11°SAN LUIS - Martes 16 de Abril de 2024

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El día que aprendí lo que significaba el dolor

Recuerdo que ese día estábamos con mi hermana frente al televisor en un horario que no era el habitual. Nuestro padre nos avisó: “Hoy no hay clases”. Estaba frío, pero había sol. A través de la ventana del comedor de esa casa podíamos ver la calle Lavalle totalmente vacía, cuando normalmente a esa hora pasaban varios autos y muchas madres con sus hijos, quienes volvían o salían para las escuelas.  

Las imágenes eran extrañas para nosotros: el edificio del Congreso Nacional lleno de gente adentro y afuera, largas filas de personas que pugnaban por entrar, la lluvia que azotaba el asfalto y las paredes de ese lugar que sin duda era la primera vez que veía. Y lo más impactante fue ver ese cajón fúnebre con alguien adentro que tenía una banda celeste y blanca atravesada y sus manos juntas. Ese cuerpo sin vida era acariciado, besado o simplemente contemplado por otros hombres, mujeres y hasta los jóvenes. Todos se veían muy tristes y algunos con lágrimas en sus rostros.

Mi hermana y yo casi no hablamos, solo mirábamos atentos la pantalla y cada tanto girábamos para ver por la ventana, como queriendo entender las diferencias que había entre eso que llegaba desde Buenos Aires y la tranquilidad asombrosa de nuestra ciudad.

Luego vimos lo que años después supimos que era un “cortejo fúnebre”. Un móvil del Ejército llevaba ese féretro y miles de personas se abalanzaban sobre él. Una voz hablaba desde el televisor pero no recuerdo sus palabras exactas, solo acompañaba con un sonido monocorde y algo nos quedó claro: todo eso era excepcional.

Esa tarde tampoco salimos a jugar. “Estamos de duelo”, nos recordó nuestro padre cuando pedimos salir a la calle a buscar a nuestros amigos del barrio. 

Este es el recuerdo que guardo de aquel 1º de julio de 1974, cuando murió el expresidente Juan Domingo Perón. Tenía seis años y había empezado hacía pocos meses el primario en la escuela Normal Mixta. 

Aquel era otro país y, por supuesto, otra provincia. No sé cuán distinta era la sociedad puntana, porque los recuerdos de un niño pueden no ser muy confiables. Lo que es cierto es que aquella Argentina estaba muy convulsionada ese año y los siguientes fueron aun peores. El tiempo pasado y la posibilidad de estudiar, leer y ejercer el periodismo me permitió analizar y tratar de entender lo decisivo de aquel momento histórico. El país perdía a un conductor político que extrañó más tiempo del que lo tuvo en el poder. Se cerraba una etapa donde muchas realizaciones se quedaban en nuestras vidas cotidianas, pero muchos otros sueños se perderían para siempre.

Por algo nunca olvidé esas horas donde pude ver y sentir, en primer plano, lo que significa el dolor.

 

 


 

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