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Marginalidad edulcorada en el prime time de la tele

La nueva novela de Pol-ka reunió un elenco de primera que fue muy criticado. el guion y la producción también quedaron en la mira de una ficción que tiene un peligroso mensaje hacia la pobreza.

Por Astrid Moreno García
| 04 de octubre de 2021

El tema principal de la reciente telenovela de Pol-ka “La 1-5/18: Somos uno” es la marginalidad. En el “gran regreso de la producción nacional”, como la promocionaron en todos los programas de El Trece, la productora de Adrián Suar puso en el prime time una historia sobre los habitantes de la villa ficcional llamada “La Peñaloza”, en honor a la educadora riojana Rosario Vera Peñaloza.

 

La forma en que eligió contarla fue con un “devolvido” en boca de una mucama, que por supuesto es paraguaya; unas cuantas palabras sin “s” por parte de una de las pibas que vive en el barrio y que interpreta Agustina Cherri y varios “maricón” y “gato” de los “wachines” que venden droga.

 

Además, la ficción recurrió a trucos viejos para completar la falta de nudos de la trama que no pudieran ser fundamentados con la pobreza. Algunos son los adinerados inescrupulosos, muy similares a otra de las novelas de la productora como “Los ricos no piden permiso”; el cura que se enamora, se hubieran ahorrado la molestia de hacer casting y directamente haber llamado a Lali Espósito y Mariano Martínez; y la mujer que tuvo que entregar a su hijo recién nacido y ahora lo busca, como en “Simona”.

 

La noche de su estreno, “La 1-5/18” alcanzó los 16 puntos de rating, algo que, a simple vista, puede parecer bueno, pero los usuarios de Twitter llegaron a desterrar cualquier intención de festejo. No habían terminado los adelantos del próximo capítulo que ya daban su veredicto a través de la máxima expresión de democracia en la actualidad: los memes.

 

Las imágenes más destacadas fueron la de Esteban Lamothe comparado con Sebastián Estevanez; El Polaco y su escasez de diálogos con una actuación que si existiera un Martín Fierro por asentir y hacer “gestos villeros” se llevaría el de Oro; y el impoluto alisado permanente que tiene el personaje interpretado por Ángela Leiva, “Gina”, recién salida de la cárcel. Y pensar que a Griselda en la casa de Gran Hermano no le autorizaron las extensiones, alguien debería avisarles que la prisión tiene un excelente servicio de peluquería.

 

En definitiva, lo que cuestionó el público fueron las actuaciones del elenco, en el que figuraban muchos actores de renombre, algo que, paradójicamente, fue uno de los grandes atractivos que ofrecían implícitamente al momento de los anuncios. Las únicas excepciones son Leiva y El Polaco, que de no ser por una burda asociación de la cumbia con la villa, no encuentran justificativos en su incorporación a la tira.

 

Aunque en el análisis final pareciera que el verdadero problema no son los actores, sino lo que dicen. O mejor aún, lo que les hacen decir los guionistas, Jessica Valls, Lily Ann Martin y Marcelo Nacci. A estas alturas no se sabe distinguir si la marginalidad se convirtió en un género más, como el policial o la comedia, o si es un “copy and paste” de lo que significa “ser pobre” en un país que tiene a un alto porcentaje de su población bajo esa infame línea.

 

La otra pregunta que surge de una primera mirada es ¿por qué “El Marginal”, “Okupas” o “El Puntero” tuvieron tanto éxito y una estatura artística evidentemente superior si también hablaban de la villa, la marginalidad y la delincuencia?

 

Una de las respuestas podría ser la parafernalia que adorna a la nueva tira de El Trece, innecesaria cuando se trata de unitarios o series, pero fundamental a la hora de sostener una tira con tanta carga horaria. Otra podría ser la división y simplificación de los matices de los personajes entre “buenos”, que son buenísimos al punto de lo absurdo, y “malos”, que lo son en un nivel burdo y básico con razonamientos tales como: “Me hiciste enojar, voy a prender fuego el comedor que alimenta a los niños de mi barrio”, como previsiblemente sucede al final del primer capítulo.

 

Quizá solo se trata de un prejuicio de los usuarios en las redes sociales, pero cuando “Diosito”, el inolvidable personaje que Nicolás Furtado animó en “El Marginal”, le dice maricón a alguien es creíble; pero si lo hace Bruno, el personaje de Heredia en la ficción más reciente, el vocablo resulta en la “romantización de la pobreza”. O tal vez sea la forma en que Pol-Ka direcciona una trama que no le queda cómoda a los guionistas ni a los actores con una historia cliché en donde los problemas principales son el narcotráfico, la necesidad y, por consiguiente, la delincuencia.

 

A pesar de tener aparentemente todas en contra la telenovela no solo comenzó a competir dignamente con la programación de Telefe, “Doctor Milagro” y “Bake off: Argentina”, dos tanques ya consagrados de la televisión nacional, sino que también los superó en algunos momentos de las primeras noches en cuestiones de audiencia. La marginalidad, incluso contada desde una narrativa pobre y simplista, es más interesante que un hombre que salva vidas y que un grupo de pasteleros aficionados. +

 

Pero con el paso de las semanas, los números fueron bajando y se encendieron algunas alarmas en la programación de El Trece que para darle lugar a la novela corrió al horario marginal (valga la ironía) de las 23 al programa de Marcelo Tinelli. Hoy, la permanencia del regreso de la ficción nacional a la televisión tiene un incierto futuro en la grilla.

 

 

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