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La cárcel vieja de San Luis: las huellas tras las rejas del pasado

El primer establecimiento carcelario se comenzó a construir en 1879 y se inauguró en 1881. Era cuartel de Policía y cárcel. En 1974 se trasladó al nuevo edificio de ruta 146 y Salvador Allende, en el barrio Unión. Tenía 17 celdas para penados, 11 para procesados, 5 para menores, 8 para "presos ejemplares" y 4 calabozos.

Por Johnny Díaz
| 30 de octubre de 2022
La cárcel. Fue inaugurada en 1974 y funcionó hasta el 16 de mayo de 1996. Tenía capacidad para 140 internos, 41 celdas, cuatro calabozos y tres patios. Foto: Héctor Portela.

En 1846, el gobernador Pablo Lucero decidió construir un cuartel —en unos potreros de la orden dominicana— en la esquina de 25 de Mayo y Rivadavia.

 

De esa manera, reemplazaba al viejo fuerte de San Martín y Pringles. Ese mismo año, según el profesor Néstor Menéndez en la "Guía Histórica de San Luis", Lucero creó el cargo de intendente de Policía, cuya competencia no era solamente los temas de seguridad urbana, sino también de asuntos municipales generales.

 

Acceso principal. Al fondo, las oficinas principales y la alcaldía.

 

En 1858, el gobernador Justo Daract le incorporó una partida de vigilantes. La sede funcionaba en el cuartel y el uniforme era colorado; usaban una gorra de paño azul y, en el lado izquierdo del pecho, un distintivo que decía "Vigilante de Policía". Llama la atención que cada efectivo debía contar con un suplente y hacerse cargo de su costo en caso de no poder cumplir con su servicio.

 

Recuerdos. Las paredes aún conservan restos de láminas y almanaques.

 

En abril de 1862, San Luis fue sitiado por las fuerzas federales del "Chacho" Peñaloza, los combates callejeros duraron dos días, si bien es cierto los federales eran muy superiores, estaban mal armados.

 

En 1879, el gobernador Toribio Mendoza ordenó levantar un edificio más grande en Rivadavia y 25 de Mayo para que funcionara el Departamento de Policía, cuartel y cárcel. La obra fue encargada al constructor Juan Robelli y fue inaugurada en 1881.

 

En 1890, como se temía una revuelta, el gobernador Mauricio Orellano se mudó a la Jefatura de Policía que quedó, a partir de entonces, como la Casa de Gobierno. Años después allí funcionaría la desaparecida fábrica de alfombras.

 

Seguridad. Las celdas tenían un mirilla y un pasador con candado.

 

En el edificio, que hoy está siendo refaccionado, funcionaron la cárcel de encausados y penados y otras dependencias oficiales. Y es un solar histórico de la provincia.

 

Soy el único penitenciario en actividad de la vieja cárcel de San Luis. Es un orgullo muy grande (Juan Walter Sosa-subprefecto penitenciario)

El 4 de mayo de 1974, en 25 de Mayo y Rivadavia, se inauguró la cárcel de mujeres en un sector de la cárcel de encausados. El acto estuvo encabezado por el gobernador Elías Adre, el subsecretario de Gobierno Manuel Ángel Montiveros y el subcomisario José Mariano Magallanes, entre otras autoridades. 

 

Meses después, en unos terrenos ubicados en ruta 146, frente al barrio Unión, se proyectó y abrió una calle con el nombre de Salvador Allende. Allí se construyó un edificio netamente carcelario. Tenía una superficie de 1.508,55 metros, 17 celdas y dos calabozos, que eran para penados. Para los procesados se destinaron 11 celdas y dos calabozos. Los menores ocupaban 5 celdas y 8 celdas eran para los "presos ejemplares". Tenía un total de 41 celdas, cuatro calabozos y tres patios internos; panadería, carpintería y taller.

 

Sosa. Subdirector del penal.

 

Su primer director fue el licenciado Rodríguez, pero meses después asumió José Mariano Magallanes la titularidad del servicio.  “Ingresé al Servicio Penitenciario el 1º de julio de 1987 en la vieja cárcel. Había hecho el curso de subayudante y mi primer jefe fue el licenciado Rodríguez, quien estuvo un par de meses. Después llegó Magallanes, eran cargos de policía, después pasó al Servicio Penitenciario”, dice hoy Juan Walter Sosa, exguardiacárcel en aquel edificio. Y agrega: “La vieja cárcel tenía un espacio reducido, llegamos a tener 130 a 140 internos, entre menores, procesados mayores y condenados. Era una situación muy triste porque no había mucho personal, trabajábamos 24 horas por 24 y llevo 35 años en la repartición”.

 

“Mis primeros compañeros, si mal no recuerdo, fueron Orlando Báez, Oscar Suárez, Oscar Lucero, éramos pocos, Salustiano Suárez era otro. Él tuvo un accidente cayendo de uno de los techos, en el pabellón de procesados, y por el resto de su vida acusaba una renguera no querida. Fueron los mismos procesados quienes lo auxiliaron en aquel momento”.

 

Giménez. La máxima autoridad.

 

“Eran tiempos donde nosotros hacíamos de todo, enfermero, oficial de servicio, chofer, guardiacárcel, celador, centinela, éramos tan pocos que había que ingeniárselas en todo sentido”, dice evocando su trabajo. Y agrega: “Los días de visitas eran martes, miércoles, sábado y domingo, de 8 a 17. Los procesados tenían martes y sábado, los condenados miércoles y domingo, los menores, con los condenados; nunca hubo grandes problemas, solo los rutinarios”.

 

Sosa cuenta que en una oportunidad hubo una revuelta muy grande, un motín: “Uno de los cabecillas era Fernando Ochoa, nos tomaron de rehenes con la intención de ejecutarnos si no atendíamos sus pedidos. Estaba yo, Raúl Guardia, Raúl Martínez y Ceferino Oviedo. El más complicado era yo porque había tenido unos problemas con unos internos y habíamos dividido el pabellón, los más peligrosos de un lado y del otro, quienes tenían mejor conducta. Cuando Ochoa se percató de esa situación, se interpuso y les dijo: ‘Dijimos que no cometeríamos locuras y no estamos cumpliendo lo pactado, Sosa es quien nos cuida mejor, nos ayuda cuando estamos enfermos o en situaciones difíciles’. Hoy gracias a ese interno estoy vivo. Ochoa no era peligroso, es muy inteligente, cuando se propone algo, lo logra, una pena que haya equivocado el camino. Otro de los internos peligrosos era Fabián Rubira, un mendocino de Palmira muy conflictivo, revoltoso, peligroso y mal intencionado que tenía muchas cualidades no santas”.

 

Enrejado. Al fondo las celdas y arriba las rejas que tenían los techos.

 

“En la vieja cárcel elaboraban pan y tortitas para consumo interno, estaba a cargo de Felipe Calderón. También se hacía para comedores escolares, cooperativas y también para el PAN (Plan Alimentario Nacional). El establecimiento tenía una fábrica de baldosas, cuya responsabilidad estaba a cargo de Raúl Martínez, y la carpintería, cuyos muebles eran de utilidad interna".

 

"Fue una linda y tranquila época, hoy todo ha cambiado. La sociedad está, aunque involuntariamente, más agresiva. Los delitos no son la excepción y los institutos carcelarios muchas veces se ven desbordados. Nosotros con esta unidad (se refiere a la cárcel nueva de ruta 146 kilómetro 7) estamos satisfechos, pero la más importante es la de Pampa de las Salinas. Un instituto modelo y seguro, ejemplo para el país".

 

Patio interno. Lugar de esparcimiento donde los presos tomaban sol.

 

Juan Walter Sosa es de San Martín, Mendoza, y dice con orgullo: “Cuando llegué a San Luis, con mi esposa Patricia, vine con una mano atrás y la otra adelante, todo lo que tengo me lo dio esta bendita provincia, me dio la posibilidad de estudiar, hacer mi carrera de penitenciario, tener hijos, mi propia casa, el bienestar de mi familia. Tengo dos hijos que son penitenciarios, una hija que es ama de casa y nueve hermosos nietos. Me siento más puntano que nadie, soy un eterno agradecido a esta provincia”.

 

Sosa ingresó al servicio en 1987 como subayudante, en 1992 fue ayudante de 5ª; en 2003, adjuntor; en 2004 adjuntor principal; 2011 subalcalde, 2015; alcalde; y desde 2018 subprefecto.

 

Patio principal. De uno y otro lado las viejas celdas, a la derecha los calabozos y al fondo el patio donde había hasta una cancha de fútbol para once.

 

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