Lo condenaron a 21 años de cárcel por abusar sexualmente de sus dos hijas

A pesar de sostener su inocencia hasta último momento, S.R.B. fue condenado a 21 años de prisión por violar a sus dos hijas biológicas cuando eran niñas. En Cámara Gesell, las víctimas aseguraron que los abusos comenzaron al mismo tiempo, cuando tenían 8 y 10 años, y se extendieron por unos cuatro años. Para el fiscal de Juicio Fernando Rodríguez, acorde a las pruebas que se reprodujeron durante el debate, los hechos por los que acusaron al hombre “quedaron probados con grado de certeza”.

“Un extenso daño físico y psicológico”. Esa fue una de las conclusiones sobre lo que provocaron los ultrajes en las víctimas según los distintos especialistas que declararon durante las tres audiencias que duró el plenario, que comenzó el jueves, continuó el viernes y terminó ayer con la lectura de la sentencia.

Previo a dictarse el fallo, el fiscal Rodríguez había solicitado 23 años de prisión para el acusado, cuya identidad no será difundida para proteger a las jóvenes.

El funcionario judicial ventiló que el 23 de mayo de 2020 la hermana más grande de las víctimas decidió realizar una denuncia en la Policía, ya que ambas estaban devastadas por los abusos.

La detención fue casi al mismo tiempo que la denuncia, ya que el imputado había sido arrestado por violar el aislamiento obligatorio por la pandemia de coronavirus. Al salir de la comisaría, fue detenido nuevamente a pocas cuadras y allí se enteró que había sido denunciado mientras estaba detenido.

“La denunciante pudo dar cuenta de la revelación de las mismas niñas, quienes tenían miedo de que su padre llegara borracho porque allí se daban principalmente los abusos. Acorde a las mismas víctimas, todo sucedió en la misma ventana de tiempo, cuando ellas tenían 8 y 10 años, respectivamente, y se extendió por unos cuatro años”, dijo Rodríguez frente a los jueces José Luis Flores, Adriana Lucero Alfonso y María Eugenia Zabala Chacur.

El fiscal expuso que durante la Cámara Gesell las niñas pudieron dar un relato totalmente coincidente, en el que brindaron detalles de las situaciones a las que eran sometidas y en las que su propio padre las seleccionaba de manera alternada para violarlas.

Rodríguez refirió que los hechos se tornaron crónicos y hubo “claras maniobras tácticas y expresas para lograr el silencio de las niñas” por parte del acusado mediante regalos. “Me llamó mucho la atención que una de las niñas expresara que era feo ser mujer, sin lugar a dudas, los ataques del acusado perturbaron su desarrollo sexual”, sentenció.

A su vez, indicó que la otra víctima sigue padeciendo desbordes emocionales, problemas de salud y temor por el día en el que su padre salga a la calle.

Silvina Daniela García, la representante de la Defensoría de Niñez, Adolescencia e Incapaces 2, afirmó que ambas niñas tuvieron una grave situación de vulnerabilidad. "El hombre que debía cuidarlas, velar por ellas, ser el tutor de vida, no pudo cumplir ese rol. Y más grave aun, atentó contra ellas", refirió respecto al papel del condenado, que era la única persona que tenía la guarda de las niñas debido a que la madre se ausentó años antes.

"Estas niñas no entienden qué han hecho mal, por eso tienen temor en todo", refirió García, y agregó que se está ante una figura de incesto, donde el daño se produce no solo por el abuso, sino también donde el acusado buscó dañar a la víctima por el sufrimiento y la humillación; esto han dado cuenta las pruebas", sintetizó.

Según la investigación, las pequeñas se encontraban provisoriamente al cuidado de su abuela, pero cuando la mujer falleció el padre se quedó con la tenencia; los ultrajes habrían comenzado ocho meses más tarde.

Emanuel Correa Otazú, defensor del acusado, criticó durante su alegato las políticas de Estado que dan lugar al resguardo y protección de la mujer argumentando que "hay conceptos equivocados, con errores graves que terminan afectando a personas inocentes como mi defendido", sostuvo.

También que la denuncia fue porque el acusado "les había puesto un límite a las menores y el plan, que era echarlo de la vivienda, les está funcionando de esa forma".

El letrado puso en tela de juicio que "en ningún lugar del expediente detalla que la ropa que le secuestraron al hombre haya tenido rastros de semen". A su vez, cuestionó que en ningún momento se habló de que una de las víctimas anduvo "noviando". "Me llama mucho la atención que después de ser abusada ya estaba de novia. Si fue abusada, ¿por qué no se le continuó haciendo la terapia que corresponde? No es normal que una persona que ha sufrido un trauma así ya esté en pareja", alegó.

Correa Otazú expresó que el pedido del fiscal fue una "locura", y solicitó la absolución de su defendido, aunque ese pedido quedó trunco.

“Tengo la conciencia  tranquila”

Antes de ser sentenciado, el hombre optó por hacer uso de la palabra y detalló que días antes de ser detenido una de sus hijas le pidió si podía tener novio, y que él le respondió “que ella estaba estudiando, que esperara. Le dije que yo hacía un gran sacrificio para que ella complete el estudio”.

Después de esa charla, admitió que la niña se enojó “e hizo una explosión. Luego pasó todo esto. Yo soy inocente. Tengo la conciencia tranquila. Yo vi la Cámara Gesell, pero no entiendo nada”, adujo.

Con lágrimas en los ojos y con las esposas en las manos, el condenado fue trasladado nuevamente hasta el Servicio Penitenciario Provincial.

 Redacción / NTV