La pandemia le ha planteado a la humanidad más de un cuestionamiento. No es sencillo apartar limitaciones, pérdidas, carencias y dificultades. Sin embargo, hay que hacerlo para plantear estrategias a futuro. Sobre todo, deben hacerlo aquellas personas con poder y con la responsabilidad de tomar decisiones que afectan la vida en sociedad. Pese a que no se está en condiciones de hablar del “fin de la pandemia”, es cierto que se avizoran horizontes más apacibles y menos turbulentos respecto del virus. Se reconoce mundialmente que la vacunación fue la herramienta que despejó buena parte del camino. Entendido el problema, algunos gobernantes han comenzado un camino de reconstrucción que se ha iniciado apuntando a resolver situaciones apremiantes de corto plazo. Se toman medidas referidas al ingreso, al empleo, al consumo, a la pobreza. La actitud de algunos otros dirigentes es incomprensible. Lo sucedido a nivel provincial resulta muy difícil de calificar. Ni sus propios autores, intelectuales y materiales, locales e importados, que vacilan y se contradicen, alcanzan a explicar el sentido de lo actuado. El daño que han hecho es muy difícil de reparar. Con todo, se trabaja en resolver los problemas generados.
Para empezar a pensar en otros criterios de reconstrucción es muy valioso llevar la mirada al largo plazo. Es muy interesante a este efecto reconocer y valorizar aquellos esfuerzos que permitieron que, pese a tantos dolores y dificultades, se logre alcanzar un principio de salida. En este sentido, la labor de estudiosos e investigadores científicos debe ser absolutamente reconocida. Si en algunos casos, y en muchos países, a lo largo de la historia se los dejó de lado y no se crearon mejores condiciones para su permanencia y su plena vigencia, estos criterios deben modificarse absolutamente. La humanidad los necesita. Cuando en los presupuestos públicos y privados aparezcan rubros referidos a investigación y desarrollo estos deben ser sostenidos y aumentados. Ya no hay margen para cuestionar su existencia. Ya no hay posibilidades de ajustar por ese lado. Los organismos dedicados a ciencia y tecnología deben ser reconocidos y respetados. Si alguna vez algún funcionario desubicado pretendió desvalorizar y desmerecer su existencia, esto no deberá suceder nunca más. La sólida reconstrucción que la sociedad requiere deberá inexorablemente sostenerse en la investigación científica. Y serán fundamentales aportes que apunten al cuidado y a la prevención. Este virus demostró un grado de indefensión muy superior al evaluado por muchos. Y está claro que la realidad parece dispuesta a plantear nuevos problemas y particulares desafíos. Incluso para los más incrédulos y para los más mercantilistas a la hora de juzgar el presente vale hacer notar que los más preparados, los que invirtieron en conocimiento y en investigación, obtuvieron notables ganancias económicas. Y es justo que así sea. Obviamente en estas circunstancias debe primar un espíritu generoso y la sensibilidad en la relación entre naciones más y menos poderosas, entre organizaciones e individuos más o menos vulnerables. Pero tampoco se puede desconocer la realidad.
Si se prefiere ignorar la importancia del estudio, del esfuerzo, de la investigación, la reconstrucción será precaria e incompleta. Nunca lo hubo, pero después de la pandemia mucho menos cabe dar lugar a la indiferencia y al desconocimiento acerca de la importancia de la ciencia y de sus mujeres y sus hombres. Si hay vacunas es porque existen seres humanos capaces de generarlas. En Rusia, en la China, en Estados Unidos y en algunos otros países del mundo se dieron las condiciones para crear en el menor tiempo posible una herramienta capaz de prevenir o de disminuir los perjuicios de un virus devastador y desconocido hasta el momento. Es hora de crear en Argentina las mejores condiciones para la prosperidad de buenos científicos.


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