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"Tiene que haber más mujeres en las mesas de decisiones"

La viceintendenta de Villa Mercedes habló de su rol en la gestión municipal y cómo vive la cuarentena mientras lucha contra el cáncer.

Por redacción
| 06 de abril de 2020
Sangre de luchadora. Verónica fue diagnosticada a mediados de 2019.

Si hay algo que Verónica Bailone lleva en el ADN es su condición de luchadora. Porque aunque no es una seguidora del boxeo, disciplina que llenó de gloria a su padre, sí tuvo que aprender a dar batalla, a esquivar los puñetazos de una feroz enfermedad y a resistir de pie en el ring de la vida.

 

Sin embargo, la joven de 36 años no es sólo la hija de Abel Celestino. Forjó su propio nombre a fuerza de una militancia silenciosa en los barrios, que la llevó a asumir, en diciembre del año pasado, como viceintendenta de Villa Mercedes.

 

A más de tres meses del inicio de la gestión en la que acompaña a Maximiliano Frontera, y desde la cuarentena que cumple en su hogar, habló con El Diario de la República de su rol y de su responsabilidad como mujer en un puesto dirigencial tan importante y de la necesidad que haya más paridad en los espacios de decisión política. Pero también contó en qué round está en su pelea contra el cáncer de pulmón y cómo se aferró a su hijo Lisandro para no dejarse vencer.

 

 

—¿Cómo estás viviendo la cuarentena?

 

—Como cualquier argentina, estoy haciendo la cuarentena decretada por el Presidente. Pero además estoy entre las personas consideradas grupo de riesgo, así que realmente la estoy cumpliendo a rajatabla. Soy consciente que por ahora la única vacuna es quedarse en casa.

 

Recibo muchas consultas a través de las redes sociales o del WhatsApp y trato de contestarlas a todas, de canalizar los pedidos y las propuestas de personas que se ofrecen para hacer barbijos, máscaras, para poner un vehículo a disposición de los vecinos. Todo eso se lo paso a mis compañeros que están trabajando en la Municipalidad.

 

 

—¿Cómo estás de salud?

 

—Estoy a poco tiempo de tener que hacerme el segundo control desde que empecé el tratamiento. Lo voy a hacer en el policlínico "Juan Domingo Perón". Me toca hacerme una tomografía computada de tórax y de abdomen. También me hice una resonancia y por suerte dio que va mejorando todo. Así que estoy contenta y muy orgullosa de la atención y la aparatología del hospital público.

 

 

—¿Cómo te enteraste del diagnóstico?

 

—El año pasado tuvimos la campaña, con mucha actividad todos los días. Cuando terminaron las elecciones, empecé a sentir fuertes dolores de cabeza. Y como todo el mundo me decía que era el estrés, no le di mucha importancia. Tomé analgésicos para ver si me calmaban. Y no se pasaba. Hasta que a los 15 días, el 4 de julio, empecé a ver doble. Por fuera no se me notaba, pero yo tenía la sensación de que estaba cruzando los ojos. Me asusté bastante. Al otro día, ya era más definida la sensación. Fui al oftalmólogo, que me revisó, se preocupó y me envió a hacer una resonancia magnética en el cerebro. Eso pasó a las 11 de la mañana y a las 17 ya estaba en Córdoba porque me derivaron a un especialista. Me hicieron muchos estudios y terminó saliendo que es cáncer de pulmón. Soy una persona de fe. Me aferré a Dios y a la religión católica. Y realmente puedo decir que más allá de la situación, nunca perdí la alegría y la esperanza. Y traté de hacerle vivir a mi hijo el día a día con naturalidad. No quería que mi casa fuera un lugar triste y sombrío. Yo me sentí una bendecida porque, aunque para nadie es lindo tener un diagnóstico así, yo podía verlo a él, tener atención  médica y un montón de cosas.

 

 

—¿En algún momento tuviste miedo de no poder asumir?

 

—Antes de saber que era cáncer, yo le pregunté al médico si iba a poder asumir. Y en su momento, como no tenía un diagnóstico, me dijo que vayamos paso a paso, como queriéndome calmar un poco. Después, cuando me confirmaron lo que era, no me acordé tanto de la función, sino de mi hijo, que fue lo primero que se me vino a la cabeza. Desde que hice público lo que tenía, el apoyo fue total. Maxi, antes de tener el diagnóstico, había viajado conmigo a un control para no dejarme sola. El Gobernador llamó por teléfono a mis padres y justo yo estaba con ellos. Hablé con él y me dio un mensaje muy paternal. El cuidado de ellos, el cariño y la protección son continuos y permanentes. Así pasa con todos los compañeros de trabajo, los compañeros de la militancia, la gente de los barrios, que siempre me manda cariños y mucha energía.

 

 

 

“Sueño con hacer de la gestión lo mejor que se pueda para el bien de todos y todas. Ruego que nunca me falte la fe, que es lo que me da la alegría y la fuerza para luchar contra todo lo que se venga”. Verónica Bailone.

 

 

 

—¿Qué balance hacés de estos meses de gestión?

 

—Cada cosa que sucede, cada hito de mi historia me hace agradecer mucho. Porque en algún momento dudé de poder vivirlo. Me pasó lo mismo cuando llevé a Lisandro a su primer día de clases. Me largué a llorar en la salita, porque era una alegría tan grande estar ahí. Pensé que no iba a poder y ahí estaba. Lo mismo me pasó cuando asumí. En la gestión somos un grupo de gente que nos queremos y nos cuidamos mucho. Recuerdo el primer día, estábamos todos nerviosos. Y noto que cada día que pasa estamos más cómodos y más tranquilos, que nos damos cuenta de que era verdad que estábamos preparados para esto. Después, hay cuestiones que uno cree que no deberían pasar. En la política, a veces uno se expone a la crítica desmedida con base en mentiras. Eso también pasa y es algo que quizás no tenía en cuenta. Pero hay que entender que estos lugares se prestan a todo eso, pero con la tranquilidad de que uno hace las cosas bien. Y que la gente que se interesa de verdad, no está consumiendo basura, está apostando al bien de la ciudad.

 

 

—¿Sentís una doble responsabilidad de ser una mujer en un puesto de dirigencia tan importante?

 

—Me siento orgullosa. Tengo conciencia de que hay que trabajar por eso mucho más. Cuando estoy en una reunión con gente de la industria, de los sindicatos, de las universidades, me ha pasado más de una vez que soy la única mujer que está ahí sentada. Y me doy cuenta de que es importante que yo esté, pero que más importante sería que haya más diversidad. Ese es un desafío. La paridad tiene que ser real y se tienen que ver en la mesa chica de toma de decisiones. Tiene que haber más mujeres.

 

 

—¿Qué objetivo te planteás?

 

—Básicamente sueño con hacer de la gestión lo mejor que se pueda para el bien de todos y todas. Ruego que nunca me falte la fe, que es lo que me da la alegría y la fuerza para luchar contra todo lo que se venga.

 

 

 

“Un amigo me regaló un cuaderno y en ese momento no estaba triste, pero sí estaba con dudas sobre cuál iba a ser mi proyección de vida (…) empecé a escribir mis miedos, mis sueños, mis estados de ánimo, todo dedicado a Lisandro”.

 

 

 

La militancia, el boxeo y la escritura

 

Cuando su nombre fue confirmado para acompañar a Maximiliano Frontera en la fórmula para llegar a la Intendencia, para muchos fue una sorpresa. Sin embargo, Bailone afirma que "a nadie le llega una candidatura estando sentado en su casa".

 

Es que la abogada tiene un camino de militancia en los sectores más marginales de la ciudad, que emprendió como una herencia de su propia familia. "Milito desde muy chica, porque en mi casa siempre se vivió como algo muy natural. Mis padres fueron concejales y cuando empecé, lo hice en el peronismo provincial, sobre todo para acercarme a la cuestión social", recordó.

 

No pasó lo mismo con el boxeo, la pasión principal de su papá. A pesar de que respeta la disciplina, sostiene que le parece "un deporte violento". Sin embargo, afirmó: "Para mi viejo el deporte sirve para ordenar conductas, valorar el futuro y ayudar a cumplir sueños. Él lo ama y lo volvería hacer en 500 vidas más. Pero también le interesa todo lo que hay alrededor: la música, los tangos, las películas. Consume mucho y sabe cualquier cantidad. Eso me da orgullo, es muy estudioso", elogió.

 

Más allá de su profesión y de su carrera política, Verónica tiene sus propias curiosidades puertas adentro de su hogar. Cuando recibió el diagnóstico de su enfermedad, descubrió la escritura como un arma de sanación poderosa. "Un amigo me regaló un cuaderno y en ese momento no estaba triste, pero sí estaba con dudas sobre cuál iba a ser mi proyección de vida. Me di cuenta que tenía un hijo muy chiquito, al que le quería transmitir todo lo que amo y no sabía si iba a poder hacerlo. Entonces empecé a escribir mis miedos, mis sueños, mis estados de ánimo. Empecé a escribirle canciones, cuentos, todo dedicado a Lisandro. Porque si algún día no estoy, quiero que sepa que él me mantuvo con vida hasta el último de mis días. Ahora ya terminé el cuaderno completo y estoy empezando otro, pero con mucha más esperanza de que va a quedar como un recuerdo y que la mensajera va a estar a su lado para leerlo juntos", contó.

 

 

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