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Con buen riego, la papa es un negocio más que rentable

Carlos Cataldo alquila 600 hectáreas anuales en el noroeste de San Luis y vende a través del Mercado Central de Buenos Aires. Tiene planta procesadora y cámara de frío.

Por Marcelo Dettoni
| 11 de abril de 2021
Trabajo. Cataldo emplea mucha mano de obra en la zona de Quines y Candelaria para trabajar 600 hectáreas al año con la papa.

El cultivo de papa está muy extendido en el norte de San Luis, sobre todo en el corredor que se extiende por la ruta 79, entre Quines y Candelaria, donde hay condiciones de infraestructura y desarrollo gracias a una fuerte inversión de la provincia. La papa requiere de un manejo intensivo, con riego artificial, y en esa zona eso está asegurado a partir de la provisión de agua por un intrincado sistema de canales que permite el desempeño de los enormes pivotes de riego que mantienen las plantas en condiciones ideales.

 

Carlos Cataldo, "Pellejo" para todo el mundo, sobre todo en el ambiente del rally donde es reconocido por su pasión por los fierros, es uno de los productores que hace papa en Candelaria. Como tantos otros, vive en Villa Dolores, en Córdoba, pero conoce y agradece las condiciones que le asegura San Luis para poder crecer en un negocio que requiere de sacrificio, conocimientos y contactos para poder prosperar. Y Cataldo cumple las tres condiciones a la perfección.

 

Este mendocino de Tupungato, que ya anda por los 62 años pero tiene la vitalidad de un pibe, se hizo bien de abajo, por lo que conoce todos los secretos del cultivo de la papa. “Mi papá tenía una bodega y una cultura del trabajo muy arraigada, que por suerte me pudo transmitir a mí. Quería que yo siguiera estudiando después del secundario, su sueño era que me recibiera de enólogo, pero a mí no me gustaba esa carrera, no me interesaba nada que tuviera que ver con los vinos. Yo quería arreglar autos y, si era posible, subirme a manejarlos. Por eso seguí ingeniería mecánica”, recuerda el productor, quien hace siempre que puede el camino entre Villa Dolores y Candelaria, aunque la pandemia complicó un poco su logística durante 2020.

 

La pasión por los fierros iba a seguir de por vida, por algo hoy es uno de los referentes de la zona en el rally nacional, donde invierte buena parte de los dividendos que le da la papa, y lo hace con gusto. “Es cierto, lo que gano en el campo, lo pongo en el auto, mi familia ya sabe que eso es así y que no voy a cambiar…”, reconoce con una sonrisa de satisfacción, la misma que siente cada vez que se sube al Toyota Etios de tracción simple para levantar polvo donde lo lleven las carreras.

 

 

Bajo riego. La papa es un cultivo extensivo que se da muy bien en el noroeste.

 

 

Pero a los 18 años el mandato familiar decía que debía ponerse a trabajar, y si la bodega no colmaba sus expectativas, debía hacer otra cosa. Y él apostó por lo que luego, sin siquiera soñarlo, sería su medio de vida. “Me subí a un camión para llevar papas de un productor mendocino que dio la chance de ganarme mis primeros pesos. Era el ‘regalón’ del dueño, le caí en gracia de entrada, entonces comencé a ser su comodín. Un día manejaba el camión, otro estaba en el depósito, o en el campo. Así fui aprendiendo todo lo que tenía que saber de esta profesión. Al final ya sembraba papa en Villa Dolores para él, hasta que me independicé”, cuenta con la misma pasión que le pone a la agricultura.

 

Cataldo alquila 3.500 hectáreas bajo riego, donde cuida el suelo como si fuera propio, consciente de que allí está la clave para una buena productividad. “Hago una estricta rotación con trigo en invierno, soja y maíz. La papa vuelve a cada lote cada cuatro años, para no agotar los nutrientes”, explica quien tiene rentada una parte del extenso campo de Aceitera General Deheza (AGD) en el límite entre San Luis y Córdoba.

 

 

 

Su papá tenía bodega, pero él nunca quiso saber nada con los vinos. Por eso, a los 18 años se subió a un camión de papas y no se bajó más.

 

El negocio es completo, porque también tiene una planta procesadora y una cámara de frío para conservar las papas, que para esta época están recién cosechadas luego de un intenso trabajo manual para el que contrata gente de Candelaria, por lo que le da trabajo genuino a los puntanos. “Tener la planta me permite vender papa lavada, que siempre cotiza mucho mejor, hacer una selección por tamaño y calidad y sacarla embolsada, tanto para exportación como para llevarla al Mercado Central, donde están mis socios, que son los que comercializan la mayor parte de lo que recolectamos”, detalla.

 

Son en total cinco socios, hay tres en el Mercado Central de Buenos Aires, el mayor centro concentrador de verduras, frutas y hortalizas del país. Cada uno tiene un puesto y venden en el circuito mayorista y a los vecinos de esa populosa zona del conurbano que van a comprar por menor. Otro está en Villa Carlos Paz y es el que se dedica a las tareas administrativas, se encarga de las compras de semillas e insumos y de los pagos a los proveedores. Y finalmente está él, que se dedica al campo, a custodiar el crecimiento del cultivo y tomar las decisiones productivas. “Para hacer un buen cultivo es clave rotar, apuntar al rinde y a la calidad”, sentencia sin dudar.

 

 

Mano de obra local

 

Los lotes que pasaron por papa deberán esperar tres temporadas completas antes de volver a recibirla. En ese lapso, la soja y el maíz queda a cargo del dueño del campo, mientras Cataldo lleva su explotación a otras parcelas. “Yo hago 600 hectáreas por temporada, dentro de un campo que tiene 3.500”, hace cuentas. Usa 500 kilos de abono líquido, que también esparce con los pivotes de riego y, si hace falta, algún insecticida para combatir los hongos, aunque en general la papa es un cultivo noble, que no trae mayores problemas con las plagas.

 

“Usamos una cosechadora holandesa que tira la papa a la tolva y de allí va directo a la planta. Aunque hay algunas variedades que requieren de una cosecha manual, para la que contratamos unas 40 personas de manera temporaria, pero es siempre la misma gente, de mucha confianza, que responde muy bien. A ellos agregamos 25 personas para trabajar en la planta de Candelaria de manera permanente”, cuenta el productor.

 

La firma se llama Parmentier Agroindustrial y Orgánica, y en total hacen 10 variedades de papa. “Antes comprábamos en un semillero de Tres Arroyos, pero ya no existe más, por lo que ahora diversificamos en la zona más productiva del país, que es la que va de Mar del Plata a Tandil, pasando por Balcarce”, cuenta Cataldo, quien dice que San Luis es una muy buena región para este cultivo, ya que se pueden hacer dos siembras al año, cuando en general solo es posible hacer una. “Acá hacemos una en febrero para sacar la papa en junio, cuando se corta el ciclo por las heladas, y otra en julio, que es la que cosechamos en noviembre”, agrega.

 

De la decena de variedades, la más usada es la Spunta, que es la que se suele ver en los cajones de las verdulerías como papa blanca. También la Sagita y la Medici tienen buena salida en los distintos mercados. La empresa exporta a Uruguay, donde envía unos 15 camiones por cosecha, y también hace ventas intermitentes a Chile por La Serena y a Brasil, donde coloca la variedad Atlantic, ideal para hacer papas fritas por su gran cantidad de materia seca. “Es similar a la que usa McCain, aunque en su caso es la Innovator, en forma de bastón”, explica el productor, que a veces reniega con las complicaciones que trae la exportación en materia de fletes y trámites, con un estado nacional voraz, que siempre se queda con parte de la rentabilidad sin aportar nada a cambio.

 

Contar con riego artificial permite manejar volúmenes importantes, distintos a los que se manejan en el sur, donde el cultivo se hace en secano, en condiciones difíciles porque se necesita mucha agua, fresco y sol. “Candelaria ofrece todo lo que se necesita para lograr buenos rindes, aunque la última campaña no fue la mejor. Hubo muchas heladas tardías que achicaron los rindes y arrojaron mucha disparidad. Tuvimos lotes que nos dieron 20 mil kilos por hectárea y otros llegaron a los 33 mil”, asegura el productor mendocino, quien está acostumbrado a los vaivenes de la actividad y sabe que son parte de la ecuación, por lo que no se queja.

 

 

La rotación es clave. Los lotes reciben papa cada 4 años. En los otros tres hacemos trigo, maíz y soja, dijo Carlos Cataldo, productor de papa.

 

A las heladas hay que sumarle que el precio de la papa bajó mucho el año pasado, aunque en los últimos días de la cosecha hubo un repunte. “Si podemos vender la bolsa a 450 pesos, cubrimos los costos”, es la cuenta que hizo junto con sus socios y hoy lo está logrando. “Tener una planta de procesamiento propia achica mucho los gastos y nos permite hacer un agregado de valor que es fundamental para ofrecer papa blanca, bien trabajada, que es la que prefieren los consumidores de alto nivel económico de Buenos Aires, nuestro principal mercado”, describe.

 

El problema, como en cualquier actividad, son los fletes, que están por las nubes.

 

“Un camión a Buenos Aires nos cuesta 80 mil pesos, es carísimo. Además tenemos que asegurar los vehículos, porque hay mucha demanda y no dan abasto, entonces tenemos que pagar lo que pidan”.

 

 

 

Intensivo. Es un cultivo que tiene mucho trabajo manual. En las épocas más duras de la pandemia hubo que adaptar protocolos.

 

 

 

"Apasionado por los "fierros"

 

Cataldo habló con la revista El Campo sobre sus excursiones con el rally nacional. En la última carrera de 2020 ganó una etapa y terminó quinto en la categoría Junior, lo que lo puso muy feliz. “El automovilismo es mi cable a tierra, me permite olvidarme de los problemas del trabajo, relajarme con amigos, compartir asados y anécdotas, es un ambiente muy lindo. Eso sí, ahí nunca cosechás, siempre ponés…”, bromea con este cronista.

 

Es papá de tres hijos, dos mujeres y un varón, que es el más chico. Yésica tiene 34 años y trabaja con él haciendo tareas administrativas en la oficina de Córdoba, mientras que Melisa (32) tiene una pañalera y Lucas estudia Psicología en la provincia vecina, por lo que no tiene muchas expectativas de que lo siga en el negocio de la papa. “Mi felicidad son los tres nietos, el de 7 años ya corre en karting, es un fenómeno”, dice el abuelo, chocho de la vida.

 

Sobre la pandemia, asegura que complicó bastante las cosas, aunque rescata que “el gobierno de San Luis nunca nos impidió ingresar, porque si uno cumplía con lo que pedían, siempre dejaron que se pueda trabajar. El problema fue la logística, los camiones, los cuidados que había que tener con la gente que contratamos para tareas eventuales, porque damos mucho trabajo a los vecinos de Candelaria y Quines, pero había que ajustarse a los protocolos”, recuerda sobre esos meses difíciles, en los que parecía que el coronavirus iba a arrasar con todo. Cataldo estuvo en un momento cinco meses en San Luis, sin poder volver a Villa Dolores, pero siempre mantuvo el negocio en marcha, sin resentir la producción. Ahora, con la nueva amenaza que plantea el coronavirus, se prepara para resistir, sabe que el esfuerzo siempre rinde dividendos.

 

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