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Teletrabajo, ¿sueño hecho realidad o una pesadilla?

Cecilia Agüero, psicóloga especialista de salud ocupacional, reflexiona sobre las dificultades del home office y cómo ayudar a organizar el cerebro al momento de sentarse a trabajar en casa. Desde las redes sociales, el desorden del hogar, hasta cómo organizar horarios y espacios.

Por Astrid Moreno García
| 12 de abril de 2021

El país ya no se divide en River o Boca, en a quienes les gusta la empanada de carne con pasas de uva o sin, ni en el polémico helado de menta granizada que para algunos puede llegar a arruinar el kilo de helado perfecto. A las nuevas grietas, como antivacunas o provacunas, se les agregan los que están a favor del teletrabajo y quienes no. Sumado a aquellos que por su labor y condiciones no pueden ejercerlo. Sin embargo, es innegable que la pandemia ha generado cambios en la forma de trabajar de los argentinos y de todo el mundo. ¿Cómo afecta todo esto a la salud ocupacional de los trabajadores?, ¿y qué significa este término que suena tan nuevo pero que nació a principios del 1900?

 

“El concepto de salud, en el sentido más amplio de la palabra, no se refiere a la ausencia de enfermedad, sino que es un concepto que toma el bienestar físico y psíquico de una persona. Si lo aplicamos a lo ocupacional y nos vamos a la parte emocional y psicológica, tenemos el clima laboral y cómo me llevo con mis compañeros, con la cultura de la organización en la que estoy, con mi jefe y el jefe de mi jefe. Ahí hay un gran abanico de situaciones que pueden afectar la salud psicológica en el trabajo”, resumió Cecilia Agüero, psicóloga especialista en coaching, salud ocupacional y directora de la Licenciatura en Psicología de la Universidad Siglo XXI.

 

Hace ya más de un año, cuando el 20 de marzo de 2020 el presidente de la Nación, Alberto Fernández, anunció el aislamiento social obligatorio por quince días, que luego se extendería hasta el 8 de noviembre (cuando por fin llegó el distanciamiento social), el paradigma de los trabajadores, estudiantes, padres, madres y argentinos cambió. Rápidamente debieron amoldarse a la “nueva normalidad”, un concepto tan prematuro como la cuarentena misma.

 

“Hay gente para la cual ha sido un problema muy grande, incluso para aquellos que pueden hacer teletrabajo, no todos estamos en las mismas condiciones. No es lo mismo tener un espacio grande y no tener hijos que comparten una casa, que donde viven cinco personas y hay una computadora que debía ser compartida entre los dos papás y los tres chicos que van al colegio. Ahí empezamos a tener situaciones especiales que van agregando estrés extra. Además, hay adultos mayores que requieren cuidados especiales, entonces empezamos a agregar en los casos particulares condimentos que claro que afectan la salud mental”, describió.

 

Sin embargo, el aislamiento obligatorio le dio paso al distanciamiento, la gente volvió a las calles y los comerciantes abrieron sus puertas, pero el home office permaneció, aparentemente, para quedarse. Ahora los paradigmas y los conflictos comunes cambiaron.

 

 

“Estudio, como, trabajo y hago la tarea con mis hijos en el mismo lugar”

 

Una de las mayores dificultades del teletrabajo es la falta de espacio, ahora la misma mesa del comedor sirve como oficina, pupitre de colegio y lugar de recreación. En un mismo rectángulo de la familia come, juega y aprende. En el medio de todo ese caos, el intento de responder a demandas de los jefes y mails de compañeros.

 

“Creo que es importante el rol de la organización y de los jefes, es fundamental poder coordinar con el equipo de trabajo y asumir cuál va a ser mi disponibilidad real. Porque si no esa preocupación se vuelve insostenible: ¿estarán entrando correos al mail y yo no los puedo contestar? O mi jefe me manda algo urgente y yo lo veo tres horas después. Cuando suceden esas cosas por un lado es fundamental la coordinación con el resto del equipo, aclarar que si necesitan algo urgente llamen por teléfono. Esas son situaciones especiales, pero que no son pocas. Lo ideal es organizar el día”, razonó.

 

Para ello Cecilia propone como soluciones respetar el horario de trabajo, no extenderse más de lo debido y, en lo posible, pactar un espacio diferente dentro del hogar que esté solo destinado al momento de sentarse a trabajar. “La idea es hacerle un engaño al cerebro, poner una mesa en la habitación, que no sea que corro un poquito la computadora y como en el mismo lugar. Así que cuando termino el horario que corresponde, apago todo y me voy al comedor. La idea es hacer un corte visible para cerrar un período y etapa del día”, justificó.

 

 

“Desde que trabajo en mi casa me distraigo más”

 

“Me siento en el escritorio, comienzo a teclear las primeras operaciones del día, de fondo veo unos platos sucios, ropa sin doblar que levanté del tender y me acuerdo que no saqué la basura la noche anterior. Pongo una pausa a mi labor, me paro y comienzo a ordenar y limpiar”, dice una mujer que lleva un año de teletrabajo. La misma situación se repite varias veces durante la jornada laboral.

 

La psicóloga lo explica: ”Eso pasa cuando las tareas domésticas, como lavar los platos, la ropa o poner a hervir algo, invaden el espacio de trabajo. Si tengo chicos que dependen de mí, inevitablemente debo prestarles atención, pero cuando se trata de tareas del hogar hay que organizarse. Lo ideal es programar momentos separados, media hora antes de sentarme a trabajar hago la limpieza, si no para el cerebro es súper cansador, es una vorágine y una mezcolanza de tareas que me dan esta sensación de que no estoy ni aquí ni allá, no rindo en el trabajo y el tiempo se me estira. Lo recomendable es tratar de reproducir la jornada laboral, me siento y solo me dedico a trabajar”.

 

 

“Me la paso revisando mis redes sociales”

 

Para otro trabajador la distracción es un punto en contra: "Entre labor y labor me tomo unos minutos para abrir Facebook, Instagram o Twitter, comparto algún meme, respondo un mensaje de un amigo, le doy me gusta a una foto o veo un showroom de ropa. Sin la presión de estar en el trabajo o que alguien me observe, estas intervenciones se vuelven más frecuentes".

 

“Hay un engaño y una confusión donde dicen ‘yo puedo hacer varias cosas a la vez', entonces abren Facebook, Instagram y el mail del trabajo o del colegio. Voy y vengo. Más allá de que los jóvenes tienen más habilidades para hacer varias cosas a la vez, esto afecta la concentración. Cada vez que me muevo de un tema a otro requiero de unos segundos para volverme a concentrar, si yo sumo esto a lo largo del día tengo un montón de tiempo perdido, entonces mi eficiencia baja muchísimo”, dijo la especialista. Y resolvió: “Hay que economizar, ¿a Facebook de verdad necesito verlo cada quince minutos?, porque está bien que haya gente que trabaja con Instagram, pero, ¿cuántas veces muevo mi atención innecesariamente y pasa de un lugar a otro? Todo eso consume tiempo”.

 

 

“¿Y ahora qué?”

 

Irse de viaje, cambiar de trabajo, mudarse, empezar un negocio nuevo, abrir un local, tener un hijo o los distintos planes de la vida se vieron interrumpidos con el surgimiento de la pandemia. De repente todos las opciones y alternativas se vieron truncadas con una sola palabra “coronavirus”. Para la especialista en coaching la única forma de seguir es escaparle a la sobreinformación. “Es un tema en efecto sumamente importante, yo creo que hay que hacer voluntariamente el proceso de no sobreinformarse, al inicio de la pandemia teníamos un conteo constante de cuántos casos había, cuántos muertos y dónde. Entonces hay que tratar de hacer el ejercicio de no engancharse con eso porque de verdad que es muy poco saludable y contactarse con gente que sea buena onda”, reflexionó.

 

Pero el trabajo principal de los especialistas en salud mental, y de las investigaciones que nacieron a partir de la COVID-19, se basa en cómo transitar estos estadios donde la libertad se ve restringida de alguna manera. “Se están realizando distintas investigaciones en Argentina sobre el tema. Hay una de ellas que habla sobre cómo había afectado el estrés a la gente que vivía sola y a quienes estaban acompañados, se esperaba que aquellos que estaban con otros sufrieran más por el hecho de compartir un espacio chico con las mismas personas. Pero los más afectados fueron aquellos que estaban solos”, informó Cecilia.

 

Otra estadística que preocupa es el aumento de la violencia intrafamiliar. “Se da en familias o parejas donde ya hay violencia y el encierro la potencia. Hay un ciclo y este empieza por la tensión hasta que el violento estalla, luego se relaja y viene el período que se llama de luna de miel. La víctima vuelve a creer, el agresor se disculpa, promete que no va a volver a pasar y comienza nuevamente el circuito. Durante la pandemia se acortaron los tiempos en que el mismo proceso se repite”, describió. Y sentenció: “Es muy raro que una persona que es violenta se recupere sola, requiere tratamiento, ayuda de profesionales. Hay que denunciar y pedir ayuda, nunca olvidemos que todos los femicidios comenzaron con una relación de violencia”.

 

 

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