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¿Por qué vimos un programa de cocina con famosos?

El reality de telefe que termina hoy marcó el pulso televisivo de un 2020 en el que el mundo pudo salir poco de su casa. las razones de un éxito que puso en el horno a celebridades poco conocidas y un esfuerzo de producción poco común.

Por Miguel Garro
| 18 de enero de 2021

Las cuatro patas de la mesa a la que se sentaron para la cena diaria millones de argentinos en la segunda mitad del año pasado —con una sobremesa que se extiende hasta hoy— están bien definidas: una producción dispuesta a no escatimar gastos ni ingenio, un jurado que supo dividir su juego de roles a la perfección, un conductor que hizo recordar a las mesas de bar que siempre quedan rengas y una impecable selección de participantes. Con eso, "Masterchef celebrity" se convirtió en el éxito mayor de un año flaco para la televisión argentina que, como todo en el mundo, tuvo las excusas de la pandemia y la crisis económica.

 

Justamente, lo que para la producción televisiva nacional fue una justificación para producir menos y mantenerse en los niveles de medianía que históricamente la han alimentado funcionó también como empuje para que el público calmara su angustia y su hambre de diversión. En ese minestrón, "Masterchef" exprimió su jugo ganador y mantuvo la atención de una audiencia que hoy cuando por fin se conozca el ganador del reality se quedará con el síndrome del plato vacío.

 

Una de las razones más evidentes del buen rendimiento es que el ciclo fue más un reality que un programa de cocina, aunque en la buena sazón de esos condimentos, el programa conducido por Santiago del Moro salió ampliamente airoso.

 

En la televisión mundial los realitys invitan a bailar, cantar, patinar, jugar a ser modistos, buscar pareja, ser infieles e incluso a no hacer absolutamente nada. Pero el que se centró en una actividad tan cotidiana como cocinar fue el que obtuvo mayores réditos y el que logró mayor tiempo de permanencia en el aire.

 

Sin embargo, fueron la competencia y el desarrollo de las personalidades de los participantes (un punto al que se debe sumar la acción de los jurados) los que hicieron que “Masterchef” acaparara la atención de mucha gente que encontró en el ciclo una vía de escape a la cuarentena. Es por eso que el ciclo tuvo los números de rating que no tuvieron otros ciclos culinarios (“La peña de Morfi”, “Cocineros argentinos”, “Qué mañana!”) ni otros más parecidos como el desabrido “El gran premio de la cocina”.

 

Keyla Sapag, una chef de la provincia que prepara sus creaciones para “Exótica, arte y sabores”, el restó de la calle Pedernera, no había visto el programa hasta que una vez —ya bien entrada la temporada— se decidió a mirarlo. “Escuchaba tanto hablar del tema que un día me decidí y me enganché. Me sorprendió el buen nivel de los concursantes”, dijo.

 

La inclusión de personas medianamente conocidas en reemplazo de los anónimos de las ediciones anteriores fue el condimento final con el que Telefe coronó su producto más natural. Uno de sus grandes desafíos fue a qué famosos llamar para que sean parte del programa.

 

 

Los protagonistas

 

La elección de los cocineros fue, sin duda, el golpe de horno que faltaba. Si bien hubo algunos como Iliana Calabró, Patricia Sosa, el tempranamente eliminado "Nacho" Sureda, Analía Franchín —quien llegó a las instancias definitivas solo por su capacidad para cocinar y por instaurar la moda de los accesorios para la cabeza— y Roberto Moldavsky que no aportaron tanto al show; hubo otros que se convirtieron en una grata sorpresa, muy funcionales al entretenimiento televisivo. Magia de la edición al margen, resultaron con muy buenos momentos Federico Bal, "El Polaco", Sofía Pachano y Boy Olmi.

 

Los mayores aciertos vinieron por una serie de convocados, algunos con la intención estudiada de que dieran lo que finalmente dieron y otros que se convirtieron en gratísimas sorpresas para el televidente desprevenido. Entre los primeros, la candidez forzada de Claudio “El Turco” García, símbolo fisurado de un Racing que ganó poco; la también forzada candidez de Victoria Xipolitakis, quien en medio de la grabación se ganó un lugar como coconductora del nuevo programa de Marley; y la eficacia tramposa de Rocío Marengo, quien mostró un inédito costado dulcemente perverso, hicieron las delicias de los espectadores.

 

Los papeles de Belu Lucius, una instagramer que dio el salto definitivo a la fama, Leticia Siciliani, inmortalizada como la primera participante de “Masterchef” que se autoeliminó, y “El Mono” de Kapanga fueron pura gracia para completar un plantel que se convirtió en la columna vertebral del ciclo.

 

Un párrafo aparte merece la inclusión de Claudia Villafañe, una cocinera que a dos semanas de la final se erigía como firme candidata a ganar el certamen que se definirá hoy y que había cautivado al jurado por la buena factura de sus platos y al público por su solidaridad con sus compañeros. Si el hecho de convencerla para participar requirió un arduo trabajo de producción, la muerte de Diego Armando Maradona cuando el programa entraba en su recta final recompensó en números, resonancia y apoyo a la viuda (de manera casual, por supuesto) aquellos esfuerzos previos.

 

Otro elemento sustancial para el seguimiento de los espectadores fue el jurado, un punto donde la incorporación de Damián Betular le dio el toque amistoso y edulcorado que faltó en las ediciones anteriores. El pastelero que cobró fama como evaluador en “Bake off” se convirtió en una suerte de hermano mayor —o menor, en el caso de algunos participantes— y le sacó el rasgo casi militar que había impuesto Christophe Krywonis cuando los concursantes eran anónimos. La bondadosa onda expansiva llegó a Donato De Santis, quien estuvo mucho más accesible con los evaluados, pero no al impertérrito Germán Martitegui, muy cómodo en el papel de malo.

 

Las opiniones del jurado son para Sapag otro ingrediente que colaboró con la acumulación de audiencia. El hecho de que los chef explicaran en detalle sus conocimientos hizo que el espectador entendiera la complejidad que expresa cada plato, su presentación y, de ese modo, valore un poco más lo que comemos.

 

El factor menos sorpresivo de los que se vieron delante de cámara fue Del Moro, quien no consiguió convertirse en la cara del ciclo —eclipsado por las estrellas que estaban detrás de la cocina y por la palabra autorizada de los jurados— y se limitó a repetir una fórmula programa tras programas con las mismas palabras para cada una de sus apariciones. Cómo habrá sido de magra la tarea del conductor que por momentos hizo extrañar a Mariano Peluffo.

 

 

El tiempo de la cocina

 

Con varios años de experiencia en la cocina y casi uno y medio frente a las cámaras, Fabio López, el chef mendocino que todos los mediodías se pone al hombro “La cocina del 13” por el canal provincial, puede decir lo complejo que es asar, hornear o fritar en la televisión. “Los tiempos son tremendos, hay que pensar en las publicidades y en los planos. Es muy distinto al trabajo en nuestro ámbito inicial”, dijo a Cooltura.

 

Si bien la diferencia entre el vivo y el programa editado es sustancial, para López — quien no vio “Masterchef” porque no tiene cable— el hecho de que la cocina haya ocupado la franja central de la televisión argentina es muy bueno. “Hizo que la actividad a la que me dediqué toda mi vida esté en boca de todos”.

 

Para Sapag, la pandemia no solo ayudó a que la gente vea más programas de cocina, sino también a que cocine más. “Ahora se interesa por mezclar sabores, texturas, frescura y no solamente apreciar si está rico o no”. En esa búsqueda —opina la chef— está el secreto del éxito del ciclo que hoy dará a conocer a su ganador.

 

Keyla no tiene un participante preferido, pero dice que el programa sirvió para consolidar algo que ella aprendió con la experiencia: la familia, la cultura y los orígenes de cada participante juega un papel importante a la hora de hacer sus creaciones culinarias.

 

En ese punto, por compartir la ascendencia, la chef puntana profesa una incipiente simpatía por Belu Lucius, quien presentó en la competencia platos parecidos a algunos que Sapag combinó en su carrera.

 

Entre las sensaciones que los seguidores del ciclo expresan en las redes sociales al final de cada emisión están las ganas de comer un plato preparado en el programa o, en el mejor de los casos, de cocinar un menú similar al que hizo algún famoso. López coincide con esa idea y asegura que la cuarentena no solo animó a la gente a ver programas de cocina, sino también a ponerse el delantal, lavarse las manos, encender las hornallas y jugar por un rato a practicar la demostración de amor que es preparar un plato para que otro lo coma. “Ponerse a cocinar, era solo una cuestión de tiempo”, concluyó.

 

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