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“Yo soy el único culpable por mi música”

Con una combinación de humor y auténtica humildad, el bandoneonista se hace cargo de cada una de las notas y composiciones que "aparecen en su cabeza". Una frase melancólica del músicoque toca el instrumento más melancólico que existe. 

Por Astrid Moreno García
| 19 de julio de 2021

En todas las fotos en las que Néstor Marconi sostiene un bandoneón, en especial en aquellas que fueron captadas de forma espontánea mientras tocaba, su rostro carece de gestos rígidos, arrugas de tensión o el ceño fruncido. De pronto, cuando toca el instrumento al que está indisolublemente ligado, todas sus facciones se suavizan y su edad se vuelve indescifrable. Ese es el rostro de un hombre que ama lo que hace.

 

El bandoneonista de 79 años hace un análisis crítico de la situación actual en la que se encuentra el tango, el género que lo atrapó de pequeño gracias a los hombres de traje y pelo engominado como Aníbal Troilo y Leopoldo Federico, quienes hicieron grande a la cultura de las milongas.

 

Preocupado por el destino de los jóvenes músicos y por la falta de contacto con el público debido a la pandemia, Marconi aún encuentra el humor y la risa cuando narra alguna anécdota, siempre arrastrando las eses y con unas erres rimbombantes, que involucra a su gran amigo Roberto “El Polaco” Goyeneche.

 

—Quería ser futbolista... ¿Cómo terminó tocando el bandoneón?
—Primero de todo quise ser pianista, pero el fútbol me gustó siempre, desde muy chiquito, aunque el bandoneón me atrapó de muy joven también. Estudiaba música, piano y bandoneón al mismo tiempo y, a su vez, me escapaba de mi casa para jugar al fútbol. Finalmente, el bandoneón pudo más que todo lo demás. Me lo trajo mi padre porque él en Francia había intentado tocar el instrumento, y me dijo: “Ahora que estás con la música dame el gusto a mí”. Empecé a estudiar y adaptar cosas del piano al bandoneón, no había demasiados maestros en aquella época y así, de a poco, me fui haciendo solo. Siempre digo que fui el único culpable por mi música.

 

—¿Se puede disociar el bandoneón del tango?
 —Creo que el bandoneón tiene un idioma y un acento por sí solo que inevitablemente te lleva hacia el tango, y digo esto teniendo en cuenta que a mi me gusta el género. Hay bandoneonistas que se han dedicado a tocar otro tipo de música, como la clásica, pero es una minoría. Creo que el bandoneón sin darte cuenta te empuja a tocar el tango. En mi época los referentes que tenía eran Astor Piazolla, Troilo y Federico. Uno los escuchaba y era muy difícil no querer hacer tango.

 

—Habla de los grandes del género, pero ¿cómo es su proceso para componer?
—Eso surge, sale en cualquier momento, a veces estudiando algo, a veces divagando con el instrumento o caminando por la calle se me ocurre algo o aparece simplemente en mi cabeza. Cuando uno hace una orquestación surgen cosas que contrapuntean con el tema en sí, es algo que uno está creando en ese momento y después se da cuenta que formó un tema por separado.

 

—¿El bandoneón es un buen transmisor de emociones?
— Toda la música genera emoción, no solamente el bandoneón. Sí es verdad que tiene un sonido más melancólico sin que uno quiera, no se puede disimular esa característica tan propia del instrumento. Pero creo que uno puede soñar y apasionarse con cualquier instrumento. Si uno disfruta de la música en sí, es imposible no apasionarse.

 

—Estuvo en la banda que acompañaba a Roberto “El Polaco” Goyeneche. ¿Cómo fue trabajar con él?
—Fuimos muy amigos con “El Polaco” y trabajamos mucho tiempo en Caño 14 y Café Homero. También hemos viajado juntos a muchos lados, como Japón y Francia, entre otros. Como decía él: "No es que yo cante y vos me acompañás, sino que tenemos un diálogo musical arriba del escenario".

 

—¿Recuerda alguna anécdota que describa su personalidad?
—Alguna que se pueda contar… sí. Él abusaba de su capacidad, digo yo, porque no ensayaba nunca. Te decía: “Voy a hacer tal tango de determinada manera, vos manejalo como quieras que yo ya sé dónde tengo que entrar, dónde tengo que cantar y dónde no”. Tal es así que compusimos el álbum "Tango del Sur" y me pasó los temas por teléfono. Él me cantaba algunas frasecitas para que yo, todo por teléfono, me diera cuenta hasta qué nota llegaba y hacer mi parte de la manera en que él necesitaba. Nunca, nunca ensayó. Abusaba de su habilidad para aprenderse las cosas rápidamente, sin saber música. Era muy buen músico.

 

—¿Cómo ve a las nuevas generaciones de músicos de tango?
—Primero en el bandoneón hay una cantidad de jóvenes que tocan maravillosamente bien y hay gente que compone y que forma muy buenos grupos. Ahora, la otra parte es, ¿tienen dónde mostrarse? Creo que esa es la parte más difícil porque no están las posibilidades, en otras épocas había orquestas para mostrarse; ahora no hay ni oportunidades para los solistas ni los grupos pequeños. La situación es muy difícil, pero hay un material impresionante de músicos de entre 20 y 40 años. En las orquestas de tango hay jóvenes muy buenos, que han escrito arreglos y temas propios, pero ya no existen más los boliches, como les decíamos nosotros, los clubes o los cafetines que tenían grupos de tango. Se tienen que armar ellos mismos un lugar y ver de bancarlo entre todos.

 

—¿Qué pasó con las milongas?
—Hasta que pasó esto del coronavirus hubo un movimiento importante de gente a la que le gustaba la milonga y hacía cosas por ejemplo en lugares que son masivos como los centros culturales. Pero uno ve que la gente que tiene la posibilidad de pagar una entrada disfruta mucho el tango, lo que pasa es que si uno pone un boliche y tiene que cobrar, la mayoría no puede pagarlo.

 

—¿Cómo transita la pandemia?
—Es un agotamiento psíquico y una presión tremenda no poder hacer las cosas como uno quiere. Me gustaría poder olvidarme de la computadora, el Zoom y de todo eso y poder estar con el público, que es lo que necesita cualquier músico y artista, sino es tocar contra la pared.

 

—¿Es tan bien recibido el tango como el folclore en el interior del país?
—Es un género que se ha abierto por todos los lugares, se hicieron festivales en distintas provincias como en Jujuy, por ejemplo, toqué ahí el concierto de Astor Piazzolla. Mendoza es un lugar donde hay mucha gente que le gusta el tango, tengo alumnos de allá bandoneonistas. También, con respecto a los géneros, creo que hay más de tango que de folclore. Ahora es tan popular “La Cumparsita” como “Adiós Nonino”.

 

—¿Tocó alguna vez en San Luis?
—Estuve en San Luis una vez con un trío del que participaba un contrabajista que se crió en Mendoza pero era nacido en Villa Mercedes, Ángel Ridolfi. No habré ido más de una o dos veces pero ojalá pueda volver en algún momento.

 

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