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Cárcel para los dos acusados por el homicidio de Julio Olariaga

La parapsicóloga Sandra Páez Gitto es considerada autora intelectual del crimen y el expolicía Matías Balada, la mano ejecutora. 

Por redacción
| 14 de mayo de 2020
Fotos: Nicolás Varvara. Video: Alejandro Lorda.

Hubo, por un lado, un desprecio muy profundo que movió a una mujer a encargar el asesinato de un hombre con el que había tenido una relación de amantes por años. Por el otro, hubo un sujeto que, posiblemente con la expectativa de obtener alguna clase de beneficio, ofició de mano ejecutora de ese crimen. Esas dos premisas son la base de la hipótesis que la jueza Penal 3 Virginia Palacios y los policías del Departamento Homicidios tienen sobre el asesinato de Julio Olariaga, ocurrido la noche del sábado 25 de abril. Este miércoles por la noche, la mujer señalada como autora intelectual del hecho, Sandra Páez Gitto, y quien es sindicado como el autor material, el expolicía Matías Balada, fueron procesados con prisión preventiva.

 

 

 

Así, Balada suma a su hoja de vida otra grave causa. En 2013, en un procedimiento irregular en el barrio Jardín del Sur, él y un compañero de la fuerza, Jorge Chavero, le dispararon a Leandro Bustos, un joven que primero perdió la vista producto de las heridas que le ocasionaron y que, un mes después, murió. Si bien en 2019 fue a juicio por ese caso, la requisitoria fiscal fue anulada, por lo que Balada y su compañero de causa serán juzgados nuevamente, pero esta vez por un delito más leve: “Lesiones gravísimas”.

 

Según detalló la jueza, ambos fueron considerados responsables de “Homicidio agravado por el empleo de arma de fuego”. Y, en el caso de la mujer, se sumó un agravante: el vínculo.

 

Sobre el otro agravante que tenía inicialmente, el de la promesa remuneratoria, explicó que pospuso la resolución al respecto, dado que es tal el volumen de material a analizar que no lo puede descartar ni confirmar en este momento.

 

En el fallo, la jueza valoró varios elementos probatorios reunidos, entre los que se destaca el análisis de celulares secuestrados por personal de Homicidios, tanto en la casa de Páez Gitto en el barrio Estrella del Sur, como en el inquilinato en el que residía el expolicía Balada, en la avenida Justo Daract, a metros de la Parroquia de San Roque.

 

 

 

La casa de la mujer fue allanada el domingo 26 de abril, es decir, un día después de que Olariaga, de 53 años, recibiera tres disparos en la puerta de su domicilio, en Abelardo Figueroa al 800.

 

Páez Gitto, según confirmaron sus propios defensores, Rodolfo y Juan Manuel Mercau, se dedicaba a la parapsicología. Apenas ingresaron a su casa para el allanamiento, los efectivos hallaron muestras de esa actividad. Había alrededor de 40 "trabajos", indicios de rituales practicados que tenían como blanco a Olariaga, contaron fuentes del caso.

 

Trascendió que Páez Gitto y Olariaga habían tenido una relación de amantes que se extendió por largos años y que, por lo que declaró en la indagatoria la procesada, concluyó hace unos dos años. Pero, según la mujer, era Olariaga quien insistía para que ese vínculo no cesara y ella no quería saber nada.

 

Sin embargo, a partir de testimonios, los investigadores tienen un cuadro distinto al que ella brindó. Indicaron que la mujer tenía una suerte de obsesión hacia Olariaga y recolectaron referencias de una serie de eventos violentos sufridos tanto por la víctima como por personas de su entorno desde hace un año y medio a la fecha del asesinato.

 

Según contó una fuente, el pasado verano, mientras trabajaba en una obra, Olariaga fue golpeado de atrás por alguien que, además, le robó su mochila, en la que tenía su celular. Y en enero, un hijo de él fue baleado en una pierna por alguien que fue a su domicilio y le dijo que llevaba un mensaje para su padre. Está la sospecha de que los imputados podrían guardar vinculación con esos hechos.

 

A través del análisis de los celulares secuestrados por la Policía –trabajo a cargo del personal del Departamento de Investigación de Delitos Complejos del Poder Judicial– se pudo constatar que Páez Gitto y el expolicía se conocían y se comunicaban de forma muy frecuente. 

 

Por lo que revelaron las fuentes, él la había contactado para que le hiciera un trabajo de parapsicología y así poder resolver los problemas con su expareja y madre de su hijo. Una fuente contó que entre ellos el vínculo tomó un matiz místico, si se quiere, y que el expolicía se proclamaba como un “soldado” de la mujer. Los investigadores creen que quizás el homicidio fue el saldo de una suerte de intercambio de favores.

 

El elemento que compromete fuertemente a Balada en cuanto a la responsabilidad material es el hallazgo de un revólver calibre 22. Es, según pericias, el arma con la que balearon a Olariaga.

 

 

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