sino desafortunadamente paz para la humanidad son armas nucleares, son bombas, son químicos, son extracción minera...

 

Es devastador para la humanidad, entonces todos los temas de paz pues han sido nuestro tema y hacemos lo que podemos, ¿verdad?

 

—Usted y su familia sufrieron la violencia en persona. ¿Cómo hizo para convertir eso en fortaleza?

 

—Hay una parte de mi vida que es dolorosa. Todas las veces que tengo que pensarlo y tengo que recordarlo, y tengo que vivirlo... Y por eso yo siempre creo que las mujeres tenemos sentimientos, que somos solidarias por nuestra experiencia, muchas veces no es por la teoría que tenemos, sino por lo que nos ha tocado vivir.

 

Pero lo más cruel para mí no solo fue que mis dos hermanos hayan muerto de desnutrición, de hambre, y que es la suerte de millones de niños en el mundo, sino también mi hermano Patrocinio que fue secuestrado, torturado, quemado; mi hermano Víctor, fusilado, y que hasta la fecha no he podido recuperar sus restos mortales, que tanto me gustaría para darles un entierro digno; mi madre, que fue llevada un día y torturada… cuánto desearía que un día entre por la puerta y diga: “Aquí estoy”. Igual el caso de mi padre fue un proceso largo penal que yo llevé. Puedo decir que estuvo en litigio por lo menos unos 17 años el expediente y hasta la fecha continúa, porque yo espero que este caso se vaya ante la Corte Interamericana. Ya hay una sentencia emblemática donde prueba la culpabilidad  del Estado, pero el Estado hasta la fecha no acepta su responsabilidad.

 

 

 


Por su lucha por los derechos indígenas en Guatemala, Rigoberta perdió gran parte de su familia. Esa causa la llevó a exiliarse en México y comenzó a tocar las puertas de los diplomáticos para visibilizar la situación.

 

 

 

Bueno, todo eso para mí, los desaparecidos no son ajenos, los ejecutados no son ajenos, los quemados vivos no son ajenos y quizás esa es la fuerza más importante. Espero que las mujeres del mundo no luchen por su situación personal, sino luchen por su liderazgo.

 

Y yo he tratado de no hacer un borrón, porque no se puede, de lo que a mí me ha tocado vivir. Pero también yo he dado mi tiempo para saber qué está pasando con los jóvenes, qué está pasando con las mujeres, cuáles son los tipos de violencia actual, dónde está la esclavitud contemporánea, dónde están los rasgos de la discriminación, el odio, etc. Entonces me considero una cientista social, me considero una activista social, incurro en la Academia por mi destino, gracias al Creador soy docente y soy parte de la UNAM en México, que es una gran institución académica. Pero también soy activista social y esas partes de mi vida también las adoro, yo lo he disfrutado… Soy una mujer que me gusta ser coqueta y me gusta ser alegre, y quiero hacer cosas que den resultado: si no tiene resultado es una tarea para otros, no para mí.

 

 

 

 

—¿Cómo ve el papel de las mujeres en América Latina?

 

—Tenemos un conjunto de avances. Yo creo que las mujeres actuales que se proponen hacer un liderazgo tienen que tomar en cuenta que hay avances. Hemos cambiado las normas, hemos tipificado muchos delitos, incluso ya son un delito de femicidio los atentados contra las mujeres. Nos toca enfrentar el tremendo desafío que es la violencia, porque la violencia hoy no se ejerce solo contra las mujeres, sino se ejerce contra las niñas. Y también la violencia no solo es en un campo institucional: también en nuestras familias, en nuestros hermanos, en nuestros tíos hay violencia contra las mujeres.

 

¿Por qué? Porque las mujeres han conquistado muchos derechos. O sea, lo que hemos conquistado tiene un costo altísimo en la vida de las mujeres, por lo tanto no podemos desechar lo que nos ha costado tanto: derecho a la paridad en los congresos, a la participación política, derecho a que no se haga bullying contra una mujer solo porque no me gustan sus ideas… O sea, hemos conquistado muchos derechos.

 

Ahora, sigue habiendo lucha por los derechos. Pero lo más importante, siento yo, es también continuar la lucha por la dignificación de la mujer. La mujer es vista todavía como la que se queja más, la más sensible, la pobre señora que fue dejada por el marido, la madre de varios hijos porque el marido se fue con otra… Todo ese tipo de situaciones son parte hoy de lo que son discriminación, odios, racismos, bullying, desprecio, etc.

 

Entonces las mujeres tenemos que hacer un poco más de esfuerzo, para no permitir, primero, ser un objeto de discriminación y de violencia; segundo, pues que de nuestras hijas realmente nazcan muchas lideresas del futuro.

 

Nuestros hijos, aunque sean diputados ya nuestros hijos, aunque sean funcionarios, aunque sean de corbata, como digo yo aquí, digámosles que robar no es bueno, ser corrupto no está bien, que mentir no está bien, que no enseñamos eso a nuestros hijos, y a nuestras hijas.

 

O sea como la doctrina, la incidencia de la mujer tiene que seguir su curso día con día, en todos los contextos y en todos los ámbitos. Es la única manera porque si esto no es una labor colectiva ninguna organización nos va a salvar de estas enfermedades psicológicas, emocionales, espirituales de la sociedad.

 

—La Fundación Rigoberta Menchú trabaja en este tema de la dignificación de las mujeres, y usted además participó en política, ¿cree que esto abrió el camino a las mujeres indígenas de su país en ese ámbito?

 

—A mí me tocó la suerte de fundar muchas organizaciones. Y después, no me quedé en esas organizaciones y me fui a fundar otras, y me fui a buscar nuevos horizontes. Pero me siento muy orgullosa de que fui miembro fundadora entre 4 mujeres distinguidas de Guatemala, fuimos fundadoras del Movimiento de Mujeres Moloj. La idea era que las mujeres mayas incurrieran en la administración pública, que se preparen para participar institucionalmente: para eso tenían que estudiar administración, tenían que entrar a incrementar su capacidad académica, para no ir a ser un objeto del área donde van, y gracias a eso ha nacido por ejemplo Sonia Gutiérrez, que es la secretaria general y jefa de bancada del movimiento político Winaq y el Congreso de la República, pero yo la vi como niña que se metió a organizarse dentro del movimiento de mujeres Moloj.

 

Luego me tocó fundar un partido político. Digo me tocó porque en realidad fue así: con mi esposo hablamos y dijimos ¿por qué no hacemos un partido?... ¿Y qué se hace para hacer un partido? Nos metimos prácticamente 9 años a formar el partido Winaq y fue duro. Hay que decir que nos chocamos contra el pesimismo de nuestra sociedad, el pesimismo de nuestra gente.

 

Siempre decían: “Pero señora, usted es muy buena, ¿cómo se va a meter en política?. Usted es buena gente. ¿cómo se va a meter a hacer un partido?”. Bueno, ¿qué le puedo contar? Formamos y fundamos el partido con 19.973 personas, el 45,5% eran mujeres, o sea que sí logramos levantar una cantidad de liderazgo de mujeres y gracias al Creador que en esos años se podía hacer un partido con esa cantidad de personas militantes, organizadas, miembros legales del partido.

 

Ahora, me fui a las elecciones, para mí era fundamental ir a las dos elecciones, porque nadie puede saber sobre cómo se hace una campaña electoral si no participa.  Nadie puede saber, cuál es el objetivo de entender tu población y su entorno, y sus necesidades, si no te metes en todos los rincones en donde la gente está su expectativa a una nueva administración gubernamental. Por supuesto que fue muy sacrificado le puedo decir, muy doloroso porque no somos empresarios, porque no tenemos dinero de nadie, no tuvimos padrinos mafiosos, porque solo ellos ganan elecciones. Aquí en este país las elecciones son de las mafias corporativas. Y eso lo puedo decir con toda fe porque eso yo lo vi, yo lo sentí en dos campañas electorales.

 

Finalmente yo dejé el partido a nuestros jóvenes para que sigan adelante. Yo sigo siendo miembro de su Comité Ejecutivo, pero no incido. ¿Por qué? Porque tampoco hice un partido para mí.

 

A mí me ha tocado armar algunos movimientos, crear instituciones, apoyo a la academia de lenguas mayas. ¿Y por qué no? Sigo haciendo, tengo sueños para el futuro. Todavía estoy pensando en los próximos diez años, qué es lo mejor, qué es lo prioritario que debo hacer, si es que voy a vivir 10 años más.

 

—Usted dijo alguna vez que el mundo perdió su humanidad. ¿Sigue viéndolo así?

 

—Yo pienso que hay que empezar por los tomadores de decisiones. Porque la realidad, la inmensa mayoría de la población más bien se ha vuelto más humano, y por lo tanto no piensa en su trascendencia, no piensa en su legado, y se vuelve uno humano cada vez menos importante. Pero los tomadores de decisiones inventan virus, tienen armas nucleares —hay más de 14 mil armas nucleares en el mundo que están activas—. Con un 2% de las armas nucleares podría desaparecer la humanidad. Pero ¿por qué tienen tanto si su objetivo es desaparecer un adversario humano?

 

Luego tenemos la tecnología; acabo de estar en una cumbre de Arabia Saudita sobre el futuro de la tecnología. Y me impresiona muchísimo la capacidad de los científicos de imaginar robots y de invertir cuantiosos recursos en contra de la humanidad en realidad. Entonces su ciencia, su matemática, su tecnología, es el invento que ellos creen para otro planeta, no para este planeta.

 

Y si usted ve la economía y la macroeconomía, se visualiza, se presenta no para los humanos que necesitamos un presupuesto semanal para poder vivir, para mantener nuestros hijos. No, ellos piensan en la economía como en abstracto para una elite superior.

 

Entonces, a la deshumanización hoy por hoy hay que centrarla, hay que ponerle apellido y nombre, en cada uno de nuestros países. De verdad, no es una humanidad en abstracto. Ya basta de que nosotros le echemos la culpa a todos los humanos de la desgracia del planeta, de la destrucción del medio ambiente, del cambio climático, de las mentiras globales que dan cuando hay una campaña electoral, de las instituciones que ya son obsoletas, que no sirven, pero que gastan todavía el presupuesto global para la educación, la salud, etc.

 

Yo creo que la corrupción es la deshumanización más descarada que hemos visto en nuestro tiempo. Entonces, hay que ponerle apellido a esa humanidad deshumanizada. Como yo les digo a los jóvenes en la universidad, es increíble pensar que hoy el emblemático corrupto que sabe robar más son doctores, son licenciados, fueron a la universidad. Antes decían: “Es que los pobres no dejan que uno tenga mejores condiciones sociales de vida”. No, actualmente los educados en la academia tienen una deuda moral con la ciencia, la sabiduría y los conocimientos, porque traicionaron ese juramento del bien común.

 

Entonces, yo siento, hay que investigar un poco más para visibilizar dónde están los deshumanos. No echarle la culpa a todos porque la verdad yo todos los días veo los pajaritos de mi casa y doy gracias al Creador que estamos vivos, y pido mucha luz para mi vida, porque tengo que resolver problemas cotidianos y esa es la vida de todas las mujeres, que están en la casa, que están en el mercado, esta es la vida de millones y millones. Los que ya no piensan que vale la vida humana son los que toman decisiones a partir de su poder “superior” a su manera, porque la verdad que qué bueno que nadie queda vivo por 200 años en estas tierras. Solamente tenemos un lapso y nos iremos, nos guste o no.

 

 

Línea 144 - Atención a víctimas de violencia de género

 

Es gratuita, anónima, nacional y disponible las 24 horas del día, los 365 días del año.

 

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