Produce pastos naturales y lana para aislar techos
Ambas actividades están entrelazadas en el contexto de una cría bajo el sistema Voising, que recibió un fuerte apoyo del gobierno provincial a través de aportes de la Ley Ovina.
Para llegar al campo de Javier Dupuy hay que recorrer buena parte de la historia de La Toma. Se deja la ruta 2, la que conduce a Paso Grande, apenas un tramo después de tomarla desde la 20 y enseguida uno se introduce en lo que se conoce como La Toma vieja, con sus construcciones añosas y el parque municipal, que luce cuidado y en forma para que los vecinos disfruten del verano.
El camino se hace de tierra y luego de una curva a la derecha está la entrada al establecimiento, que tiene una señal para no pasarse de largo: el nuevo galpón de chapa que terminó durante enero, donde este enjundioso productor va armar su preciado proyecto: "Aislana", con el que piensa vender la lana de sus ovejas ya procesada para que sirva de aislante de techos de diversa índole.
Javier llegó desde Firmat, en la provincia de Santa Fe, junto con su esposa Fernanda y sus pequeños hijos Francisco (hoy de 7 años) y Felipe (5). En San Luis nació Regina (1), un cohete rubio que no para de entrar y salir de la pequeña casita, que comenzó siendo una casilla rodante a la que luego el matrimonio le fue agregando paredes de durlock para hacer un hogar más confortable. Para ellos, que lucen felices, es su lugar en el mundo luego de haber alquilado unos años una casa en La Toma, hasta que lograron mudarse al campo.
Un largo camino
“Compramos la tierra en 2014 y llegamos en 2017 a La Toma. Recién en diciembre de 2020 pudimos mudarnos al campo, lo que era muy necesario porque desde el 19 de marzo del año anterior teníamos las ovejas en la chacra. Arrancamos con 33 más un carnero como reproductor”, relata Javier, mientras Fernanda parece desplegar tentáculos para hacer todo a la vez: cortar una picada, cuidar que Regina no se meta en líos y atender a los dos varones, que tienen el ADN del campo desde chiquitos y no necesitan ni de la tele ni del celular para entretenerse. Les basta la tierra y una caña de cicuta con la que comparten juegos sencillos, en contacto con la naturaleza.
Este cronista llega a la chacra acompañado por el equipo de la Unidad Ejecutora Provincial (UEP) para las leyes caprina y ovina, ya que Dupuy es uno de los beneficiarios, en su caso por partida doble, ya que desarrolló un proyecto en 2017 y ahora tiene este de la lana como aislante, que es muy innovador. La primera vez había agregado infraestructura (agua, alambrados), y como cumplió con creces, pudo volver a acceder a otro aporte.
La coordinadora Gabriela Delgado, Juan Manuel Celi Preti (presidente de la UEP) y Bárbara Castiglione llegaron con papeles, planillas y la intención de auditar las inversiones, que realmente se ven traducidas en maquinaria, corrales, alambrados electrificados para hacer pastoreo rotativo y ahora un galpón que ya está cerrado y listo para operar.
Los Dupuy llegaron a San Luis siguiendo a papá de Javier, que fue el que abrió el camino cuando la actividad tambera en Santa Fe se derrumbó como tantas otras con la crisis de 2001. El hombre, que es veterinario como su hijo, atendía 45 tambos en el largo trayecto que une a Tandil con Mendoza y le quedaron solo cinco clientes, por lo que cargó sus cosas y se instaló en el paraje Los Membrillos, cerca de La Toma. “Detrás llegó mi hermano Pedro, que compró un campo lindero, y después vine yo”, aporta el criador ovino, que compró esas 20 hectáreas llenas de pasto puna, sin siquiera tener alambradas, por lo que tuvo que comenzar casi de cero.
“De chico, mi familia me traía de vacaciones a Pasos Malos, cerca de Merlo; después venía con el grupo de scouts a acampar a Cortaderas y Villa Elena, así que tengo una relación de muchos años con San Luis”, apunta Javier, quien tiene un trabajo fijo en la firma Agritur, que está radicada en Quines. Va una vez por semana y asesora a los dueños en cría y recría y se encarga del manejo de las pasturas, su especialidad. Tiene un sueldo que le permite alimentar su sueño de productor independiente, aunque siempre está pensando en la diversificación. Por eso ahora está construyendo unos dormis para alquilar a turistas, justo al lado de su casa. “Los estoy armando con piedras de la zona que fuimos juntando en las sierras y la tirantería la rescaté de una limpieza que hizo Agritur. Tengo mucha ayuda de la familia y los amigos, sin ellos sería imposible hacer tantas cosas lindas”, regala elogios.
El proyecto de Aislana
Si algo lo entusiasma, es hablar del plan que está llevando adelante para darle valor agregado a la lana de oveja. En el viejo galpón que está junto a la vivienda hará el acopio del material, que después tendrá todo el tratamiento en el nuevo espacio, que está a 300 metros del camino de entrada.
“La lana viene muy sucia, primero hay que hacerle un lavado en seco con el tambler (es una especie de zaranda), para que caiga la tierra, los palitos y la bosta. De ahí la lana va a parar a unos tachos con una roldana y un aparejo, se hace un enjuague con agua fría, se lava a 60 grados con detergente y luego otro enjuague con agua tibia antes de pasar al escurrido, que incluye una tercera pasada con borato de sodio que sirve para combatir las plagas y a la vez es un agente ignífugo. Ojo, al borato lo trato con todos los cuidados ambientales que exige la ley”, detalla mientras vamos detrás suyo imaginando todo el proceso.
Después llegará el centrifugado, el pase a las camas de secado y el embolsado, tras un tratamiento de escardado con una máquina que se llama picker, que desmenuza la fibra para lograr lo que siempre se busca si la lana es para aislar un techo: menos densidad y más volumen.
El galpón de chapas tiene 6,30 metros por 10 y ya tiene terminado el cerramiento lateral. Solo le falta la pincelada final, que será poner el piso. El techo es de una sola agua hacia el norte, pero está en carpeta construir otra ala para duplicar el espacio. Allí irán los tanques de una flamante línea de lavado, todo con el aporte que contempla la Ley Ovina más el sacrificio familiar, ya que dinero que ingresa, va todo al proyecto.
Dupuy tiene una definición interesante para su profesión, ya que no se considera un criador ovino, sino un “manejador de recursos naturales, que usa a las ovejas como rumiantes para darle valor a lo que realmente producimos, que es pasto”.
Dupuy había recibido un aporte en 2017 para agregar infraestructura. Como cumplió, ahora obtuvo otro para el proyecto Aislana.
Y vaya si viene desarrollando esa idea. Tiene poco más de cinco hectáreas en la parte sur del campo, que es un faldeo, con alfalfa, coloratum y algo de llorón que sembró en 2017 y sirve de alimento principal para las ovejas cuando van rotando de lote en lote. En las alturas hay un tanque australiano de 18 mil litros que tiene una bajada de 100 metros a la planta.
Si bien siempre se ve obligado a suplementar (en 2019 y 2020 lo hizo con heno, este año con pellet de alfalfa), también cuenta con forraje propio: pasto colorado, digitaria, pata de gallina, pasto de loma, pasto bandera y bouteloua megapotámica. “La oveja es más selectiva que la vaca”, sentencia con conocimiento.
Además, hace huerta con el sistema biodinámico y ya logró tres variedades de papa (sagita, spunta e innovator), tomates, cebollas, rúcula, zanahorias, ajo, verdeo y aromáticas como orégano y romero. También plantó frutales que ya le dan manzanas, nueces, peras, duraznos y cerezas.
Una idea en plena pandemia
A Fernanda se le ocurrió el proyecto de Aislana mientras sufría el encierro de la pandemia, acuciada por otros problemas. “Nos habían pedido la casa de La Toma y yo, embarazada de Regina, no me quería bancar dos mudanzas, entonces nos vinimos al campo con lo puesto. Vi que la lana de vidrio era carísima y se me ocurrió plantearle a Javier por qué no usábamos la de oveja. El problema era dónde ponerla, porque se complicaba el acopio”, recuerda ella, que es un sostén imprescindible.
Hay antecedentes del uso de lana de oveja para aislar techos. Así se hizo el barrio Intercultural de San Martín de los Andes, con lana de descarte de la Patagonia. Pero mucho antes, a comienzos del siglo XX, los ingleses ya la habían usado en los conventillos de La Boca; y ellos comprobaron que había aislamientos parecidos en dos casas de Laguna Blanca, en cercanías de la ciudad neuquina de Zapala. “La diferencia con la Patagonia es que allá tienen un precio por la lana, acá todavía no hay mercado”, lamenta Javier.
El insumo es la lana, pero nada podrían hacer sin una correcta cría de las ovejas, que son de la raza Texel. “Hacemos pastoreo rotativo con boyeros eléctricos, un sistema que funciona muy bien, incluso para combatir a los pumas, porque no lo cruzan. Se trata de una alambrada perimetral con seis hilos, de un metro de altura, que alterna uno que hace de masa y otro vivo para reemplazar la falta de humedad. “Si no lo hacemos así, no le llega el choque eléctrico a la piel”, advierte. Están entre 4 y 5 días en cada parcela y tardan dos meses en dar toda la vuelta, lo que favorece para no usar antiparasitarios, un proceso que usan durante la esquila, que es para las fiestas.
Los animales que compró en el establecimiento cordobés "El Mate" se adaptaron rápido porque venían criados en corrales con alambrados de tres hilos electrificados. En total, maneja 16 parcelas de 1,15 hectáreas cada una de promedio, con tres bebederos plantados en forma octogonal, ya que agregaron uno en el tanque australiano a los dos que tenían en la ensenada.
“Queremos mantener el renoval, entonces vamos a mezclar ovejas y cabras. Siempre con una idea en mente: lo más económico es bajar la carga”, asegura Dupuy, que cuenta con orgullo que sus hijos varones saben sembrar al voleo, tienen conciencia ambiental, caravanean, pesan y castran a los animales y cosechan la huerta. “Tienen muy claro que las ovejas son para comer, que nosotros producimos alimento”, sentencia el jefe de familia.
Dupuy hace manejo holístico, partiendo de algunas premisas y siempre teniendo en cuenta que de abril a noviembre en el semiárido no hay producción de pasto: “Arranco con una lectura en octubre y me pregunto, ‘¿cómo manejo la rotación?’ Y hago otra tras la primera helada, en la que me cuestiono cuánto pasto tengo en invierno”, cuenta. El servicio tiene una parición al año, pero él quiere romper la estacionalidad haciendo corderos pesados. “Después de los 40 kilos no se sobreengrasan. Son un plazo fijo en el campo”, asegura. Por eso ya está tratando de cambiar los nacimientos de agosto, que no son buenos por el frío, por la escasez de pasturas y los predadores, que tienen más hambre en invierno. “La idea es hacer servicio el 1º de mayo para tener las pariciones en octubre”, fija como objetivo.
Con una parición que alcanza el 95%, una señalada del 91% y apenas un 9% actual de merma se anima a dejar un consejo: “No hay que iniciarse con borregos, porque la merma llega al 47%, nosotros de 17 corderos nacidos perdimos ocho el primer año”.
Por ahora se van a mantener con la majada actual, que cuenta con 21 hembras, una borrega y un carnero, ya que bajó la cantidad debido a que tuvo que gastar mucho en suplementación. “Solo vamos a hacer algunos reemplazos, por ejemplo sacar una mala madre u otra que tiene una sola ubre, pero estamos conformes con la evolución. El peso promedio de los nacimientos en 2020 fue de 3,9 kilos y el año pasado ya lo subimos a 4,5”, asegura con orgullo en la despedida.


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