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"A los pumas hay que dejarles a mano sus presas naturales"

El especialista asegura que si tiene vizcachas, corzuelas o pecaríes en su entorno habitual, no atacará al ganado.

Por redacción
| 17 de abril de 2020
Gustavo Aprile estudia restos de un ataque de un puma. Foto: Bichos de campo y Archivo.

El puma es desde hace años la preocupación principal, en materia de depredadores, que tienen los productores. En San Luis es un tema de conversación recurrente cuando se recorren los campos. Se quejan de él los criadores de cabras, los de ovejas y los de vacas. El jabalí es otro animal salvaje que causa daños, pero como es herbívoro se dedica más a los cultivos y a romper alambrados con su fuerza descomunal, pero está lejos de causar las pérdidas económicas que se le atribuyen al puma.

 

Por eso, el sitio web Bichos de Campo conversó con Gustavo Aprile, quien se dedica a la conservación, manejo y restauración de ambientes naturales. Entre muchos trabajos, se especializó en los pumas. Los años de experiencia en campo lo llevaron a sostener que cuando pensamos en la relación del hombre con la naturaleza no se trata de “no tocar nada”, o de no aprovechar los recursos naturales, sino de hacerlo con respeto y mesura.

 

Aprile, quien participó de proyectos de reintroducción de fauna, asegura que pumas hay prácticamente en todo el territorio nacional, salvo en Tierra del Fuego. “En algunas zonas es escaso, como en el litoral, y en otras frecuente, como en las sierras pampeanas o en la Patagonia”, agrega, y también reconoce que la relación del animal con el productor agropecuario “es muy mala, en particular desde que disminuyeron sus principales presas naturales (vizcachas, pecaríes, corzuelas, guanacos) y desde que avanzamos en la mayor parte de las regiones naturales con nuestras producciones pecuarias tradicionales. Desde entonces el puma volcó su interés a lo que tiene a mano: ovejas, chivos, potrillos y terneros. Y claro, la respuesta del productor no se hizo esperar: anda a balazo limpio”.

 

Dice que se convierte en una amenaza “cuando no le dejan las presas naturales que requiere. Al menos deberían tener parches con ambientes naturales para sobrevivir”. Y en este punto da un ejemplo que involucra a un establecimiento de Cortaderas, en el noreste de San Luis: “Allí, con Darío Ramírez, un guardaparque nacional que lidió varias veces con estos asuntos, tenemos identificado un campo donde crían caballos. En el campo vecino al corral donde están los equinos hay una vizcachera poblada de esos roedores, resguardada por los dueños de la propiedad. Los pumas que merodean el lugar y que Ramírez pudo documentar con una cámara trampa, jamás atacaron un potrillo. ¿La razón? Se dedican a las vizcachas”, le contó a Bichos de Campo.

 

 

 

Otro ejemplo que dio sucede en un campo en Villa María, Córdoba, donde los pumas tienen 400 hectáreas de bosque nativo a su disposición. “Pero como la gente no ha dejado vizcachas ni corzuelas (son pequeños venados) viviendo en el monte, los felinos empezaron a dar caza a ovejas y a terneros. Cuando el encargado del campo empezó a reintroducir vizcachas y liberó varios ejemplares, los pumas cambiaron su atención hacia las presas naturales”, describió el especialista, quien trabajó en la Fundación Vida Silvestre Argentina y el Grupo de Especialistas en Reintroducción de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

 

La consecuencia para Aprile es simple: “Si le dejamos al puma los recursos básicos para que subsista (territorio donde desplazarse y ocultarse y presas naturales para su alimentación) no molesta al productor o el daño que puede ocasionar es bajo, costo que puede asumirse como parte de convivir en un ambiente sano”.

 

Para defender al ganado, el naturalista sostiene que “donde es posible, hay que hacer encierros de los animales durante la noche. Cuando se complica debido a las extensiones del campo o por la cantidad de cabezas, hay que incorporar perros pastores entrenados para el cuidado de los animales. En situaciones intermedias, se protege la hacienda en lotes con boyeros; y en zonas marginales hasta se utilizan burros “de compañía” para disuadir a los pumas de los ataques a las majadas o a las tropillas. Todo depende de cada situación: pequeños, medianos o grandes productores; campos naturales, fraccionados o intervenidos; grandes o pequeñas superficies”.

 

Para  Aprile, “si hay pumas es porque hay vida silvestre y, por el contrario, si no hay, tenemos un problema. El puma actúa como un fusible: si su presencia se transforma en un problema porque no aprendemos a convivir con él, es porque se está generando un problema del que solemos señalarlo como responsable. Pero, en realidad, ocurre lo contrario, nosotros empezamos a ser el problema en ese sitio: quiere decir que se nos fue la mano con nuestra intervención, sea del modo que sea: ganadería, forestación, agricultura o urbanización”.
 

 

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