Un productor multitareas que disfruta la tranquilidad
Heredó el establecimiento San Antonio, que está ubicado en Renca. Se dedica a la cría vacuna, ovina y porcina. Tiene una granja y además produce sorgo y maíz para forraje.
El establecimiento San Antonio está ubicado en el paraje de Bajo Grande, en inmediaciones de la localidad de Renca. Allí transcurren los apacibles días laborales de Rubén Devia, un joven productor agropecuario al que le gusta realizar todas las tareas en solitario, aunque los amigos siempre son bienvenidos en su campo. “Este proyecto fue heredado de mis abuelos y después pasó a ser de mi papá, que trabajó siempre junto a mi madre. Ahora soy el encargado de continuar con esta actividad y espero que las nuevas generaciones sigan haciéndolo”, cuenta Rubén, que es hincha de Boca, y que disfruta de la visita de su familia los domingos al mediodía.
Los anfitriones esperaban la llegada de la revista El Campo con un reparador café calentito, preparado por Zunilda Beatriz Cavalleri, de 74 años, la madre de Rubén. Apenas unas horas más tarde armó unas exquisitas empanadas de carne fritas para esperar el almuerzo. A medida que el sol subía y el viento se apagaba, el clima se volvía ideal para salir a recorrer el predio.
“Siempre trabajé y estuve en el campo, me gusta mucho la actividad rural e involucrarme con las instituciones en las que impulsan el trabajo organizado y las economías regionales para darle valor agregado a la producción en el suelo. Sabemos que de un durazno se puede hacer un dulce y es un ingreso más que tiene un hogar”, dice Rubén con tono seguro.
La superficie total del establecimiento San Antonio es de 150 hectáreas, de las que 70 están destinadas a forraje y el resto es monte.
En el establecimiento, el productor se dedica a la ganadería bovina para comercializar, y la ovina y porcina para consumo propio. Actualmente trabaja con un plantel de 40 vacas madres de la raza pampa.
“Logramos por año un aproximado de entre 30 y 35 terneros. Una parte de ellos se destina a engorde, luego se selecciona la mejor genética para continuar con el proceso. Es decir que preparamos toros y vaquillonas para reproducción”, cuenta Rubén, y sigue: “En cuanto al manejo del ganado, alimentamos a las vacas con pasturas naturales, por estos días comen alfalfa para que tengan una mejor leche y un buen estado durante todo el año, el clima de esta zona es muy adverso”.
En diferentes espacios del terreno el propietario sembró maíz y sorgo con destino forrajero. De un total de 150 hectáreas, destinó 70 a la siembra de cultivos y el 80 quedaron como monte.
Tenemos 40 madres de la raza pampa, una parte se destina a la comercialización y la de mejor genética se queda acá para reproducción”. Rubén Devia, productor agropecuario del Establecimiento San Antonio.
“Lamentablemente las heladas tempranas arruinaron la cosecha. Por estos días tenemos ocho hectáreas con centeno, estamos esperando que llueva pronto, ya que buscamos sembrar unas treinta hectáreas más de este cereal y asegurar el verde de la primavera. A la salida del invierno es necesario tener buen forraje para asegurar un buen estado corporal del animal y la crianza del ternero también, para que consuma buena leche”.
El sistema productivo que se desarrolla en San Antonio va “desde el nacimiento del ternero, que se alimenta de la madre hasta los 8 o 9 meses, hasta que alcanza un peso aproximado de 250 kilos. En esta etapa y en la de destete permanecen en este establecimiento. Después las llevamos a un corral de engorde en Renca, y ahí trabajamos en la terminación del animal que pasa derecho al frigorífico, y de ahí a la góndola”, explica el joven.
Mientras Rubén va y vuelve, porque sus tareas continúan aun cuando hay visitas, Zunilda toma la posta y dice: “Mi hijo se crió acá, en este establecimiento, cuando terminó el secundario se fue a estudiar abogacía a Río Cuarto. Estuvo allá hasta 2013. Antes, en 2008 había fallecido su papá y se tuvo que hacer cargo de todo. Primero lo hacía a distancia, hasta que decidió quedarse a vivir y trabajar el campo”.
“Mi gran maestro fue mi papá, Epifanio Edelberto Devia, él me enseñó el trabajo que se hace acá: el manejo de los animales, el cuidado de la tierra, la siembra por estaciones. Soy el único Devia, pero tengo dos hermanos por parte de mi mamá”, explica.
Monto el caballo y llevo a las vacas a pastar, en ese momento aprovecho para mirarlas y controlar que caminen y se muevan por, al menos, unas tres horas”. Rubén Devia, productor agropecuario del Establecimiento San Antonio.
De un tirón, Rubén contó que a su padre le decían “Viejo Devia". “Trabajó muchos años en el gobierno provincial, fue intendente de Renca en el año 1973. Luego llegó la dictadura militar y fue obligado a abandonar su cargo. En 1983 volvió a sus funciones, cumplió su rol como ministro de Ganadería de la provincia, junto a Adolfo Rodríguez Saá, y se desempeñó como director de riego del Valle del Conlara”, afirma, y admite que le gusta mucho la política.
“La familia de mi mamá también se dedicó a la producción en Tilisarao. Mi abuelo materno se llamaba José Pablo Cavalleri y también fue productor agrícola e intendente de esa localidad. Mi tío José Ernesto se desempeñó como intendente al igual que él. Ellos son descendientes de italianos, José Pablo llegó en barco. Al principio lo contrataron como peón y con el correr del tiempo aprendió muchas cosas. Entonces decidió comprar tierras y las trabajan hasta la actualidad”.
Una rutina tranquila
Un día típico arranca temprano en San Antonio. Rubén sabe bien todo lo que le espera y se pone a trabajar. “Lo primero que hago es preparar el alimento de las gallinas, con maíz y un concentrado para que pongan huevos. Reparto en los comederos y les abro la puerta para que salgan a pastorear un ratito, comer bichos y caminar. Es necesario que lo hagan para que pongan huevos tranquilas”, cuenta el joven productor, y añade que siempre tiene algo que hacer, ya sea con los animales, en el galpón o en los espacios destinados a la siembra.
Además, uno o dos días de la semana aprovecha para ir a Tilisarao a comprar lo necesario para vivir en el campo sin sobresaltos.
“Después saco al plantel de ovejas para que pastoreen, siempre con la ayuda de 'Chimi' y 'Tita' (dos efectivas border collie, una negra y la otra marrón) y me pongo a preparar el alimento para los chanchos. Hago lo mismo que con las aves, uso maíz y agrego un producto que reemplaza el verde que no comen, porque son muy dañinos y trato de no largarlos a campo. Los tengo solamente en el chiquero y también son para consumo propio”, explica.
Con respecto a las ovejas, “como todavía la lana no tiene un mercado definido, tengo un vecino que viene a esquilar. Esta es una zona de pequeños productores y entre todos nos ayudamos. Lo hacemos acá y después llevamos la lana a Tilisarao, a un centro de acopio, y ahí termina todo”, afirma Rubén.
Las vacas andan libres. “Se acercan a tomar agua y una vez que terminan se tiran tranquilas. En ese momento me subo al caballo y las llevo a pastar, ahí aprovecho para mirarlas bien y controlar que caminen y se muevan por, al menos, unas tres horas. Después las saco del lote y las llevo a pasto natural. También las peso”, asevera el joven y se da cuenta, sin querer, de que el trabajo que realiza todos los días está mecanizado. “Hasta ahora que lo hablo no lo había notado, son muchos los detalles en los que estoy. Trabajo encima de los animales todo el tiempo, si hay algún problema sanitario con alguno actúo de inmediato con algún inyectable, si es necesario. Este tipo de raza suele tener problemas en los ojos”.
La observación es la herramienta que le permite al productor estar pendiente de los cuidados. Explicó que, por ejemplo, de acuerdo a lo que comen los animales, puede darse cuenta si tienen cambios en el pelo o si los dientes están bien.
“Las vacas que van envejeciendo pierden kilos y su pelaje va cambiando, se va deteriorando. La suplementación que hago, en estos casos es en base a soja”, explica.
Rubén añade que trabaja y administra todo el campo con el asesoramiento de su amigo que es ingeniero agrónomo, “se llama Ariel Risso se desempeña profesionalmente en el INTA. Él me brinda sus conocimientos en cuanto al uso del suelo, a las especies nativas que tiene la región, me explica cómo es el manejo de las pasturas dañinas y las que hay que proteger. Todo lo hacemos bajo una perspectiva sustentable y de preservación del medio ambiente”, advierte.
Una gran maestra
“Mi mamá vive actualmente en Tilisarao, allá tiene a su cuidado otra huerta, cuando viene a San Antonio les da de comer a las gallinas y a los animales pequeños de la granja. También se encarga de las hortalizas que tenemos acá en un invernadero, que este año sufrió bastante, pero sacamos tomates y zapallos. Antes se ocupaba de ordeñar y hacía quesos, dulce de leche. Ella me enseñó mucho de lo que sé y continúa haciéndolo”, dice con amor.
Zunilda, o “Zuni”, como le dicen sus amigas, cuenta que se mudó al establecimiento donde actualmente vive Rubén hace aproximadamente 37 años.
“Nací en un campo como este, pero en Tilisarao, viví allá hasta los 21 años, que fue cuando me casé. Tuve dos hijos y me separé. Muchos años más tarde, volví a hacer pareja con el papá de Rubén”, recuerda, y cuenta que terminó la primaria en el colegio Sagrado Corazón de Villa Mercedes.
Es una mujer activa y de muy buen carácter. Vive frente a la plaza de Tilisarao. Está abierta a disfrutar de todas las actividades que le gusten y se le crucen en el camino. Por ejemplo, actualmente pinta junto a sus compañeras del Plan de Inclusión y toma clases de crochet. Hasta dejó un torneo de tejo y un asado entre amigas para recibir a esta cronista.
Además es difícil que se sienta sola. De dos hijos más grandes ya tiene dos nietos, que ocupan un lugar importante en su corazón. El más chico tiene 20 años.
“Cuando era joven quería estudiar piano y mi mamá no me dejaba. En el colegio al que iba había una monjita que daba lecciones y yo quería aprender con ella, pero fui a clases de costura y de bordado. En el campo hacía tareas domésticas, ordeñábamos las vacas con mi hermano. Aprendí muchas cosas, mis padres hacían todo. Mi mamá estaba abocada a cuidar a los animales chicos y a preparar la comida. Yo hacía la limpieza”, recuerda y sigue: “Cuando me vine a San Antonio, mi cuñada ya vivía acá, entonces aprendí mucho más de ella, sobre todo a hacer locro y los chacinados. No me quejo de la vida que me tocó, soy feliz”.
“Cuando uno se cría en el campo aprende muchas cosas que valen la pena en la vida. Disfrutaba mucho de las tareas rurales. Ahora no las hago más porque sufro mucho de la cintura. Hice muchas cosas en mi vida. Si tengo que cargar una bolsa lo hago, no lo dudo, pero ya no quiero hacerlo más. Lo único que tomo a mis 74 años es una pastilla para la hipertensión”, explica con una sonrisa.
Por si fuera poco, añade que en los últimos años trabajó en una cooperativa de una escuela y en el hospital del pueblo. “Eso terminó cuando comenzó la pandemia, pero durante dos años nos tocó organizar el almuerzo del aniversario del pueblo que se hace cada 4 de octubre”, cuenta orgullosa.
Por último, opinó que la mujer rural actual puede con todo: “La figura femenina es muy independiente e importante en el campo. Antes éramos distintas, nos abocábamos a la familia. Ahora trabajan mucho más. Se dedican a aprender de todo. Las mujeres actuales son independientes y siempre lograrán lo que se propongan”.
MM


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