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Patricia Nilda Vázquez: con el cuerpo en movimiento

Corrió en pruebas internacionales. Entrena a más de 60 atletas y 20 niñas y niños. Pese a padecer una enfermedad que afecta sus huesos, se considera una guerrera del atletismo.

Por Johnny Díaz
| 13 de noviembre de 2022
Patricia Nilda Vázquez. "Soy la primera entrenadora de atletas de San Luis, un orgullo que llevo muy adentro". Fotos: Inés Cobarrubia / Karina Franzi / Gentileza.

Ella tenía 16 años y él 23 cuando se casaron en Junín, Mendoza, el 10 de enero de 1986. Un año después, con sus valijas llenas de proyectos e ilusiones, y sin nada que perder, emprendieron viaje a San Luis, atraídos por el venturoso futuro que se promocionaba a través de la publicidad.

 

Así llegaron a la capital sanluiseña Patricia Nilda Vázquez y Juan Walter Sosa. Ella, ama de casa, comenzó a concurrir a un gimnasio con una de sus amigas, Angélica Cano, y juntas se sumaron al grupo ALCO, que funcionaba al aire libre en el parque IV Centenario a la vera del río San Luis.

 

“En 2000, comencé por estética. Mi peso corporal por ese tiempo era de unos 80 kilos y mi amiga me sugirió que fuéramos a ver lo que hacían. Era un grupo muy reducido, el gimnasio nos había aburrido. Todavía no se construía el velódromo, solo había un espacio o un pozo; hoy todo ha cambiado, ha evolucionado”.

 

Técnica de carrera. Patricia, Rocío, Marisol, Carmen y Adriana, empezando una rutina en el trinquete sanluiseño.

 

 

“Nos encontramos con un lindo grupo. Al frente estaba el profesor Daniel Sosa Isgro; hacíamos caminatas y clases de atletismo. Eso me motivó, me gustó mucho. Había carreras de un kilómetro o de dos y medio, y yo me decía ‘que bárbaro, cómo van a correr esa distancia’, para mí todo era tabú”.

 

Cada día se sumaba más gente. El grupo de Sosa Isgro comenzó a conocerse como "Parque Cuarto Centenario” porque allí corrían unos 4 kilómetros en forma de hache y divididos en dos, atravesado de sur a norte por la calle Ascasubi. Era todas las tardes, a las 15: "Era todo a voluntad, nos dábamos ánimo entre nosotros. Concurrían familias enteras, pasó a ser un lindo lugar de encuentro de atletas”, recuerda.

 

Y agrega: “Seguí entrenando en ese grupo y llegó mi primera carrera de 2,5 kilómetros; fue en el murallón del dique La Florida. Tenía muchos nervios y una marcada ansiedad. En esos tiempos no había medallas finisher ni kit de ropa, cada uno corría con lo que tenía. Recuerdo que viajamos en un viejo colectivo, éramos un lindo grupo. Estaban Mariela Lucero, unas chicas de la zona sur de la ciudad, Juan Walter y mis hijos Maximiliano, Micaela y Jonathan, quienes nos acompañaron entre otros. Para mí, todo era nuevo. Hice podio, me ubiqué tercera en mi categoría y logré un premio de mármol. Lo importante fue que llegué bien; estaba orgullosa”.

 

 En familia. Con sus hijos Maximiliano y Jonathan Sosa Vázquez.

 

“Nos gustó, el grupo estaba firme y motivado. Empezamos a buscar otros desafíos. Mi segunda carrera fue en Potrero de los Funes. Había pasado un año de mi primera vez y ahora estaba mejor entrenada, audaz, corajuda y atrevida. Me sentía con fuerzas para el nuevo desafío. Corrí la vuelta al lago y también había una prueba de 10 kilómetros; estaba feliz”, dice.

 

Los compañeros que mejor se sentían y podían se fueron a correr la maratón de los dos años en Río Cuarto. Aunque a Patricia hace 22 años le dieron la posibilidad de concurrir, no se animó. "Cuando tenía 33 años ya estaba en condiciones de correr 10 kilómetros, sentí que había roto el tabú que giraba a mi alrededor y lo hice”, dice.

 

“Mis hijos practicaban lanzamiento de disco, jabalina y bala. Se sumaron más personas y Daniel Sosa Isgro comenzó a preparar chicos que concurrirían a los Juegos Evita. Pasé a ser una colaboradora más del grupo al tiempo que entrenaba con más fuerzas; estaba muy motivada”.

 

En casa. La entrenadora tiene una sala especial para colgar sus medallas.

 

 

Después, en 2014, dejó el grupo de Daniel Sosa Isgro, a quien recuerda como un excelente profesor. Hoy cuenta: "Quería crecer más y comencé el Profesorado de Aeróbic en el gimnasio de la profesora Mabel Domínguez. Al tiempo, por internet, recibía clases de profesores de Buenos Aires. Armé una agrupación propia. Éramos pocos, entre ellas Carmen Santana, María y Carolina Alcaraz, Gabriela, Natalia, Cristina, todas mujeres. Se sumaron Juan Walter Sosa, Silvia y su esposo Guillermo Naun. Y algunas del otro grupo; era una nueva experiencia y me sentía capaz de lograrlo”.

 

Armó dos grupos, caminantes y corredores. Recuerda que los inicios fueron muy duros, pues había que planificar todo, era muy precario, no tenían nada, solo voluntad. Cada uno llevaba sus cosas, hacían pesas con botellas llenas de arena o juntaban piedras para llevar en las manos para ejercitar los brazos. Armaron un fondo común para comprar colchonetas, pesas y ropa. Así, muy de abajo, paso a paso, fueron sumando logros.

 

 

Trekking. También participa de una actividad que no le es desconocida.

 

 

"La gente del trinquete, con Eduardo Villegas a la cabeza, sus hijos y el personal, siempre nos tendieron una mano. Nosotras no teníamos nada y nos permitieron usar los sanitarios, guardar nuestros elementos y nutrirnos de agua. Estamos muy agradecidas por esa acción", enumera.

 

“Nuestra primera experiencia atlética fue en una de las carreras de Los Álamos, que ya no se hacen más. Tenían mucho miedo pero estaban muy motivadas. El que llegaba a la meta tenía el deber de buscar a quienes venían más retrasados; el objetivo era llegar”.

 

“Así –y casi sin quererlo- me transformé en la primera entrenadora de mujeres. Hoy hay otras profesoras, como por ejemplo Karina Jofré, de Las Gladiadoras, y Yesica Barloa, de Big Runners”, dice con orgullo.

 

Actualmente, Amigos en Movimiento ha sumado unos 20 niños que conduce Antonella Domínguez, running kid, mientras que Patricia tiene 60 atletas adultos.

 

En el trinquete. Una jornada plena de relajamiento después de una prueba.

 

 

Patricia Vázquez, para todos “La Pato”, participó en el trail running montañoso de San Juan. Dos días después comenzó a sentir fuertes dolores musculares e hinchazón en sus arterias. Tras varios exámenes médicos le diagnosticaron artritis reumatoides crónica. “Mis pies, rodillas y manos se inflamaron de tal manera que no me dejaban mover. Pensé que era un problema cardiaco por algún esfuerzo hecho en San Juan. Mi mente estaba en otro lado, tuve depresión y sentía que otro cuerpo estaba dentro mío. Los síntomas eran muy malos, yo que siempre hice de todo, no lo podía creer, fue algo impresionante, lloraba de impotencia. Después de otros estudios, me diagnosticaron osteomalacia (el reblandecimiento de los huesos, ante la falta de vitamina D, la que ayuda al cuerpo a absorber el calcio). La doctora decía que no hiciera ninguna actividad porque los ligamentos se podían debilitar y cortar, tenía que esperar a que se desinflamaran las articulaciones para ver los pasos a seguir”.

 

“Seguía sin entender mi enfermedad. Mi marido me daba fuerzas, pero sentía que no podía, hasta que un día de 2017 me dije ‘soy una guerrera y voy a pelearla', y volví a entrenar. Me vendaba las manos, las rodillas, a veces usaba un cabestrillo ortopédico para el brazo, me apoyaba en el bastón de trekking y, como podía, manejaba mi auto. Me encomendaba a Dios y oraba. Cuando llegaba, Daniela Guevara, Emiliano Celi y los chicos del trinquete me daban una mano, no lo podían creer. Me sentaba y no podía pararme; fueron momentos durísimos”, recuerda.

 

Entrenamiento. Las chicas también salen a correr por caminos puntanos.

 

 

La mujer explica que en 2018 y 2019 pudo llevar atletas a competir en la maratón internacional de Viña del Mar. Muchos lo hacían por primera vez y todos vivieron una experiencia inolvidable.

 

"Mis últimas participaciones fueron en 'Los tres días en Salta y Jujuy', una prueba de 60 kilómetros, algo imposible de narrar, y en Mendoza en la maratón nocturna de los 42 kilómetros de 'Junín Brilla', en la categoría 50-54 años. Del grupo Amigos en Movimiento fuimos 45 atletas, Maximiliano Sosa, Nadia Sosa y yo corrimos los 42 kilómetros; Darío Fernández hizo los 21 y el resto, los 10. Muchos de ellos corrían por primera vez, una linda experiencia. Hoy, después de 22 años, me puedo considerar una maratonista", agrega.

 

"Me pasó un hecho curioso en el recorrido cuando tuve que ayudar a un colega sin saber que este era un chico con capacidad diferente. Le costó llegar, pero lo hicimos. Él quería colgarse una medalla en el pecho y lo logró".

 

"Cuando voy a los controles médicos, se fueron dando cuenta que cumplía con el tratamiento. No corría, pero andaba en bicicleta. Hoy sigo controlada y medicada".

 

En acción. Corriendo y motivando a sus discípulos antes de llegar a la meta.

 

 

 Aclara que "hay días que la artritis ataca, hace picos y causa mucho dolor, pero sigo en actividad, no me rindo porque no quiero ser una carga para nadie y mucho menos para mis hijos".

 

Levanta su voz de atleta para decir: "Se puede correr teniendo esa enfermedad y lo he demostrado muchas veces. Hoy nos ayudan los tratamientos médicos, cremas, el ibuprofeno, la diclofenac, el kinesiólogo o los baños termales que son muy importantes.

 

Patricia dice: "Ser entrenador es una tarea donde le brindas al atleta tu tiempo y dedicación. Siempre darle motivación y creer en la capacidad física que puede lograr. Todo lo que uno se propone es enseñarle y darle confianza en sí mismo, especialmente por lo que realiza, que es por él mismo. Y cada logro que hace es suyo, porque su voluntad y pujanza es su esfuerzo y es el propio”.

 

Siempre listas. Antes de largar la Corre las chicas quisieron inmortalizar el momento.

 

 

“Digo eso porque la persona que viene a Amigos en Movimiento tiene una mochila en sus espaldas, está angustiada, estresada o con problemas familiares y quiere descargar tensiones o quiere pasar un buen momento con amigos. Los entrenadores debemos ser el nexo del individuo y los problemas, y sacar lo mejor de quien concurre a nuestro grupo".

 

"Cuando llegamos a esta provincia con mi marido no teníamos nada, solo proyectos e ilusiones, una mano atrás y otra adelante, y no tengo vergüenza de decirlo. San Luis nos ha dado todo, mis tres hijos, Maximiliano, Jonathan y Micaela; ocho nietos, Giordana, Mayarí, Benjamín, Franchesco, Tiago, Bautista, Delfina y Pía; una vivienda digna, trabajo y un buen bienestar. Soy muy agradecida de San Luis que me abrió sus puertas. Mendoza es la provincia donde nací, pero soy hija adoptiva de mi querido San Luis. ¿Qué más le puedo pedir a la vida?".

 

Un grupo de atletas de Amigos en Movimiento. En el centro, Pato, la entrenadora.

 

 

 

Redacción / NTV

 

 

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