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Por los caminos de San Luis: "El Puntano"

El fundador de la empresa fue Constantino Maluff, en la década del '50. Eran épocas en que los caminos eran de tierra, ripio y peligrosos.

Por Johnny Díaz
| 17 de junio de 2020
Orlando Jesús Maluff. "Mi padre le puso 'El Puntano' en homenaje a la amistad que tenía con Casiano Guardia, un vecino del paraje Hierba Buena". Fotos: Martín Gómez/Gentileza.

"El Puntano" fue una empresa de transporte netamente sanluiseña nacida en 1955 y que estuvo activa hasta 1984. Don Constantino Jesús Maluff la fundó tras haber sido dejado cesante en su cargo en la Policía de San Luis.

 

Hoy, su hijo, Orlando Jesús, recuerda: “Mi padre era comisario de la Policía de San Luis, en la Seccional Tercera, con asiento en el ingreso de la desaparecida Chacra Experimental (hoy Parque de Las Naciones) en Puente Blanco. Cayó con la Revolución del 55, cuando derrocaron al general Perón. Ante la falta de trabajo y le necesidad de mantener una familia, mi padre compró un ómnibus usado. Por ser nativo y amplio conocedor de la zona de La Florida, inauguró un servicio de pasajeros a esa localidad controlado por Vialidad Provincial, que por esos años tenía sus oficinas en calle San Martín entre 9 de Julio y Ayacucho”.

 

 

 

Esa fue la primera línea que tuvo "El Puntano", pero por el pedido de los lugareños "fue ampliando su recorrido, primero unos cinco kilómetros y después diez, hasta llegar a Piedra Bola, Inti Huasi, Paso del Rey y La Carolina. Primero con un colectivo, después con dos y así sucesivamente. Para eso adquirió un chasis cero kilómetro Ford 600 y armó una nueva unidad. La empresa también tuvo Chevrolet, Ford y Mercedes Benz". El emprendimiento, que era netamente familiar, llegó a tener una flota de nueve unidades.

 

Sobre los trayectos, paradas y frecuencias, don "Buby" recordó que al tener las líneas y las cabeceras armaron los recorridos y las frecuencias con los docentes de las escuelas de la zona: "Ellos, por razones familiares, económicas y presupuestarias, tenían la necesidad de ir y volver en el día, entonces se decidió viajar lunes, miércoles y viernes". Por la línea a Paso del Rey salían a las 6 de la mañana de la exterminal de ómnibus de calle Chacabuco, y regresaban a las 19 o 20; y la otra era martes, jueves y sábado a La Carolina, pasando por El Trapiche y Río Grande, con similares horarios y frecuencias.

 

 

 

“Al poco tiempo ampliamos el recorrido a Cañada Honda, donde había algunos mineros o lavadores de oro. Los lugareños, muy buena gente, apostaban al transporte y lo cuidaban mucho, porque era el único medio que hacía esos inhóspitos caminos. Todos esperábamos a 'El Puntano', le llevábamos encomiendas, cartas o lo que fuera necesario. Hasta las vacunas contra la aftosa acercábamos, que eran adquiridas en la veterinaria Rosas de calle Pringles. Cuando el dinero escaseaba, saldaban sus deudas con corderos, pollos, huevos y hasta con zapallo. Eran regalos muy bien recibidos, toda gente muy humilde y trabajadora de quienes guardo mis mejores recuerdos”, evocó Maluff.

 

 

 

Don "Buby" destaca ampliamente la labor que cumplían los choferes, como por ejemplo los hermanos Valduz, Flores, Franco, Rodríguez y Blanco, entre otros. “Muchas veces cuando una unidad quedaba empantanada o imposibilitada de seguir por la crecida de algún río, los choferes cumplían un rol muy importante. Incluso había que saber cruzar vados, cambiar un neumático o manejar en medio de copiosas nevadas que superaban los 30 centímetros o más, manejando a paso de hombre. Eran caminos de tierra y ripio, con profundas quebradas u oscuros precipicios a los costados. Con las nevadas eran intransitables. Según las creencias, había que esperar que la nieve endureciera. Para continuar, muchas veces salíamos del punto terminal a eso de las 12 de la noche y arribábamos a San Luis después de las 2 de la mañana. Eran tiempos difíciles y muy peligrosos”, recordó.

 

En 1970, don Constantino dejó de trabajar, por razones de salud. Dio un paso al costado y el emprendimiento familiar pasó a la conducción de su hijo Jesús, quien, al fin y al cabo, era su mano derecha.

 

 

 

Maluff cuenta que tenía la parada final en casas de familias donde almorzaban, cenaban y a veces hacían noche recibiendo el cordial trato de sus habitantes. En La Carolina lo hacían en la casa de un señor de apellido Aguilar y cuando él enfermó se mudaron a la casa de Cristina Jofré.

 

Los fines de semana, "El Puntano" hacía excursiones trasladando turistas a comer empanadas, cordero, asado a las brasas y recorrer lugares históricos. En Santa Lucía, unos 60 kilómetros al norte de La Carolina, pernoctaban en la casa de Martín Alfonso y sus familiares, a quienes don "Buby" recordó como “una excelente familia”.

 

También hicieron viajes especiales a otras provincias, pero dejaron por las exigencias de la Oficina Nacional de Transporte.

 

 

 

Maluff recuerda que los caminos de aquellos años eran "de terror", más altos, llenos de angostas curvas, con pendientes muy pronunciadas, diferentes a los actuales. Los tramos erosionaban con frecuencia o se producían desmoronamientos en las sierras y en épocas nevadas era mucho peor. Las unidades, por entonces, contaban con cadenas para las ruedas, lingas, picos, palas y hasta carretillas para salir del paso cuando quedaban a la vera del camino o cuando debían esperar horas que la crecida de un río cediera su caudal. Para sortear el inconveniente contaban siempre con la colaboración de algún pasajero solidario.

 

"Buby" Maluff dice que en una oportunidad uno de sus colectivos estuvo 27 días empantanado entre Inti Huasi y Cañada Honda: “Se había hecho una ciénaga muy grande y profunda, el colectivo se hundió hasta los baúles. Fue personal de Vialidad Provincial a sacarlo. Se utilizaron más de 40 camionadas de piedra hasta que salió. La unidad sufrió serios desperfectos que lo obligaron a reconstruirlo todo”.

 

 

 

En otra oportunidad, una piedra perforó el tanque de combustible y quedaron varados en pleno campo. Una pasajera lo trató hasta de miserable, diciéndole que no cargaban combustible por no gastar la plata. La señora no tenía ni idea de lo que había pasado. “Me dolieron muchísimo esas palabras, porque era injusto. Fue una desgracia”, recordó el hijo del fundador.

 

Cada vez que una unidad se averiaba era un gran problema; no había teléfono y por esos caminos no andaba nadie. "Apelábamos a que alguna comisaría tuviera equipo de HVF para que informara el percance. Había que mandar un colectivo a buscar a los pasajeros y otro para traer el averiado; eran viajes a pura pérdida”, dijo.

 

Muchos de los colectivos eran reparados en sus talleres de 9 de Julio 647 donde también estaban las oficinas. No contaban con calefacción, por lo que idearon una artesanal, les cambiaron los termostatos a los radiadores y colocaron un par de mangueras debajo de los asientos. “El sistema no era muy bueno pero funcionaba, era muy ingenioso y útil”, recordó Maluff.

 

 

 

Trabajaron muy bien por entonces, en 1978, en pleno Mundial de Fútbol. Ampliaron su recorrido y llegaron a San Martín por Saladillo, Los Membrillos, Cerros Largos y Las Chacras.

 

Don "Buby" narró que su abuelo, Constantino Maluff, casado con Rosario Gil, tenía un almacén de ramos generales en La Florida, de donde son oriundos. Entre los parroquianos y clientes que visitaban el lugar estaba don Casiano Guardia, vecino de Hierba Buena, un paraje de ahí cerca. Él concurría a proveerles de cueros, cerda y minerales, con la modalidad de trueque. Ese hombre, de baja estatura, de párpados caídos, apariencia fornida y de pocas palabras, tenía fama de ser muy hábil con el cuchillo y no dudaba de entreverarse ante cualquier motivo.  Y Maluff lo recuerda: "Mi padre, a quien todos le decían 'Chuchu', trabó una gran amistad con Casiano a tal punto que se visitaban con frecuencia, siendo él una de las pocas personas a quienes les permitía el acceso a su propiedad. Él lo bautizó 'Puntano'.  Por eso, y en honor a esa amistad, decidió ponerle a su empresa 'El Puntano'. Esa es la historia contada por mi padre”.

 

 

 

Para el hijo del fundador “todo se derrumbó en 1983. El gobierno de San Luis no nos renovó las concesiones de los recorridos y bajamos las persianas. Teníamos nueve unidades aptas para dar cumplimiento, pero no hubo caso. Los últimos viajes de 'El Puntano' fueron en 1984, cuando una carta documento indicaba que daban de baja a los servicios. Llegamos a un acuerdo con los empleados, de quienes guardo un grato recuerdo. Repartimos lo que había quedado, para evitar los juicios, y vendimos los colectivos; algunos nunca terminaron de pagarlos. Todo era muy bravo. Los funcionarios de Transporte no entendían muchas cosas. Para ellos desde sus oficinas era fácil, pero arriba del colectivo la historia era otra. Hoy, y pese a que han pasado más de 30 años, Santa Lucía y Cañada Honda están sin servicio de colectivo”.

 

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