SAN LUIS - Sabado 04 de Mayo de 2024

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Un matrimonio argentino escapó de la invasión rusa a Ucrania

Actualmente se refugia en Cracovia, una ciudad de Polonia que está alejada de los ataques del Ejército ruso.

Por redacción
| 02 de marzo de 2022
Compañerismo. Paul y Belén son un matrimonio que vivió en carne propia la desesperación por salir de Ucrania. Foto: Gentileza Paul Jordan.

Hace casi una semana el presidente de Rusia, Vladimir Putin, dio luz verde a la invasión de Ucrania y los momentos que vive ese país son preocupantes. Hasta ayer, casi un millón de ucranianos desalojaron sus hogares en busca de un refugio. El argentino Paul Joan y su esposa Belén residían en el país atacado por las tropas rusas y emprendieron viaje hacía Cracovia, una ciudad de Polonia que está lejos del desastre causado por la guerra.

 

Paul tiene 27 años y desde hace uno vivía con Belén en Lviv, una ciudad ucraniana que está cerca de la frontera. Ayer, en una entrevista vía Zoom, le contó a El Diario que para él todos los días eran iguales, salvo la mañana del 24 de febrero, cuando lo despertó una sirena. “Fue de un día para el otro, estábamos viviendo una vida normal, trabajando, y de repente a las siete de la mañana me despierto por el ruido de una sirena, pensé que se había encendido algo. Miré por la ventana y vi que el tráfico estaba atascado como nunca había visto. Entonces ahí entendí que había sucedido (la invasión)”, contó con cierta tranquilidad.

 

 

 

Desde la Segunda Guerra

 

Además, aseguró que la última vez que sonaron las sirenas de alerta por bombardeo aéreo en esas ciudades fue en la Segunda Guerra Mundial. Por eso, al escucharla, en ese mismo instante decidió partir a Polonia.

 

 

Fue una sorpresa

 

Para el argentino fue una sorpresa, era algo que no pudo predecir. “No lo esperábamos, creo que nadie lo esperaba. En primer lugar, porque Putin dijo que había retirado tropas y que no iba a invadir, que era un invento del oeste. Pero te das cuenta que un día hace una cosa y después otra, se contradice constantemente y todo termina en este desastre humanitario”, afirmó Paul.

 

Si bien Lviv, donde él y su esposa vivían, no fue bombardeada, las sirenas de alerta sonaron en todas las ciudades en el momento en que comenzaron a invadir Kiev, la capital de Ucrania.

 

Ayer las tropas rusas atacaron la icónica torre de televisión de Kiev, de 385 metros de alto. Cinco personas murieron y cinco resultaron heridas, según los servicios de emergencia ucranianos. Poco antes, el Ministerio de Defensa solicitó a la ciudadanía de la capital que abandonara sus casas y se pusiera a cubierto, ante la inminencia de nuevos ataques.

 

La sensación que tiene Paul actualmente no es de miedo, sino de angustia y mucha preocupación, ya que, como muchos, es la primera vez que le toca atravesar una guerra.

 

 

Gesto de solidaridad y un adiós

 

 Mientras emprendía viaje hacia Polonia, el mismo día que comenzaba el ataque, el argentino quedó sorprendido por una situación atípica. “Mientras estaba yendo al autobús, antes de irme me tocó vivir una situación rara. Tuve que cambiar dinero y el de la casa de cambio me dio mal, se hizo el vivo. Al no saber qué hacer, fui y le pedí a uno de los militares que estaban ahí si me podía ayudar. La plata que tenía no me iba a servir donde estoy ahora, entonces se la di. Le agradecí y le prometí que cuando vuelva los voy a invitar unas cervezas. También les dije que se cuiden y que estaba seguro que iban a volver a casa victoriosos”, contó Paul.

 

Asimismo, resaltó que el gesto que tuvo el soldado con él fue genuino y le dio un abrazo, algo que es poco común en ese país, ya que esa muestra de afecto es reservada solo para las relaciones muy personales.

 

Actualmente el argentino se desempeña como programador en computación y además es voluntario en el Ejército ucraniano. “Se están viendo, a través de la tecnología, diferentes estrategias para que se impongan sanciones y trabas para impedir el avance de Rusia, complicar la logística del ataque y llegar a un acuerdo diplomático y pacífico”, contó.

 

Por el momento, la situación que vive de cerca Joan en Polonia, donde está refugiado, es de tranquilidad.

 

Pero en las ciudades más pobladas de Ucrania, la desesperación por ponerse a salvo de la guerra es tan grande que no dejan ingresar a militares ucranianos con su típica vestimenta y sus pertrechos. “Tengo contactos, amigos y material para saber lo que pasa. En las calles detienen al Ejército y los mismos civiles se paran y con un megáfono les dicen que son bienvenidos, pueden entrar, pero no como soldados. Eso es algo que te toca mucho”, dijo.

 

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